LA FLUIDEZ
Madrid. 20/02/2021. Auditorio Nacional. La Filarmónica. Obras de Wagner, Prokofiev y Berlioz. Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky. Valery Gergiev, director musical.
Durante el mes de enero, la ciudad de Madrid ha sido la anfitriona de grandes eventos musicales en los que han participado músicos de primera línea del panorama musical. Recordemos el estreno absoluto de la ópera Marie de Germán Alonso de Germán Alonso así como los recitales de DiDonato, Kaufmann y Camarena. Durante los días 19 y 20, La Filarmónica presentó en el Auditorio Nacional a la Orquesta sinfónica del Teatro Mariinsky, con el maestro Valery Gergiev, interpretando el día 20 obras sinfónicas de Wagner, Prokófiev y Berlioz.
En primer lugar pudimos escuchar el Preludio de la ópera Parsifal¸ sin duda una opción singular para dar inicio a un concierto sinfónico. A pesar de ser el comienzo de una ópera, la música de Wagner tiene el carácter y el volumen sinfónico idóneo para adherirse a cualquier programa puramente sinfónico. Así pues, Valery Gergiev dirigió de forma muy natural y fluida, respondiendo la orquesta con su brillo y color característicos. La presentación de los leitmotives por parte de las diferentes familias orquestales consiguieron el carácter épico y heroico que requiere este drama. Como viene siendo habitual, el preludio de Parsifal fue seguido de El encantamiento del viernes santo. Se trata de un fragmento muy bello aparecido en el tercer acto, en el que Parsifal regresa al santuario y recibe el título de rey del Grial por parte de Gurnemanz. Es en este momento del drama musical donde nos encontramos a un Wagner melódico, sofisticado y sentimental, el cual requiere una sensibilidad sonora muy detallista, cuidando mucho la afinación y el fraseo musical. La orquesta rusa no solo estuvo ala altura de las necesidades que requiere la obra, sino que además la interpretó con una fluidez sonora admirable.
A continuación, interpretaron la Sinfonía nº 1 en re mayor “Clásica” de Prokófiev. Partitura familiar entre los intérpretes de la orquesta, se trata de una obra en la que se recogen formas y recursos del clasicismo pero adaptados a las nuevas vertientes neoclásicas de la época del compositor. El primer movimiento Allegro se basa en una forma sonata clásica en la que se podría hablar de Haydn con facilidad. Melodías sencillas y sin apenas tensión musical. En el segundo movimiento, Larghetto, pudimos escuchar ciertos diálogos muy bellos entre diferentes instrumentos de la orquesta. En el tercer y cuarto movimiento la orquesta dio el carácter jovial y acelerado del que precisa esta obra. Una interpretación impecable de una música alegre y graciosa.
Por último, llegó a la joya de la corona del concierto, con La sinfonía Fantástica de Berlioz. Una especie de viaje por diferentes ámbitos en el que el componente romántico estructura la sinfonía. En el primer movimiento, Rêveries-passios la orquesta rusa destacó en la elocuencia musical con melodías sencillas y ritmos bien marcados, así como una buena regulación del sonido, con gran control del volumen y de los planos sonoros. El segundo movimiento, Un bal, estuvo marcado por un inicio místico y misterioso, en el que destacaron el papel de las arpas y los instrumentos de viento madera. Tras esta breve introducción, la orquesta presenta un precioso vals con melodías mixtas, alternando fraseos más largos con tiempos más acelerados. Scène aux Champs empieza con la intervención solista del corno inglés y el oboe. Los instrumentistas de la orquesta rusa protagonizaron unas intervenciones firmes y líricas en el que el cuidado de la afinación prevalece en estos momentos tan delicados. A estos responde la orquesta con melodías intimas y calmadas.
En Marche au supplice destaca un gran papel de los instrumentos graves y una percusión con un ritmo oscuro y firme. Un tiempo de marcha caracteriza a este movimiento, junto a las melodías triunfales en las que los metales del Mariinsky desarrollaron un papel magnífico. En el quinto y último movimiento, Sogne d’une nit de Sabbat, la orquesta consiguió crear un sonido energizante, aunando sutilidad en los fragmentos más calmados y largos. Los tuttis orquestales están marcados por melodías graves, fuertes y enérgicas, en las que de un nuevo el papel de los metales fue fundamental para alcanzar el impactante nivel de volumen y masa sonora que requiere este último aquelarre, siempre atenta la orquesta al gesto impecable, tembloroso y preciso de Gergiev.
Foto: Idéale Audience / Medici TV.