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Dos orquestas en una 

05/08/2021. Palacio de Festivales, de Santander. Obras De Frederick Chopin y Dimitri Shostakovich. Dmytro Choni (piano) y Orquesta Sinfonica de RTVE. Dirección musical: Pablo González.

El tercer concierto sinfónico del Festival Internacional de Santander, uno de los festivales más significativos del verano musical, propuso una velada protagonizada por la Orquesta Sinfónica de RTVE con dos obras que contrastaban de forma significativa: al inicio, el Concierto para piano y orquesta nº 2 en fa menor, op. 21, de Frederick Chopin. En sí, estamos ante un concierto para piano y orquesta sin orquesta; ésta está limitada al máximo en su papel de mero acompañante del solista, amo y señor de la obra. De hecho, podemos concretar que existen dos plantillas orquestales en el desarrollo de la obra: una, con el piano silente y que funciona con todos sus miembros de forma activa. Otra, cuando el solista pasa a la acción, provocando el silencio de viento, metales y percusión y con la cuerda, muchas veces, en modo casi simbólico, acompañando la labor virtuosa del solista. 

En esta labor el pianista ucraniano Dmytro Choni, ligado a la ciudad por su victoria en la edición de 2018 del Concurso Internacional de Piano de Santander, solo puede recibir parabienes: exactitud, pulcritud y plena identificación con la obra permitieron que esta emergiera a pesar de la exigua y desequilibrada parte orquestal. Pablo González dirigió y concertó la obra simulando que se la creía.

Casi a modo de compensación la segunda parte se dedicó a un monstruo de la orquestación, al gran referente de la sinfonía del siglo XX: Dimitri Shostakovich. El contraste es brutal y aquí sí, pudimos disfrutar de la tarea, brillantemente ejecutada, tanto del director como de los miembros de la orquesta.

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La Sinfonía nº 9 en Mi Bemol Mayor, op. 70 es reflejo del inconfundible estilo del compositor, eso sí, ligado al humor, podríamos llegar a decir que a la retranca, sobre todo en los movimientos impares donde se suceden sin detenimiento los detalles estilísticos del compositor, aquellos que dotan de enorme personalidad y originalidad a su obra. Las huellas del compositor se encuentran sin dificultad: disonancias burlescas, páginas de solista prácticamente a todos los instrumentos, el poder de la percusión y –sobre todo- de la caja, etc. Shostakovich en estado puro. Y aquí sí, pudimos disfrutar de una interpretación alegre, desprendida, perfecta en su ejecución y que Pablo González llevó a muy buen puerto con la colaboración de una orquesta volcada con su maestro. 

La música de Shostakovich continúa, a pesar del tiempo transcurrido –esta sinfonía se estrenó el mismo año del fin de la Segunda Guerra Mundial, 1945, es decir, hace ya más de setenta y cinco años- provocando cierta inquietud y perplejidad en muchos de los oyentes, aun no acostumbrados a los peculiares juegos rítmicos del soviético. 

Constatar mi sorpresa al ver los numerosos huecos existentes en el Palacio de Festivales; el ya de por sí mermado aforo apenas fue cubierto y esto puede ser un indicador de las dificultades que tendremos en un futuro inmediato para recobrar la confianza colectiva para acudir en recintos cerrados a actos como el que nos ocupa junto a centenares de personas. Significativos los aplausos de los componentes de la entidad a su maestro, recientemente cesado por razones difíciles de entender desde fuera.

Fotos: © Pedro Puente Hoyos