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El cantante y el recital

Valencia, 29/01/2022. Palau de les Arts Reina Sofía. Obras de Robert Schumann. Matthias Goerne, voz, Markus Hinterhäuser, piano.

Antes de comenzar esta reseña quería matizar que cada amante del lied tiene su manera de entender esta forma de concierto. Estas líneas están escritas sobre esa visión personal que tengo y la experiencia de los conciertos que he tenido la suerte de escuchar. Creo que un recital de lied es algo muy especial, donde se establece una relación muy estrecha entre pianista, cantante y público. En un liederebend, como se denomina en Alemania a estos recitales, los artistas están con el único apoyo de su instrumento (la voz, el piano) frente a su auditorio. No hay apoyo de atrezzo, ni nada que distraiga la atención de lo que ocurre en escenario con un piano y un cantante apoyado en él. El propio carácter del género crea esa intimidad. Las canciones, los lieder alemanes en este caso, ayudan aún más, por su temática, a ese ambiente íntimo, recogido. La conexión entre los tres elementos (música-voz, texto, oyentes) solo funcionará si los tres están empeñados en que funcione esa interrelación. Cuando se da, les aseguro, que es algo mágico.

No hubo magia en el recital que Matthias Goerne y Markus Hinterhäuser ofrecieron el pasado 29 de enero en la sala principal del Palau de les Arts Reina Sofía. ¿Y por qué no? No fue por el público, atento, silencioso e imbuido en lo que escuchaba del escenario. Tampoco la tuvieron los preciosos lieder de Schumann, uno de los más destacados representantes de la canción romántica. Fue el planteamiento que Goerne impuso a ese recital, sin pausas, sin casi dar respiro al espectador, sin hacer diferencias entre ciclos tan diferentes por año de composición y temática como el segundoLiederkreis que compone Schumann en 1940, o el último grupo de canciones que ponen fin a su producción, los Gedichte der Königin Maria Stuart (Poemas de la reina María Estuardo) terminado en 1852.

Cada grupo de canciones tiene un tono especial, una unión de temática y espíritu que surge de la mano del poeta y el compositor. No se pueden cantar todos seguidos, como si fuera un Winterreise, porque no lo es, rompe el encanto del ciclo y desorienta al oyente. Choca esta actitud del cantante con sus declaraciones hace un tiempo sobre este tema en una entrevista en Platea Magazine: "¿Usted también forma parte del público? ¿Acude a recitales de sus colegas?A veces. Pocas veces, la verdad. Hay cantantes que son realmente interesantes, tanto de mi generación como de la nueva, y voy a sus conciertos, pero la verdad es que a menudo echo de menos lo que para mi es más importante en un recital, la autenticidad. Me encuentro con que todo está muy bien cantado, bien aprendido, pero para mí un recital va más allá. Hemos de tener en cuenta que para el público es un género difícil; la gente va a un recital porque ama el género, va dispuesta a sentirlo, a conectar, pero para eso necesita a los artistas. No es suficiente con aprender la pieza, no es suficiente con cantar lo que pone en la partitura; eso está bien, es correcto, pero no basta para que la gente se emocione". Esa autenticidad estuvo ausente de su recital por una precipitación que remató con la ausencia total de la cortesía de alguna canción fuera de programa.

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Un recital que en la parte técnica no decepcionó. Goerne es un consumado liederista y creo que su carrera es de las más significativas y productivas de su generación. Su expresividad, su manera de cantar el verso, el color y la adaptación constante y perfecta a cualquier variación en la tesitura o el volumen del lied hace de su canto una delicia, una lección. Su gesto, a veces demasiado marcado, casi excesivo, sirve para ir marcando la intensidad de cada palabra. Es como si dirigiera con una ficticia batuta el lied y el público siguiera hipnotizado ese gesto, esa mano, esa mirada, que marca el ritmo de la música. La voz deja entrever el paso del tiempo y marca más esa proyección algo cavernosa que forma parte de la técnica del barítono pero lo compensa  con el viejo arte de la excelente interpretación.

En primer lugar cantó  Seis poemas y un Réquiem sobre textos de Nikolaus Lenau, que Schuman compuso en 1850, justo antes de la muerte del poeta al que él conocía personalmente. Goerne, curiosamente sólo cantó cinco de los seis poemas y el Réquiem, ignoro la razón. Especialmente inspirado en el romántico y musicalmente muy descriptivo (viento, olas, susurro del follaje) Einsamkeit (Soledad) donde la maestría de Markus Hinterhäuser, brillantísimo en toda la velada, acompañó la interpretación.

Después del solitario Der Eisender (El ermitaño) sobre un poema de Joseph von Eichendorff pasamos a escuchar a dos de los Liederkreis (ciclo de canciones) que compuso Schumann también sobre textos de Von Eichendorff y una de sus obras más conocidas de este género. Es un ciclo inspirado por el amor de su entonces novia Clara Wieck, una relación que tuvo que luchar contra la oposición del padre de ella. Schumann lo consideraba el más romántico de sus ciclos en esa época, alrededor de 1839. Son doce lieder de una exquisita belleza y en los que Goerne pudo lucir todas esas virtudes que reseñábamos anteriormente. Por destacar alguna canción en una interpretación muy homogénea podríamos señalar el breve pero bellísimo Intermezzo (Intermedio), el temperamental Waldesgespräch (Diálogo en el bosque), y esa obra maestra que es Mondnacht (Noche de luna) que el barítono interpretó con una delicadeza exquisita.

Sobre textos de la novela Wilhelm Meister de Johann Wolfgang Goethe, Schumann compuso nueve canciones para voz y piano. Goerne incluyó en su recital tres de ellas, destacando la exquisita An die Türen will ich schleichen (A la puerta me acercaré lentamente). Espectacular el dramatismo volcado en el siguiente lied: Die Löwenbraut (La novia del león), una de las joyas del catálogo del compositor sajón. Aprovecho este lied para admirar el trabajo del pianista Markus Hinterhäuser, un verdadero especialista en el género y que dio alma a cada una de las canciones que interpretó junto a Goerne. Una auténtica clase de cómo el piano es tan protagonista como la voz en estos recitales y más cuando el compositor fue un consumado pianista. 

Para terminar, el último grupo de canciones que compuso Schumann, esta vez sobre unos versos atribuidos a la reina escocesa María Estuarda (los ya mencionados Gedichte der Königin Maria Stuart), mandada ejecutar por Isabel I y una de las figuras recuperadas en el romanticismo por su atormentada vida. Son unos lieder de madurez donde se vuelcan todas las experiencias, buenas y malas, de la azarosa vida de Schumann que iba camino ya de la pérdida de la razón. Son cinco hermosos lieder que culminaron un excelente concierto en lo técnico y en lo expresivo pero donde faltó esa autenticidad que debería prevalecer siempre en un recital de lied.