Lucia di Lammermoor Miguel Lorenzo y Mikel Ponce Les Arts 2

Lucia y el volcán

Valencia 25/06/19. Palau de Les Arts. Donizetti: Lucia di Lammermoor. Jessica Pratt (Lucia). Yijie Shi (Edgardo). Alessandro Luongo (Enrico). Alexander Vinogradov (Raimondo). Xabier Anduaga (Arturo). Olga Syniakova (Alisa). Alejandro del Cerro (Normanno). Orquestra de la Comunitat Valenciana. Cor de la Generalitat Valenciana. Jean-Louis Grinda, director de escena. Roberto Abbado, director musical.

Se habló de feminismo en la rueda de prensa que presentaba esta producción en Valencia. De ver a Lucia di Lammermoor como “una de las primeras feministas”, para, a continuación, describir al personaje como “masculina”. Mezclar feminismo con etiquetas heteronormativas es un oxímoron. ¿Qué es lo masculino y lo femenino hoy en día más allá de etiquetas que deberían estar totalmente superadas? Lucia, la obra como tal, no es feminista. De hecho está muy alejada de la igualdad entre hombres y mujeres, no nos engañemos. Sí que el personaje puede mostrarse como tal a través de la dirección escénica. Por utilizar coordenadas actuales, así lo demostró Katie Mitchell en la Royal Opera House de Londres, en una magnífica puesta en lo que a ello se refiere. Le despoja de su lado más sumiso, con una protagonista que quiere arrancarse la condición de ser mujer cuando ser mujer era una condición… aunque hoy en día, tampoco nos engañaremos con esto, siga siéndolo. También en cierto modo nos lo hacía ver David Alden en el Teatro Real, comprendiendo que la locura de Lucia es fruto de la violencia de los hombres sobre ella y no un delirio vacuo. En cambio, en esta producción de Jean-Louis Grinda, coproducción de la Opéra de Monte-Carlo y el New National Theatre de Tokio, nada de eso nos es mostrado. Será una conclusión y un esfuerzo que tendrá que realizar el público. Sin giros, sin profundidad. A menudo se compara a Lucia con un volcán. ¡Así lo dijo el propio Donizetti ante el inminente estreno en Nápoles! “El Vesubio está humeante y la erupción se acerca”. La cuestión es cómo interpretar ese volcán.

De hecho, podría decir que hay un momento concreto que resume muy bien y de forma sencilla cada trabajo de escena con la partitura. En la locura de Lucia, aparecen los compases del dueto con Edgardo: Verranno a te sull’aure… Cómo nos es planteado este momento, si es parte del recuerdo de ella y se integra en la acción, o si es algo en lo que debemos caer los espectadores, lo dice todo. Grinda opta por lo segundo, como muestra del estatismo que predomina en toda su lectura. Y si realmente el feminismo se ha querido mostrar a través de la masculinización de Lucía, entonces cuidado, porque hay un error de base preocupante. Por lo demás la escena tiene momentos muy bellos (reminiscencias de Friedrich pueden venir a la mente) rematados en los detalles (los arbolitos y las tumbas) de forma demasiado simple, producto de la escenografía de Rudy Sabounghi y con una iluminación más que cuestionable. Se dan, además, algunas situaciones curiosas: Grinda traslada la escena de la torre a un páramo donde esta se ve a lo lejos; pero eso sí, el sillón y la manta “zamorana” no faltan en la escena. ¿Desde dónde viene arrastrando el sillón el pobre fugitivo Edgardo, para colocarlo en medio de la nada? Lucia, además, fulmina a Arturo con una pica de tres metros. ¡Desde luego el giro no le hubiese dado en un piso de Vallecas! La obra termina con Edgardo dentro de la tumba de Lucia, que ha sido enterrada sin ataúd, para pasarse su mano por la cara y finalmente lanzarse al vacío por un acantilado. Apunto aquí estos detalles simplemente para la reflexión: las puestas en escena historicistas o del llamado cartón-piedra también tienen sus peros. Era esta mi novena voz dando vida a Lucia y creo llegar a comprender ya ciertas cosas, pero me pregunto qué ha podido aportar a quienes se acercaban por primera vez a ella, más allá de la estética-estática. También es cierto que muchos, seguro, prefieren empezar por ello.

Esta novena protagonista ha sido Jessica Pratt, una de las reinas belcantistas de la actualidad, que también llevará su Lucía la próxima temporada a Bilbao y Oviedo. Su voz fue, sin duda, de menos a más y siempre marcada por el drama que ella misma imprime a sus personajes. En su comienzo la voz no terminó de correr como debiera por la enorme sala del Palau de Les Arts; pero ahí estaban sus detalles, sus cuidadísimos detalles. Es ello lo que le ha llevado a ser garantía belcantista: drama y arte en una voz privilegiada. Así lo demostró en su gran momento solista, aunque también dio buena muestra de ello en el dúo con el barítono y el dúo con el tenor, dibujando un primer Verrano a te, ella en solitario, primorosísimo (y si no existe el superlativo, me lo invento, que el momento lo vale). Con su locura, el público de Valencia, que en buena parte parece ser de aquellos que piensan que mientras no se cante, no hay música, por mucho que desde el foso estén trabajando; enmudeció. Filados, agudos y sobreagudos proyectadísimos, variaciones de un gusto impecable, pathos… Llegó la magia. Y el recuerdo, como el que acaba de dejar en La Scala de Milán con un recital en el que fue braveada con tanto ardor como al caer aquí el telón.

A su lado el tenor Yijie Shi, quien creó un Edgardo plausible, de bello timbre y que resolvió los momento más comprometidos con elegancia. Falta algo de morbidez y algo de fraseo al personaje, pero los resultados son, desde luego, positivos. Sin embargo, la voz de Alessandro Luongo para Enrico se muestra demasiado lírica, demasiado ligera para el personaje, lo que le obliga además a recurrir a ciertos procedimientos que terminan por afear su prestación, demasiado histriónica por momentos. No escuchaba a Alexander Vinogradov desde su Luisa Miller en el Met de Nueva York el año pasado, y su Raimondo puede situarse a la misma altura que su Walter. Un lujo de secundario, desde luego. Correctos Alejandro del Cerro como Normanno y Olga Syniakova como Alisa. Y como lujo oriental ya el Arturo de Xabier Anduaga. El tenor donostiarra posee un material bellísimo y unas formas de tan buen gusto que uno sólo puede contar los días para escucharle de nuevo en roles protagonistas.

Se despide Roberto Abbado de la dirección musical de Les Arts con esta Lucia y ha querido hacerlo por su camino; a su manera. Conectando el drama donizettiano con el verdiano. Porque sí, porque Donizetti desde luego quiso, huyendo además del fracaso de su Maria Stuarda (gran parte de culpa la tuvo la censura), generar una ópera tan romántica como dramática. Por supuesto, la partitura cuenta con un gran momento de pirotecnia y locura vocal y si por algo ha sobrevivido y supervivido esta música es por las voces que han dado vida a su protagonista a lo largo de la historia; pero en la balanza, realmente, el drama gana aquí la partida a los juegos vocales. La base es esa, aunque los resultados de Abbado no siempre hayan estado a la altura del volcán.

Foto: Miguel Lorenzo y Mikel Ponce / Les Arts.