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Jugar en casa

19/10/2021. Pamplona. Palacio Baluarte. Emilio Arrieta: Marina. Andrea Jiménez (Marina, soprano), José Luis Sola (Jorge, tenor), Borja Quiza (Roque, barítono), Pablo Ruiz (Pascual, bajo) y otros. Orquesta Sinfónica de Navarra y Coro Lírico de la AGAO. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra.

No negaré que lo más bonito, incluso lo más emocionante de la velada fue volver a ver el Baluarte con un nivel de capacidad importante, mucho público repartido por las butacas y muchas personas –ya hablaremos luego de esto- sobre el escenario. Parece que comenzamos a asimilar la normalidad formal también en la lírica y bienvenida sea la situación.

Emilio Arrieta nació en 1821 y este año hemos llegado con el tiempo justo para recordarle en condiciones adecuadas -¡cómo no!- con Marina y quedamos a la espera, por lo que a la lírica se refiere, del concierto a celebrar el próximo 30 de diciembre en el mismo lugar y donde podremos escuchar San Franco de Sena, la última zarzuela del compositor. Así pues, este título además de dar inicio a la temporada del Baluarte es legítimo homenaje a uno de los compositores navarros más relevantes del siglo XIX.

Marina se programó en momentos sanitarios más críticos y por ello se apostó por la versión en concierto; dada la calidad de la obra a mí personalmente no me ha molestado tal decisión porque el libreto de esta zarzuela-ópera es uno de los despropósitos más grandes que del mundo de este arte conozco; ayer mismo, mientras leía algunas frases del texto no podía sino sonreír ante semejante dislate. Eso sí, es una ópera vocalmente muy exigente sobre todo para tenor y soprano y en ellos descansa gran parte del peso que tiene la obra.

Inexistente, por lo tanto, la parte escénica, comentar que solo uno de los principales cantantes hizo por conectar con el público, el barítono gallego Borja Quiza, que subrayó la parte más sardónica de Roque con simples gestos y un mínimo de intención, suficiente para captar la atención del público que agradeció el esfuerzo interpretativo. A priori Quiza podía despertar algunos recelos vocales pero quiero decir que su personaje pasó por ser el mejor construido tanto a nivel dramático como vocal, dándole al recio y escéptico marinero gran entidad. El bajo onubense Pablo Ruiz dio empaque a Pascual, único de los personajes principales que no tiene página solvente solista y aunque podría pedírsele mayor contundencia vocal construyó su personaje, bastante desagradable en el fondo, con suficiencia y dignidad.

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Ya queda escrito que los principales protagonistas de la ópera son los casi hermanos Marina y Jorge; de ellos depende, en gran medida, el éxito de la función y si el Jorge del navarro José Luis Sola me resultó convincente a pesar de algunas fragilidades en el registro agudo –quizás en el acto III ya se encontraba cansado- el navarro volvió a exhibir sus conocidas cualidades, a saber, un buen fraseo y un agudo solvente. Su  presentación –Costa, la de Levante- fue notable; más apurado se mostró al final del acto II. 

En el caso de la también navarra Andrea Jiménez he de hacer constar que la sensación que me quedó al final es que el papel pudo con la cantante. La soprano ha de abordar dos momentos clave: la primera escena de la ópera, con casi un cuarto de ópera cantando prácticamente en solitario y dónde Jiménez pareció reservarse ante lo que le quedaba por delante; luego, la escena final, de carácter belcantista y en donde la coloratura y las notas sobreagudas pasaron factura a una cantante superada. Nadie puede negar ni las buenas intenciones ni un timbre de hermoso color, que quedaron expuestos ante todos, a pesar de los problemas. Los comprimarios mostraron un nivel excelente, especialmente el noble capitán Alberto de Andoni Sarobe y el marinero de Darío Maya. Más discreción en la Teresa de Elena Miral.

La concertación de la ópera quedaba en manos de un clásico de la plaza, José Miguel Pérez-Sierra y he de decir que en esta ocasión su labor me pareció algo desconcertante. No se pone en duda la calidad concertadora del maestro y que fuera capaz de acompañar a los solistas vocales con mimo y un ritmo adecuado además conseguir de la sinfónica navarra un desempeño notable al apostar por subrayar la paleta orquestal de la obra, lo que me parece profundamente legítimo e incluso original en una obra repetida hasta la saciedad; sin embargo permítaseme apuntar que Pérez-Sierra no consiguió el necesario equilibrio entre los distintos planos, es decir, cantantes, coro y orquesta. No olvidemos que todos ellos estaban situados en el escenario y que tal desequilibrio fue siempre en detrimento de los primeros; a ello coadyuvó unos excesivos Coro de la AGAO y Orfeón Pamplonés, con cerca de 125 voces, que sonó atronador y no en el mejor sentido, llegando a tapar la esforzada labor de unos cantantes que se encontraron vendidos en más de una ocasión.

El Baluarte presentaba una entrada muy interesante, quizás superior al 80% y la reacción popular fue de entusiasmo. Emilio Arrieta ha sido recordado aunque reconozcamos que nos produce más interés el rescate de la ya mencionada zarzuela olvidada, San Franco de Sena, con la que daremos final al año en curso.

Fotos: © Iñaki Zaldua