arcadivolodos Marco Borggreve 

Deslumbrante

Barcelona. 07/06/2021. Palau de la Música Catalana. BCN Clássics. Obras de Schubert, Brahms y Rachmaninov. Arcadi Volodos, piano.

No siempre se da el caso de que, en cuanto -después del silencio preceptivo- el solista empieza la ejecución, la atmósfera requerida se apodere del auditorio inmediatamente. Naturalmente las expectativas de los espectadores y el respeto al artista, reputadísimo, juegan un papel en ello. Pero hay algo más: el tempo, el fraseo y las dinámicas pueden ayudar al espectador a introducirse en la narrativa del autor. Y se hace un silencio especial. Diferente.

Así sucedió el pasado lunes en el Palau de la Música Catalana en cuanto Arcadi Volodos atacó los primeros acordes de la Sonata para piano en sol mayor D.894 de Franz Schubert (1797-1828). Naturalmente Volodos tocaba de memoria pero eso es sólo la expresión prosaica de la implicación del pianista con la obra que, por cierto, ha grabado anteriormente. 

La sonata en cuestión contiene ciertos aspectos contradictorios puesto que, aunque el discurso fluye con una libertad y una naturalidad propias de un maestro, las exigencias de la forma clásica llegan a generar la sensación de haber escuchado el primer movimiento dos veces. Eso no es un problema para un Schubert inspiradísimo ni para un Volodos que nos regaló dinámicas delicadísimas (por duplicado).

Lo hizo desde un planteamiento basado en tempi lentos (si los comparamos con un Alfred Brendel, por ejemplo) y una expresividad rayana en la exageración, sin que ello signifique para nada un cuestionamiento del artista ni de su enfoque.

Y así se desarrolló toda la sonata a pesar del señor del caramelo (¿les paga la competencia?), de la caída de objetos y de los inevitables dispositivos electrónicos. Cabe agradecer al público y al propio Volodos que la tensión expresiva, constante durante toda la velada, nos permitiera, por lo menos, ahorrarnos las típicas toses en las pausas. 

Cuando Volodos atacó el primer pasaje de las Seis piezas para piano, op.118 de Johannes Brahms (1833-1897), pudo parecer que irrumpía en escena un pianismo más musculoso, más propio de los valores que dieron a Volodos sus primeras glorias con autores como Sergei Rachmaninov (1873-1943). Pero de acuerdo con el propio espíritu de la obra volvieron las sutilezas, la atmósfera delicada y un refinamiento extremo. 

Como el artista estaba caliente nos regaló además hasta seis bises que no hicieron más que confirmar las impresiones recibidas. Y eso no es la primera vez que sucede  con este pianista en Barcelona. No es que la institución de los bises sea una de mis preferidas. Generalmente no aportan gran cosa al programa. Pero cuando un pianista de la categoría de Volodos se decide a regalarnos unas propinas sería de desagradecido desecharlas. Y al final no dejan de ser un regalo que nos ofrece un artista superlativo.

Foto: © Marco Borggreve