Partenope brenda rae javier del real 1

Händel art déco

Madrid. 23/11/21. Teatro Real. G. F. Händel: Partenope. Brenda Rae (Partenope). Iestyn Davies (Arsace). Teresa Iervolino (Rosmira). Anthony Roth Costanzo (Armindo). Jeremy Ovenden (Emilio). Nikolay Borchev (Ormonte). Orquesta Titular del Teatro Real. Christopher Alden, dirección de escena. Ivor Bolton, dirección musical.

Décima ópera de Händel que se programa en el Teatro Real de Madrid desde su reapertura. Con esta Partenope, estreno escenificado en España, el Real reivindica la figura del compositor barroco como uno de los pilares de su programación.

Título compuesto y estrenado en 1730 en Londres, en uno de los periodos más fecundos y ambiciosos de Händel, entonces en su segunda tentativa, después del fracaso económico de la primera, de impulsar la Royal Academy of Music, con el estreno de nuevas óperas y con los mejores cantantes italianos de la época. 

Así fue como la primera Partenope fue la afamada soprano bergamasca Ana Maria Strada del Po, diva barroca para la que Händel compuso roles protagonistas como el de Ariodante (1735), habiendo sido también la primera Alcina (1735), en una de las óperas más célebres y paradigmáticas del compositor. 

El debut en el rol de la soprano estadounidense Breanda Rae como Partenope fue más que satisfactorio y supo estar a la altura del reto puesto que no solo es un rol brillante sino que aglutina un personaje nuclear que en esta producción se explota sobremanera.

Christopher Alden permuta el contexto de la trama como opera seria y sus líos amorosos entre personajes mitológicos, príncipes y princesas y lo traspasa al contexto del Paris de los años 20. No es una adaptación cualquiera pues estéticamente, un atractivo escenario art déco simula la habitación y casa de la musa del surrealismo francés Nancy Cunard.

Alden buscó la figura de una mujer carismática, adelantada a su tiempo, moderna i desinhibida para revivir como una Partenope más cercana a nuestros días y lo encontró en la figura de Cunard. La artista británica aficada en la ciudad de la luz fue un icono del París de esa época y quedó inmortalizada en fotos que han pasado al imaginario colectivo artístico realizadas por Man Ray. Esta imagen de la polifacética Cunard llena y desborda la producción de Alden que incide y muestra con notable fuerza teatral el magnetismo de su figura. 

Este sería el mayor logro de una producción que partiendo de todo este punto de vista estético, jugando con la identidad de los demás personajes-pretendientes de Partenope y en su traslado de Nancy Cunard, veríamos al personaje de Emilio como una suerte de Man Ray, fotografiando constantemente a la musa, o incluso a una suerte de André Breton parodiado en el personaje de Ormonte. La estética triunfa en un vestuario perfecto, una iluminación acorde, y una dirección de actores intachable que funciona perfectamente y de la que destaca sobremanera la Partenope de Brenda Rae.

No es el instrumento de Rae la de una soprano de imponentes medios, de hecho el tamaño y volumen parecen los idóneos para teatros del tamaño del Real, perfectos para el repertorio barroco. La voz suena fresca, con una inusitada facilidad en el registro agudo, donde el timbre gana en volumen, brillo y esmalte, pues el registro medio y los graves adolecen de falta de cuerpo y se pierden en una emisión muy ajustada. El estilo es impecable, la elegancia del fraseo y la entrega expresiva fueron también bandera de una interpretación que en su conjunto resultó no solo convincente sino estelar para un personaje rico, complejo y variado. Fue con su gran aria del final del primer acto, "Io ti levo l’Impero dell’armi" donde Rae descorchó y mostró el dominio del personaje. Así su implicación emocional y las virtudes técnicas del control de su instrumento transcurrieron a lo largo de las más de tres horas de la exigente partitura. 

Como enamorado Arsace, el contratenor británico Iestyn Davies mostró las sutilezas de un cantante siempre sensible, expresivo y dueño de un instrumento que no siendo tampoco grande ni sonoro, compensa con una elegancia estilística inapelable. Momento estelar y paradigmático fueron sus dos arias del último acto, "Ma quai note di mesti lamenti" y "Fatto è amor un Dio d’inferno". 

La Rosmira de la mezzo italiana Teresa Iervolino, tuvo el atractivo de un color oscuro y timbre adecuado aunque de emisión velada y colocación de la voz distinta según la tesitura. Esa pérdida de homogeneidad tímbrica restó calidad general a su emisión a pesar de un estilo canónico y una interpretación escénica creíble y teatral.

Triunfador de la velada junto a Rae y Davies resultó el irresistible Armindo del contratenor estadounidense Anthony Roth Costanzo. Siempre a la “sombra” argumental de Arsace, Costanzo mostró una férrea seguridad técnica. En su primera aria Alden lo hace arrastrarse por unas escaleras, cantar colgado de las mismas, etc, en un símil poco conseguido de sus avatares emocionales enfrente a su adorada Partenope que Costanzo salvó con meritória habilidad teatral. Pero fue con su icónica aria final, "Nobil core", con una mezcla hilarante coreográfica de baile de claqué y castañuelas donde el contratenor se llevó al público de calle. Carisma teatral, dominio del cuerpo, del instrumento y del arte de cantar y actuar en uno. 

De emisión y color algo metálicos que le restaron atractivo vocal, el tenor Jeremy Ovenden fue un Emilio en estilo, teatralmente implicado en su alter ego de Man Ray. De instrumento atractivo, aunque algo fuera de estilo, el barítono Nikolay Borchev asumió con solvencia y seguridad el rol de Ormonte completando un reparto impecable bajo la sabia batuta musical de Ivor Bolton.

Hay que alabar el trabajo musical del director titular del Teatro Real, Ivor Bolton, experto como pocos en el repertorio händeliano. Bolton asumió también el clave y llenó de fantasía barroca y estilo una partitura rica en contrastes. Espectacular la battaglia del inicio del segundo acto, con unos metales fulgurantes y un ritmo contagioso y vibrante. Bolton acompañó con mimo y hasta con ternura expresiva cada una de las más de ¡30 arias! que contiene la partitura. La orquesta respondió con riqueza de matices, cuerdas elegantes, con unos vientos-maderas cálidos y unos metales arrolladores que sumergieron al espectador a una ópera que históricamente merecía su estreno escénico en España.

En suma, una velada händeliana que hizo justicia a un título poco conocido pero necesario por la belleza y calidad de una música que no ha perdido un ápice de calidad ni de seducción. 

Foto: Javier del Real.