03. Café Zimmermann c Elvira Megías 1

Del placer por la música

Madrid. 21/03/2021. Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Johann Sebastian Bach: Conciertos de Brandeburgo. Café Zimmermann.

Los Conciertos de Brandeburgo se llaman en realidad, Concerts à plusieurs instruments o, para entendernos, Conciertos para instrumentos diversos. En esa última palabra, escondida bajo ese título que rara vez se usa, está la clave de la interpretación que Café Zimmerman nos ha ofrecido en esta ocasión: diversidad.

Así aborda esta serie de seis conciertos, como un muestrario de caracteres, lejos de esa tediosa uniformidad que conforma la mayoría de las versiones de referencia –muchas de ellas pesadas de soportar de una sola sentada. Y lo hace incluso desde la distribución física en el escenario. Con un punto de encantadora teatralidad, la colocación de los músicos varía en cada una de las seis partes. Pero, compatible con esta diversidad, hay un elemento común que atraviesa todas y cada una de las piezas, la interpretación de Café Zimmerman es, sobre todo, una incesante explosión de vitalidad.

La Naturaleza irrumpió con Concierto número 4, energética y apasionada. Sin sensiblerías ni galanterías, más bien como una explosión de júbilo apoyada por el color de los instrumentos originales. El encantador sonido de las flautas, vivaz, levantó la música a las alturas y demostró que Bach, aparte de un solemne monumento, encarna también la posibilidad de volar.

Una deliciosa confusión protagonizó el Concierto número 6, que vino a continuación. Los murmullos y embrollos en las cuerdas graves y el sonido enjambrado, recordaron las voces simultáneas de los que opinan a la vez sobre un tema que a todos concierne. El segundo movimiento dio lugar al lucimiento y en el tercero reinó la concordia. Un corto viaje que resaltó el valor del coloquio como punto de encuentro.

La pompa de la corte, su grandeza, llenó el escenario con el Número 1, con las trompas en afinación natural, a modo de heraldos, convertidas en absolutas protagonistas. Excesivas por momentos, brillando a costa de los demás vientos, moldearon el carácter de la pieza con más épica y definitivamente de carácter más sinfónico.

La complicidad, la música a dos, nos llegó a través de la flauta y el violín en el Número 5. Dialogando, en total fraternidad, ante la mirada de resto de los instrumentos, compartieron un viaje musical que parecía hablarnos del valor de la amistad. Por contraste, en el Affettuoso, la soledad del clave nos mostró lo impropio que es un solo de este instrumento para una gran sala de conciertos. Se produjo un sonido furtivo y borroso, aunque haya que reconocerle grandes dosis de virtuosismo a Céline Frisch, alma mater de la formación.

Con el archiconocido Número 3 nos llegó el frenesí lúdico. A toda velocidad, mostrando una diversión insolente entre unos instrumentistas que, dispuestos sobre el escenario en forma de medialuna, se pasaban los temas de uno a otro como quien coroegrafía con una pelota. En francés y muchos otros idiomas, a tocar instrumento se le llama “jugar” y Café Zimmerman tiene claro el concepto. Tras una ligera improvisación del concertino sobre el brevísimo segundo movimiento, nos lanzamos al ímpetu arrebatador de un allegro transformado en prestissimo. Esta es precisamente la pieza que los catapultó a la fama hace ya casi veinte años proponiendo un sonido para Bach radicalmente diferente. Su visión no ha perdido hoy ni un ápice de vigencia.

Y, para terminar, los colores. El Número 5, no exento de la épica que merece todo buen final, supuso la exhibición tímbrica de los vientos. Capitaneados por el trabajo espectacular de Gabriele Cassone, dominando la endiablada partitura de la trompeta, transitando con éxito por registros y dinámicas extremos, en perfecta armonía con las maderas.

Café Zimmerman representa lo mejor de eso que ha dado en llamar historicismo, o mejor dicho, su superación. Su valor no está en el uso de instrumentos originales, ni en trabajo forense las partituras, ni desde luego, en la pretensión ingenua de estar recreando nada del pasado. La suya es una expresividad de que nace del frescor en la interpretación, de la pulsión corporal- no es casualidad que toquen de pie- en definitiva, del placer por la música. Bienvenidos sean, una vez más.

Foto: Elvira Megías.