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La música como esperanza

Valencia. 04/03/2022. Palau de Les Arts Reina Sofía. Haendel: Ariodante. Ekaterina Vorontsova (Ariodante). Jane Archibald (Ginevra). Luca Tittoto (Rey de Escocia). David Portillo (Lurcanio). Christophe Dumaux (Polinesso). Jacquelyn Stucker (Dalinda). Coro y Orquesta de la Generalitat Valenciana. Richard Jones, dirección de escena. Andrea Marcon, dirección musical.

Tras la noche negra y funesta,
resplandece más límpido el sol en el cielo
inundando de alegría la tierra.

Con esta frase abre su última aria el príncipe Ariodante, el protagonista de la ópera de Haendel del mismo nombre que se representa en el Palau de Les Arts de Valencia. En estos tiempos de zozobra, estas palabras nos ayudan a buscar la esperanza. Porque ¿puede ser la música una demostración de que el ser humano puede crear cosas maravillosas además de saber destruir y sembrar el caos? Irremediablemente, al oír esta bellísima ópera, la respuesta es que este lenguaje tan simbólico pero que por eso mismo conecta tantos pueblos y sensibilidades tiene que ser, de alguna manera, un estímulo para no perder la fe en que la humanidad somos capaces de cosas mejores de las que hoy nos llenan de preocupación. Y también me parece tremendamente significativo y señal de esa esperanza que se intenta no perder, ver como el papel de Ariodante lo asume una cantante rusa. No es esta una revista política pero en estos tiempos todo es global y no existen los compartimentos estancos. Estoy seguro que fuera de ciertos oligarcas culturales afectos al régimen de Putin existen cientos de músicos, cantantes y bailarines que en la Federación Rusa no están de acuerdo con la invasión de Ucrania. Lamentablemente, el mundo occidental ha metido a todos en el mismo saco (quizá no se puede hacer de otra manera) y vamos a perdernos disfrutar del arte de algunos de ellos. Hay excepciones como  la de Ekaterina Vorontsova en Valencia o el pianista Denis Kozhukhin en el Festival Rachmaninov, en Barcelona, que estos días han podido demostrar su arte en nuestro país. Espero que la música sea un nexo de unión y sirva como revulsivo contra tanta violencia.

En 1734 Haendel, establecido en Londres como uno de los compositores más admirados, y director de una compañía de ópera de gran reputación, se ve obligado por presiones nobiliarias a abandonar el King's Theatre de Haymarket. Pero pronto encuentra un nuevo teatro, el que acaba de abrir John Rich, importante empresario y responsable del estreno de The Beggar’s Opera de John Gay. El nuevo teatro se llama Covent Garden y será Ariodante el primer estreno del compositor alemán allí. El nuevo espacio tenía una gran capacidad, buenos equipos técnicos y excelente acústica. Además contaba con la excelente compañía de danza de Marie Sallé. En 1734, después de algún reestreno, ve la luz la nueva ópera, que se adapta a una compañía operística que había sufrido cambios necesarios al pasar de un teatro a otro. Los cantantes son más jóvenes y el coro no está formado. Por tanto, Ariodante está creado para un grupo de músicos casi en formación pero en plena forma vocal. Haendel crea basándose en uno de los cantos del Orlando furioso de Ludovico Ariosto y que narra la historia de amor entre el noble Ariodante, Ginevra, la hija del rey de Escocia y todas las artimañas que usa Polinesso, rival de Ariodante, para destruir este amor haciendo creer a todos que Ginevra ha sido infiel a su prometido. Al final la verdad triunfa. Para el sencillo libreto de su habitual Antonio Salvi, que esta vez huye de las tramas más complicadas de otras obras firmadas por él, Haendel crea una música llena de matices y que refleja, sobre todo para los dos personajes principales, una variada paleta de sensaciones que van desde el amor a los celos, de la alegría a la tristeza profunda. Además hay varias escenas de baile y algunas piezas sinfónicas de tremenda calidad. Aunque los protagonistas son dos, el resto de personajes tienen asignadas arias de una gran dificultad y que permiten el lucimiento de cada cantante.

