Exquisite!
Amsterdam. 15/02/2022. Kleine Zaal Concertgebouw. Obras de Debussy, Fauré, Poulenc, Beydts, y Ravel. Sabine Devieilhe soprano, Alexandre Tharaud piano.
Excelente impresión la que ha causado Sabine Devieilhe cantando un programa íntegramente dedicado a la canción francesa escrita entre finales de siglo XIX y principios del XX. La cantante tiene las características de lirico ligera, con una emisión canónica, fácil; una voz tersa, vibrátil y timbrada, homogénea de arriba abajo y afinadísima. Elegante y con personalidad en el escenario, supo establecer una excelente comunicación, y demostró atesorar en todo momento, una muy refinada musicalidad, dándolo todo en un concierto donde el único descanso que tuvo se debió a la interpretación de la transcripción del Preludio a la siesta de un Fauno de Debussy, arreglado por el propio pianista acompañante en el concierto, Alexandre Tharaud.
El concierto empezó con una perfumada versión de la Nuit d’étoiles de Debussy, con Tharaud estableciendo desde el primer momento una climática y evanescente atmosfera sonora. Le siguió Notre amour de Fauré al que, quizá, le hubiese venido bien una más amplia regulación.El famosísimo Après un rêve, también de Fauré, fue comenzado con un precioso hilo de voz y con bonita delectación en palabras como mirage, sorprendiendo en otras como en el resplandecienteHélas!, aunque fue la canción donde más notas graves le incomodaron en la emisión. Muy bien diferenciadas las distintas estrofas en Au bord de l’eau, con pequeño y conseguido accelerando haciendo una progresiva escalada de intensidad culminado en un l’amour largo y timbrado.
Las canciones La courte paille de Poulenc supusieron una nueva marcha, y la cantante, con el fiel apoyo de su pianista, consiguió momentos muy logrados de expresividad en todo el ciclo, combinando lirismo y legato de buena ley, con momentos staccato; sacando, con distintas voces y timbres, muy buen partido del abigarrado y colorista texto de las canciones, que combina juegos infantiles, sueños, pulgas o elefantes. Fantástico este ciclo, donde la cantante supo sacar también cuando lo requería, una voz muelle, `líquida’, culminando con un pianísimo ensoñador en Lune d’avril, donde estableció una preciosa progresión musical al centro, acabando en un mágico final.
A continuación, llego el momento antes referido donde la cantante pudo brevemente descansar y el pianista pudo demostrar y sacar a la luz, aún más, toda la riqueza tímbrica que estaba desplegando durante el concierto. Paradigmático de ello fue el excelente comienzo del citado Prélude à l’après-midi d’un faune donde desarrolló timbres distintos casi con cada nota, y especial también, la manera de sacar voces internas en la tan orquestal transcripción. Enlazó Devienne con la siguiente chanson también de Debussy (Apparition), donde la francesa empezó a desplegar preciosos y variados agudos, siempre timbrados y sin descolocar.
Las preciosas Chansons pour les oiseaux de Louis Beydts fueron magníficamente realizadas e hicieron reivindicar a un compositor casi desconocido. Devieilhe, con una dicción sobresaliente e intencionadísima, sacó petróleo de ellas y tuvo el momento culminante en L’oiseau Bleu, donde lució espléndidos Do y Re5, acabando con un sedoso y magnífico Mi bemol agudo larguisimo, timbrado y maravilloso que hizo explotar de júbilo al público. Las Cinco melodías populares griegas de Ravel que siguieron fueron expuestas plenas de sabor. Luminosas, resplandecientes, sacando los melismas y adornos tan característicos, y con efectos plenos como el empezar la Chanson des cueilleuses de lentisques orientada hacia la caja de resonancia del piano, consiguiendo un efecto de eco verdaderamente especial.
El final del recital con las Ariettes oubliées de Debussy, supuso un plus de magnetismo y notas bellamente suspendidas, destacando la maravillosa forma de diferenciar los distintos Tournez en Chevaux de bois; o el ingrávido y maravilloso pianisisimo en cuatro pppp conseguido en Spleen al comenzar. El éxito fue grande, e hizo que la cantante regalase el Aria del fuego de L’Enfant et les Sortilèges de Ravel, donde mostró agilidad y virtuosismo, rematando con un Re5 el estupendo concierto.
Foto: © Baptiste Millot