© Eduardus Lee 

Una montaña rusa de emociones

Ámsterdam. 10/05/2025. Concertgebouw. Mahler Festival 2025. Mahler: Sinfonía no. 1. Orquesta del Concertgebouw. Klaus Mäkelä, dirección musical.

Amantes devotos de la música se dan cita estos días en las calles de Ámsterdam para el Mahler Festival del Concertgebouw, en su edición de 2025. Diez sinfonías, interpretadas por seis orquestas durante once días. Pero no solo los seguidores de Mahler abarrotan la ciudad. Fans de Klaus Mäkelä de todo el mundo se han embarcado en una peregrinación al sagrado Concertgebouw para ver al artista en persona. Curiosamente, algunos de ellos con poco o ningún conocimiento de la música de Mahler, pero comprometidos con su devoción a un joven director que parece estar conquistando a todo el mundo. Sentado a mi derecha, un joven fan de la música tecno, me confesaba visitar el Concertgebouw por vez primera. La repercusión de Mäkelä parece no tener fin.

Hell Mountain, A Mahler Homage for Orchestra, del compositor sueco Anders Hillborg, inauguró la velada. Este nuevo encargo (estrenado en la noche anterior) se basa en un tema mahleriano de cuatro notas. Todo sonaba bastante convencional, en un principio, pero con los suaves y metálicos sonidos de los segundos violines, la atmósfera cambió rápidamente. ¿En qué mundo futurista nos habíamos adentrado?

Esa momentánea ilusión de resolución convencional pronto fue reemplazada por una realidad sonora que nos interpelaba. El saxofón soprano nos guió a través de un bosque de microtonos, armónicos, percusiones de boca y pizzicato. Con inteligencia, Hillborg desafía a la orquesta a explorar nuevas sonoridades y timbres. La trompa ofreció la primera melodía real de la noche, hablando un lenguaje similar al de Interstellar de Hans Zimmer, antes de que los guturales tonos del saxofón invocaran un nuevo amanecer. Siguió un clímax imponente con timbales y metales atronadores. Solo faltaba que los oboes y las cuerdas nos llevaran suavemente a casa. Pero no sin antes hacer una parada en el camino, en una suerte de loca madriguera al estilo de Alicia en el país de las maravillas. Durante toda la ejecución, la serena seguridad de Mäkelä permitió que este nuevo encargo brillara con fuerza, como una estrella futurista.

Tras el intermedio, los armónicos iniciales de las cuerdas de la Primera Sinfonía de Mahler daban la impresión de continuar con el mundo sonoro de Hillborg, aunque un ligero nerviosismo pareció apoderarse de la escena. Sin embargo, las delicadas trompetas desde fuera del escenario calmaron cualquier duda y todo volvió a centrarse. Mäkelä recreó con esmero la paz y la soledad. Solo la palpitante línea de base y las estridencias de los clarinetes insinuaban un posible declive. Este pasaje se escuchó de modo muy diverso aquí a como había sonado en los conciertos de incios de este mismo año (de gira por Europa y Estados Unidos). El comentario que Mäkelä hizo en su día, disponible on-line, comparando esta música con La ronda nocturna de Rembrandt, donde cada visita trae algo nuevo consigo, parecía tomar cuerpo. A medida que nos acercábamos al estruendoso clímax del primer movimiento, todo daba una impresión de renovado vigor. La RCO estaba, ahora sí, de vuelta en el apasionante mundo de los Alpes austriacos de Mahler.

El Kraftig bewegt cobró vida con unas cuerdas vigorosas que deleitaban con los ritmos folclóricos del Ländler. Las ocho trompas de sonido metálico (con las campanas hacia arriba) fueron también un espectáculo para la vista. La atención al detalle hizo de esta actuación algo especial. La búsqueda, por parte de Mäkelä, de unos timbres diferenciados y la creación de infinitas atmósferas hicieron que todo resultara a la vez contundente y cautivador.

Sin embargo, el tema 'Frère Jacques' del contrabajo elevó la actuación de esta tarde a otro nivel. Inspirado por el grabado de Moritz von Schwind, donde animales desfilan por el bosque llevando a un cazador a su lugar de descanso final, era inevitable sentir la tristeza en los pasos del timbalero, tan poco tiempo después del fallecimiento de su antiguo colega, Marinus Kornst, timbalero solista de la RCO (1991-2017) y aún miembro de la familia de la RCO. A pesar de las interjecciones klezmer, esta fue una marcha fúnebre teñida de auténtica tristeza antes de que las alas angelicales del arpa llevaran suavemente al héroe a su ascenso celestial.

Finalmente se desató el caos en el Stürmisch bewegt. La emoción dio paso al anhelo antes de volver a sumergirnos en el frenesí. El patetismo se sentía real, y los violines metálicos sonaban amenazadoramente ásperos. Mientras el bombo se ponía en marcha y la trompeta alcanzaba esas notas agudas, la flauta ofrecía un respiro momentáneo. Mäkelä permitía constantemente a los músicos encontrar su mejor versión. Con las campanas en alto una vez más, las trompas disfrutaron de la instrucción de Mahler de arrasar con todo a la vista, incluso las trompetas. Se perdonaron las oscilaciones anteriores. ¡Esta fue una creación musical del más alto calibre y una montaña rusa de emociones!

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Fotos: © Eduardus Lee