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El Palau de Les Arts de Valencia ha presentado en estos primeros días de marzo una versión especialmente atractiva de esta obra maestra. Si la producción de Richard Jones, estrenada en el Festival de Aix-en-Provence, resulta sencilla pero muy convincente en lo escénico y tremendamente efectiva y bien trabajada en lo actoral, el apartado músical es extraordinario. Bajo la dirección de un maestro con unas dotes incuestionables para este repertorio como es Andrea Marcon y con una orquesta tan conjuntada y de tan alta calidad interpretativa como es la de la Comunitat Valenciana, el rendimiento de los cantantes ha sido muy sobresaliente. Ariodante lo asumía la mezzosoprano rusa Ekaterina Vorontsova que si bien no tiene una voz de excesivo volumen, posee un timbre muy atractivo y una calidad técnica y dramática que en algún momento llegó al sobrecogimiento con una sublime interpretación de esa joya que es Scherza, infida arropada por un director y una orquesta en estado de gracia (bravo el fagot solista). El resto de sus intervenciones tuvieron un gran nivel vocal, sin ningún problema en las coloraturas y quizá como un único pero habría que señalar su poco contundente grave. Nada de relevancia que empañe una actuación que encantó a un público que estaba entusiasmado con lo que oía y veía y que en la citada aria aplaudió largamente a la cantante.

Buen trabajo también de Jane Archibald, una Ginevra de excelentes prestaciones vocales y dramáticas. Brillante en toda sus intervenciones, cantó con elegancia y una belleza exquisita l mio crudel martoro. Haendel no ahorró talento para los otros personajes de la ópera. Las tres arias del padre de Ginevra, el rey de Escocia son de una tremenda variedad y calidad, destacando Al sen ti stringo y que el bajo Luca Tittoto defendió con gran solvencia. El trabajo de David Portillo como Lucanio, hermano de Ariodante, fue también muy brillante. Posee un timbre tenoril perfecto, y de gran belleza para la ópera barroca, una voz bien trabajada y de potente proyección y es un actor excelente. Sus arias fueron siempre momentos de auténtico disfrute. Oír por primera vez en directo al contratenor Christophe Dumaux fue un auténtico placer. Su dominio de la técnica, el atractivo timbre, su presencia escénica, la absoluta claridad y perfección en las coloraturas de sus arias y en sus recitativos (un aspecto donde todos los cantantes estuvieron a gran altura) fue apabullante. Bravissimo. Estupenda también en todos los aspectos vocales y actorales Jacquelyn Stucker en el papel de Dalinda, criada de Ginevra. Gran trabajo sobre todo escénico (su participación vocal es escasa) del Coro de la Comunitat Valenciana.

Fue una una función de triunfadores en la que destacó Andrea Marcon. La perfección de los tempi, la delicadeza en crear atmósferas sublimes, la búsqueda de esa  originalidad enriquecedora que aún queda por descubrir en la música de Haendel estuvo en cada gesto, en cada indicación de la batuta de este gran maestro, que estuvo al mando de una excepcional Orquesta de la Comunitat Valencia que se adaptó perfectamente a un género que no es el suyo habitual. Da igual, es un conjunto de una grandísima calidad técnica y lo volvió a demostrar.

Richard Jones opta por una producción que se basa en una sencillísima pero eficaz escenografía y vestuario de Ultz y que sitúa la acción en una Escocia que podríamos datar en los años 40 y convierte la corte real escocesa en la casa de un potentado rural de la zona y donde el fanatismo religioso es evidente. Su trabajo es sobre todo de dirección escénica, con una perfecta coordinación del trabajo de los cantantes y del coro que hacen todos un trabajo de alto nivel (incluido el manejo de títeres). Comunica sencilla y claramente lo que el libreto narra, sólo permitiéndose un giro, totalmente congruente, al cambiar el final: Ginevra no perdona que se le haya creído deshonesta y la doble moral de la sociedad puritana. Al final, no perdona, y se aleja de ese mundo cerrado y retrógrado.

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Fotos: © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce