Una señora de Murcia
Zúrich. 03/07/2016. Opernhaus. Bellini: I Puritani. Lawrence Brownlee, Pretty Yende, George Petean, Michele Pertusi. Dir. de escena: Andreas Homoki. Dir. musical: Fabio Luisi.
Charlando en castellano con un amigo en los pasillos de la Opernhaus de Zurich, una señora se nos acercó, muy educada, alegrándose de escuchar a alguien hablar por allí su misma lengua. Estaba muy decepcionada porque había planificado su viaje con mucha antelación, desde Murcia, con la expectativa de escuchar a Juan Diego Flórez interpretar la parte de Arturo, sin haberse percatado de que el tenor peruano canceló su participación en estas funciones hace ya muchos meses, antes incluso del inicio de la presente temporada. No tuve ocasión de hablar con la misma señora al terminar la representación, pero apostaría algo a que no volvió a acordarse de Flórez durante las tres horas de música, habida cuenta del redondo resultado de estos Puritani. Quede pues dedicada esta crítica a esa anónima señora de Murcia.
Uno de los principales motivos por los que el belcanto ha quedado reducido en ocasiones a poco más que una afortunada sucesión de bellas melodías es la cortedad de miras de las producciones que han escenificado estos títulos, con un falso realismo que renunciaba a hacerse cargo de los contextos reales en los que se componían esas obras. Con estos Puritani de Zurich, en una nueva producción de Andreas Homoki -a la sazón intendente de la Opernhaus- asistimos precisamente a la puesta en valor de ese paisaje de guerra y enfrentamiento, no gratuitamente sangriento y cruel, en cuyo marco se desarrolla una truncada historia de amor, celos, traiciones y locura, en un compendio de todos los grandes temas del romanticismo. Y es que a menudo también se ha olvidado que esta música se forja en las décadas centrales de este movimiento artístico, de ahí que sea bienvenido un enfoque en el foso como el de Fabio Luisi, volcado en hacer resonar los ecos de Beethoven, Mendelssohn o Schumann que hay en este último Bellini, que puede ser terrible y no meramente bello.
La propuesta de Andreas Homoki no se tapa los ojos: una decapitación abre y cierra la representación, en cuyo transcurso vemos no sólo hombres armados sino también cuerpos ahorcados y una pila de cadáveres en cuya cima se encarama una Elvira enloquecida y perpleja. La propuesta tiene una indudable fuerza, con imágenes de semejante vigor, desusadas en un belcanto a menudo poco más que decorativo. La escenografía de Henrik Ahr, sucinta pero muy funcional -recurriendo una vez más a un consabido bloque circular central- se presta desde luego a una gran variedad de cuadros, muy en línea con los estados anímicos de los protagonistas, a los que dispone siempre en un primer término, favoreciendo aún más si cabe la estupenda acústica del pequeño teatro de la capital suiza.
Como ya apuntaba, Fabio Luisi aborda la partitura con iguales dosis de brío y de mesura -bellísimo el acompañamiento en el dúo entre Arturo y Elvira, jugando a placer con tiempos y dinámicas-. Si bien algo pasado de decibelios en las escenas de conjunto, sobresale en su hacer lo vigoroso de los tiempos, lo que redunda en una acción reluctante al tedio: las tres horas de representación transcurren con una inercia sin contemplaciones, donde no obstante cabe el ensimismamiento, precisamente allí donde el amor de los protagonistas comparece, como en un remanso de paz. Tanto la orquesta titular del teatro como el coro responden con intachable fortuna. Luisi demuestra sin duda conocer a fondo esta partitura, que ya grabase hace veinticinco años, entonces con una Edita Gruberova en plena forma.
Del compacto reparto destacó por méritos propios el sobresaliente Arturo de Lawrence Brownlee. Su voz ha ganado cuerpo, presencia y homogeneidad en los últimos años. Su Arturo presenta un fraseo gallardo, vivo y sentido. Su emisión es inatacable e infalible, resolviendo con un más que presentable sonido mixto (alla Kunde) el consabido Fa del Credeasi misera. El banquete de sobreagudos que ofrece es sumamente apetitoso, con un sonido squillante y fácil. Tanto el A te o cara como la canción del peregrino y por supuesto el ya citado dúo con Elvira, arrebatan por el hacer de Brownlee y su perfecta complicidad con Pretty Yende. ¿Para cuando el debut de Brownlee en España? ¿Por qué no como Arturo en los próximos Puritani del Liceo?
La joven soprano sudafricana, en su debut como Elvira, no se quedó atrás en cuanto a méritos: descollante y fácil sobreagudo, precisa coloratura, emisión aseada y timbre terso. Si acaso cabe reprocharle un acento a veces algo anónimo, pero qué menos para tratarse de su debut con la parte. Pretty Yende, que acaba de publicar su primer recital en disco para Sony, es sin duda una artista con una prometedora proyección.
Cerrando el cartel en sus papeles principales, el veterano Michele Pertusi derrochó oficio por los poros como Giorgio, con un control absoluto del estilo y dosificando sus medios, ya menos lustrosos que antaño. George Petean es un más que solvente Riccardo, vigoroso y lírico a partes iguales.