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A los pies de Perianes y Beethoven

Madrid. 21/06/2025. Auditorio Nacional. CNDM. Beethoven: Conciertos para piano y orquesta. Orquesta de la Generalitat Valenciana. Javier Perianes, piano y dirección. 

El 21 de junio, coincidiendo con el solsticio y el Día Europeo de la Música, Javier Perianes protagonizó una de las jornadas más singulares de la temporada: la interpretación, en una sola velada, de los cinco conciertos para piano de Ludwig van Beethoven. Una propuesta audaz del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) y del siempre inquieto Paco Lorenzo, dentro del ciclo "Solo Música", que transcurrió en dos sesiones consecutivas (19:30 y 22:30) en el Auditorio Nacional de Madrid. Un ritual sonoro que, como una línea circular, volvió sobre sus propios pasos para descubrir nuevos paisajes, nuevas luces y sombras de un repertorio esencial.

La expectación era palpable desde la entrada, y al evento acudían incluso miembros del gobierno, además de habituales por siempre eternos como Alfonso Aijón, figuras del mundo musical y cultural madrileño, así como jóvenes estudiantes de conservatorio, familias enteras y melómanos venidos de distintos puntos del país. El vestíbulo estaba animado por el murmullo de los asistentes, una mezcla de emoción contenida y conversación técnica, mientras una pantalla exterior retransmitía el evento para quienes se acercaban a vivirlo desde fuera. En el interior, la Orquesta de la Comunidad Valenciana, sin director titular, se dispuso a dialogar con Perianes en un ejercicio de escucha compartida y liderazgo desde el teclado. El pianista asumía, como concertador, un doble rol: músico e impulsor, canal de conexión entre la voluntad del compositor y la sensibilidad del presente.

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Primera parada: Juventud, sombra y luz (19:30h)

El recorrido comenzó con el Concierto n.º 2 en Si bemol mayor, op. 19. Aunque cronológicamente anterior al n.º 1, es ya un ejercicio de estilo personal, con ecos mozartianos y brillos clásicos. La versión de Perianes fue fluida, elegante, con un fraseo natural que rehuía el artificio. Todo respiraba frescura. El tempo fue el justo: ni académico ni precipitado, lo que permitió que la arquitectura se desarrollara con naturalidad y sin rigideces.

El salto al Concierto n.º 3 en Do menor, op. 37, fue emocional y expresivo. Beethoven se adentra aquí en una narrativa más sombría, casi dramática. Perianes exploró esa oscuridad sin aspavientos, con madurez y control de tensiones. La orquesta respondió con solidez, equilibrando clímax y repliegues. Fue en este concierto donde emergió el carácter más tempestuoso del Beethoven prerromántico, y donde el pianista mostró su capacidad para transitar entre el rigor y la introspección, con una sonoridad sobria pero incisiva.

El Concierto n.º 4 en Sol mayor, op. 58, cerró la primera parte como un susurro de belleza. Su inicio, tan insólito como introspectivo, fue abordado con una dulzura casi confesional. El célebre diálogo entre piano y orquesta en el segundo movimiento se convirtió en una escena casi teatral: el piano como íntimo monólogo frente a los acentos casi ásperos de la orquesta. Aquí la poesía se impuso sin necesidad de subrayados. El resultado fue conmovedor: el silencio posterior al movimiento pareció durar más de lo previsto, como si el público necesitara unos segundos más para volver al mundo. Eso sí, no dudaron en exclamar sonoramente los bravos al finalizar el último movimiento, con un lleno casi absoluto y el auditorio en pleno rendido a los pies de un artista enorme.

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Segunda parada:  El círculo se completa (22:30h)

Ya con la noche entrada y el público retornando a sus butacas tras un breve descanso, comenzó la segunda sesión. El Concierto n.º 1 en Do mayor, op. 15, fue un regreso al humor clásico, lleno de vitalidad. Perianes, que lleva más de dos décadas conviviendo con estas obras, lo interpretó con una soltura que no excluía el detalle. Cada gesto tenía dirección, cada rubato, una intención narrativa. El primer movimiento sonó luminoso, como un viaje hacia una cierta inocencia perdida. Fue también un guiño a Haydn, a los orígenes, a la juventud del maestro.

Y finalmente, el “Emperador”. El Concierto n.º 5 en Mi bemol mayor, op. 73, estalló en todo su esplendor. Perianes y la orquesta construyeron una versión grandiosa, pero sin exceso, noble pero no estática. El equilibrio entre lo sinfónico y lo poético estuvo siempre presente. Aquí el pianista se mostró no solo como virtuoso, sino como arquitecto del discurso. El movimiento lento fue un remanso de cantabilidad, y el final, vibrante y bien estructurado, cerró el ciclo con una sensación de plenitud difícil de explicar con palabras.

Epílogo: una jornada para la memoria

La experiencia fue total. El formato-maratón no fue un capricho, sino una forma de narrar la evolución de Beethoven en un solo trazo continuo. Desde la claridad clásica hasta la monumentalidad romántica, el ciclo se desplegó como una travesía vital. Escuchar los cinco conciertos seguidos reveló una progresión que no siempre se percibe al abordar estas obras por separado: una búsqueda constante de forma, una expansión del lenguaje, un Beethoven cada vez más libre y más interior.

El público, totalmente entregado aun llegando a la media noche, recibió esta odisea con silencios atentos y aplausos generosos. La retransmisión en exteriores, los espacios de descanso gastronómico y el ambiente festivo confirmaron que el clasicismo no está reñido con la experiencia contemporánea. La música, cuando se interpreta con compromiso, rigor y humanidad, trasciende las barreras del tiempo y se convierte en acto colectivo.

Al terminar, Perianes saludó con humildad. No había grandilocuencia. Solo la sensación de que Beethoven, como dijo el propio pianista, es una línea circular a la que siempre se vuelve. Un viaje que, como ocurre con las grandes obras, no termina con la última nota, sino que continúa resonando en la conciencia de quienes tuvimos la fortuna de estar allí. Un viaje que nos lleva de rodillas a Bonn, pero en esta ocasión pasando irremediablemente por Nerva.

Fotos: © Rafa Martín