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UNA LLAMA APENAS OSCILANTE

Bilbao. 19/12/2020. Teatro Campos Elíseos. Jacinto Guerrero: Los gavilanes. Carmen Aparicio (Adriana). Santos Ariño (Juan). Ana Otxoa (Rosaura). Alberto Nuñez (Gustavo), entre otros. Masa Coral del Ensanche. Josu Camara, dirección escénica. Georgina Barrios, piano.

En momentos de oscuridad es recurrente hablar de las luces que parecen marcar el final del túnel. Ahora se está insistiendo en que la vacuna es el principio del fin de la pandemia y un casi inapreciable hálito de optimismo parece despertarse en una sociedad que está en estado de shock desde hace nueve meses.

Para los melómanos estos tiempos tienen la dificultad añadida de no poder vivir nuestra pasión con un mínimo de normalidad: suspensión de actividades, reducción drástica de aforos, reducción del repertorio a acceder por la tiranía del número admitido de participantes, etc. Por ello, cada oportunidad de vivir música en directo se vive como una pequeña fiesta y un servidor se apuntó la cita anual navideña de la zarzuela en el Teatro Campos Elíseos como ineludible.

Cada función que hoy en día se realiza es como una vela encendida en la penumbra, vela que, oscilante, parece dudar a la hora de marcarnos el camino a seguir. Pues bien, y con el mayor de los respetos, la llama que prendió ayer apenas nos iluminó un poco. Y bien que lo siento.

Si algún lector repara en la ficha técnica inicial observará que hay información que no puede darse con seguridad. Una cosa es que no se puedan dar hojas informativas al público asistente y otra que oficialmente desconozcamos el nombre de los intérpretes con la excepción de los cuatro protagonistas, únicos que aparecen tanto en los carteles informativos como en la página web del teatro. Es una lástima que no se especifiquen los intérpretes del resto de los papeles y más que no se aprovechara la presentación inicial para dar la lista, siquiera por respeto a todos los participantes, por modestos que fueran.

Por otro lado un servidor no puede entender cómo se renuncia a la orquesta cuando en localidades bien cercanas otras entidades modestas han adaptado el volumen orquestal a la actual situación sanitaria. Apenas hace un mes pude escuchar precisamente Los gavilanes en el auditorio de Lasarte sin que tuvieran que recurrir al uso de piano como sustitutivo de la plantilla orquestal. Y ello sin menoscabo de la importante labor de Georgina Barrios en el teclado. Aun más extraño me parece que no se anunciara el nombre de la directora-concertadora del espectáculo.

Escénicamente esta función apenas aporta novedad alguna. Tanto el atrezzo utilizado como el fondo escénico es perfectamente útil en la mayoría de las zarzuelas que se programan. Poca originalidad la de Josu Camara a la hora de hacer su propuesta y con la reiteración de pequeños detalles que parecen perpetuados en los tiempos, lo que siempre me ha sorprendido, como por ejemplo que Amigos, siempre amigos tenga que cantarse simulando un desfile militar. Es algo que siempre me ha llamado la atención.

Vocalmente lo más interesante en opinión de quien firma estas líneas fue la aportación de Ana Otxoa (Rosaura) con una voz fresca, de volumen, bien proyectada y caracterizada. Su enamorado, el tenor Alberto Núñez incurrió en errores que parecen enquistarse: el timbre es bonito pero la voz queda muy atrás, apenas llega a la sala; además, siendo una voz ligera, queda escasa en las partes dramáticas, lo que quedó en evidencia en su irrupción del final del acto II, reclamando para sí el amor de Rosaura. Tuvo un pequeño accidente en el final de Flor roja y es que esa zona de paso…

La otra pareja protagonista estaba asumida por un par de veteranos cantantes que ofrecieron todo lo bueno de su experiencia junto a limitaciones que, entiendo, inevitables por el paso del tiempo. Carmen Aparicio (Adriana) tiene volumen para tapar a todo el resto de cantantes juntos y quizás lo demostró en algunos momentos en demasía. Algunos agudos muestran cierta tirantez pero el personaje está ahí, ello es indudable. Santos Ariño (Juan) tiene un porte y distinción actoral evidentes y una voz que se muestra más cómoda en la zona central y grave que en los agudos, donde ha de recurrirse al forte para solventar la situación. Cierta oscilación en la voz de un veterano que es garantía de buen gusto.

Entre el resto de los artistas hubo de todo: un Clariván y un Trinquet bastante bien cantados, aunque demasiado constreñidos en lo actoral, siendo como son dos pequeños disparates cómicos; hermano y cuñada del gavilán fueron interpretados con solvencia mientras que el resto de los papeles se salvaron con cierta dignidad, excepto una breve intervención que nunca hubo de producirse así.

Georgina Barrios cumplió con creces su labor aunque convendremos que de la orquesta que exige Jacinto Guerrero al piano hay un mundo. Por cierto, la pianista ni la concertadora aparecen en la ficha artística de la web del teatro, como tampoco el hecho de que la interpretación fuera sin orquesta.

Termino con una pequeña constatación personal: a unos cientos de metros del Teatro Campos Elíseos está el Palacio Euskalduna. El teatro Campos Elíseos tiene capacidad para 805 personas por lo que ayer la platea ofrecía un aspecto sorprendente, pudiéndose decir que estaba ocupada –a simple vista- en un 75%, dejándose sustancialmente más vacías las entradas de pisos superiores, siempre a ojo de buen cubero. Las restricciones de aforo a 400 personas que rige en la Comunidad Autonómica Vasca permite, por lo tanto, al teatro llenar el 49.7% de su aforo.

El palacio Euskalduna tiene capacidad para 2.164 espectadores por lo que las autoridades le permiten ocupar hoy en día el 18.5% de su capacidad. ¿No es esto un dislate? No creo que se trate de que la cultura sea segura o no sino que algunas directrices, que quiero suponer son dictadas desde la mejor intención, crean situaciones que son injustas de raíz. Estas dos funciones de Los gavilanes quieren ser una pequeña luz en la oscuridad reinante. En mi opinión apenas ha alumbrado esta llama aunque menos es nada. Por ello, más allá de críticas que puedan o no gustar, queda agradecer el esfuerzo.

Foto: Teatro Campos Elíseos.