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Cuidando la cantera

Pamplona. 06/11/2021. Teatro Gayarre. Obras de Rossini, Gounod, Chapí, Serrano y Moreno Torroba, entre otros. Nerea Berraondo, mezzosoprano. Gillen Mungía, tenor. Miriam Zubieta, soprano. Orquesta Ciudad de Pamplona. Nicola Valentini, dirección musical.

Hay mucho aficionado a la ópera de esos que solo mueve músculo si de ver y escuchar a una gran figura lírica se trata; otros apuestan por todo tipo de voces y guardan especial predilección por las figuras emergentes, más si se trata de producto local. Otros somos omnívoros.

El recital planteado por la Asociación Gayarre Amigos de la Ópera (AGAO) entra en la segunda consideración, ya que sirve de oportunidad para que tres jóvenes locales, dos navarras y un guipuzcoano, tengan la oportunidad de acumular minutos en el escenario y enfrentarse al público local. Así, el Teatro Gayarre presentó una buena entrada que permitía calcular la ocupación de la platea en torno al 75% de la misma.

Estos recitales tienen muchos aspectos positivos y alguno que tendríamos que desterrar –y que concretaré al final- y en el caso que nos ocupa hay que decir que el resultado final fue más que satisfactorio. Su estructura fue muy clásica: una primera parte operística, centrada en Rossini y títulos franceses y una segunda totalmente zarzuelera con alguna páginas infrecuente.

Si atendemos a un estricto orden alfabético, la primera cantante a considerar es la mezzosoprano navarra Nerea Berraondo, quizás la cantante con la carrera más proyectada. Una mezzo de voz importante aunque en los distintos registros los cambios de color fueran incluso excesivos; tiene un agudo de soprano lírica que le permitió adornarse en el Bel raggio lusinghier rossiniano, un centro importante y bello como enseñó en la página zarzuelera -¡Qué me importa que no venga, de Los claveles-  y un grave de volumen aunque de timbre forzado, un punto artificial. En cualquier caso estamos ante una cantante muy interesante y que intuyó va a tener oportunidades en casa a no tardar demasiado.

El tenor donostiarra Gillen Mungía volvió a enseñar sus principales características: tiene un timbre hermoso y capacidad de fraseo digna de aplauso, pero en las dos páginas operísticas se le notaba incómodo y me atreví a pensar en alguna indisposición, tal y como se confirmó posteriormente, aunque nunca se anunció públicamente.  Las limitaciones eran evidentes en el acceso a la franja aguda, con excesivas precauciones y en el fiato, algo afectado. Mucho más cómodo en las páginas de zarzuela hasta el punto de que su Paxarín, tú que vuelas fue, técnicamente, el mejor momento de la velada.

La soprano navarra Miriam Zubieta se metió al público en el bolsillo por su vis actoral y, especialmente, por el esfuerzo de caracterización que hizo en la escena de la muñeca Olympia, de Les contes d’Hoffman, de Jacques Offenbach. Se equivocó con la elección de Una voce poco fa, que terminó cantando con un estilo esquivo a la partitura. Rossini tiene muchos momentos mucho más adecuados para la cuerda y no digamos nada si miramos al bel canto en general. Zubieta tiene, eso sí, mucho desparpajo y capacidad actoral, lo que no evita que esquivara sistemáticamente los sobreagudos y que tuviera algunos problemas en las agilidades. Son cuestiones a mejorar y aunque el volumen no es grande, es una voz a tener en cuenta.

Nicola Valentini dirigió a una insuficiente Orquesta Ciudad de Pamplona, únicamente con treinta maestros y mostrando por ello un sonido escaso y poco empastado en las dos páginas orquestales –una famélica obertura de El rapto en el serrallo y un poco enérgico preludio de La revoltosa- y un acompañamiento rutinario en el desarrollo del programa.

El público braveó a las dos navarras desde un principio –siempre hemos de suponer que familia y amigos están presentes- mientras que al tenor donostiarra le costó algo más conseguir la aceptación popular, lo que le llego con la zarzuela. Eso sí, por desgracia alguien decidió que era buena idea ofrecer un espantoso bis con el brindis de La traviata cantado por el tenor, una Violeta dúal  y los aplausos descoordinados de un público ansioso, siendo capaces entre todos de construir un pequeño gran espanto. El espíritu de Giuseppe Verdi habrá presentado una reclamación a la organización, estoy seguro, aunque me temo que será inútil. ¡Qué daño hicieron los tres tenores!

Foto: Mikel Legaristi.