Quatuor Modigliani JéromeBonnet

Nosotros fuimos los primeros

Amsterdam. 21/10/2021 Concertgebouw. Obras de M. A. Turnage y F. Schubert. Cuarteto Modigliani.

La primera impresión que saco de este concierto del Cuarteto Modigliani es de felicidad y orgullo. Sí, permítanmelo: y es que el estreno en Holanda en el Concertgebouw de Amsterdam del último cuarteto de uno de compositores mas renombrados del panorama internacional tuvo su estreno mundial en Madrid el pasado 2020 en Auditorio Nacional y como encargo conjunto del CNDM y otros auditorios europeos. Esto, que puede parecer una tontería, invita a sacar pecho teniendo en cuenta de los antecedentes, digamos de segundo rango, que hasta hace poco ha tenido nuestro país en cuanto a posicionamiento musical a nivel internacional. Recordamos, sí, el estreno del Concierto para violín de Berg en Barcelona, o el segundo de Prokofiev en Madrid, incluso hay una placa que lo indica en nuestro querido Teatro Monumental, pero de muy poco más podemos sacar pecho. Parece que empezamos a tener más peso internacional, y eso está muy bien.

Mark-Anthony Turnage escribió su cuarteto llamado Split Apart pensando en el Brexit y la decepción que le provocó el resultado de su referéndum, y ello lo manifiesta musicalmente cuando en el cuarto movimiento descompone, altera y desfigura el himno a la alegría de Beethoven como símbolo de esa Unión Europea rota en su país. En su movimiento posterior y final, la sensación de desolación impera, y los cuatro instrumentos caminan como ciegos con sus peroratas largas y con sordina, acabando en su nota final en interrogante, como si el incierto futuro de un país no se pudiese apoyar en una resolución sólida. Antes, en sus tres primeros movimientos Turnage te lleva de la mano y te mantiene con la atención en todo lo alto.

Ya desde su inicio, con esas notas mantenidas en crescendo arco arriba y pizzicato por tres veces (muy bien regulados por el Modigliani) el autor va manejando diseños que pasan transformados, de un instrumento a otro, dibujando apasionantes y variados fondos a estos distintos motivos. El segundo movimiento con su cierta forma tripartita a modo de ABA y los instrumentos en sordina contrasta con su aire más difuminado y fantasmal, mientras que el tercero salta a modo de Scherzo con su centelleante motivo de nota larga mas corta expuesto en dobles cuerdas por el primer violín y luego tomado por los demás en variadas versiones. Gran cuarteto, y gran interpretación del Modigliani que, como cuarteto receptor y dedicatario de la obra, la mima, y la presenta con una devoción y una fe encomiables, consiguiendo exponer un trabajo extraordinario lleno de precisión nada fácil. 

Todas estas virtudes del cuarteto francés se confirmaron después con el Cuarteto n.13 Rosamunda de Franz Schubert, optando por un estricto y férreo control rítmico aunque con la suficiente variedad. El inicio del cuarteto de Schubert, tan mágico y paradigmático, con ese “bajo” a modo de fátum trazado al unísono por ese diseño de 4 semicorcheas mas blanca con puntillo por la viola y violoncello al que se suman el constante motor rítmico en corcheas del segundo violín como si fuese un ligado bajo Alberti sobre el que descansa y eleva la maravillosa melodía del primer violín: tantas cosas y tan diversas y contrarias, aunque con muy pocos elementos, hacen de este inicio uno de los comienzos más conmovedores y mágicos que uno pueda recordar, y no sólo de la literatura cuartetística.

El Cuarteto Modigliani trazó todo esto con un tempo ligero y un control férreo del ritmo, el bellísimo sonido del Guadagnini que toca el primer violín del cuarteto francés se elevaba y llenaba la pequeña sala de cámara del Concertgebouw con su maravillosa acústica. Quizá esa mayorización de la melodía en su segunda parte podría haberse descubierto más, o su vibrato podría ser algo más variado, pero la rendición hacia A. Coeytaux como primer violín del cuarteto es absoluta, por su control y absoluta musicalidad. Los demás integrantes aportan una precisión y una energía compacta que potencia y multiplica en todos los conjuntos mejor que en las individualidades, consiguiendo alcanzar un acabado rotundo, hermoso, e impecable, además de una igualdad en ataques y golpes de arco asombrosa, como demostraron en el difícil spiccato del tercer movimiento. Las excelentes impresiones se confirmaron en la “propina” con el Scherzo del décimo cuarteto también de Schubert relajando además un punto ese férreo control rítmico a pesar del prestísimo marcado por el compositor. 

Foto: © Jérome Bonnet