© Miguel Lorenzo - Mikel Ponce | Les Arts
Elogio de la madurez
Valencia. 4/06/2025. Palau Les Arts. Donizetti. Roberto Devereux. Eleonora Buratto (Elisabetta), Ismael Jordi (Roberto), Silvia Tro Santafé (Sara), Lodovico Filippo Ravizza (Nottingham). Coro y Orquesta de la Comunitat Valenciana. Dirección de escena: Jetske Mijnssen. Dirección Musical: Francesco Lanzillotta.
La etapa más dulce de un cantante lírico es cuando llega su madurez vocal. Después de años de trabajo y esfuerzo, y gracias también a una buena elección del repertorio, se consigue llegar (aunque desgraciadamente, no en todos los casos) a un estado dentro de tu carrera donde tú mismo, tú misma, te das cuenta que estar en la época más fecunda de tu profesión, de tu vocación. Y si ese estado es compartido por el público y la crítica, el éxito está asegurado. Para quien esto escribe, el poder escuchar a tres cantantes en una función que están en ese momento es todo un lujo y una suerte inmensa que renueva tu amor por la ópera. Escuchar la seguridad, el poderío, la belleza, la madurez hace años consolidada de Ismael Jordi y Silvia Tro Santafé es reafirmar una certeza que hace tiempo que se tiene. Escuchar y ver a una cantante que siempre has admirado en esa tan nombrada madurez supone toda una alegría y una satisfacción. La voz de Eleonora Buratto no sé hasta qué cotas llegará, pero en el papel que ahora comentaré está en completa y maravillosa sazón.
El pasado miércoles, 4 de junio, el Palau de Les Arts Reina Sofía cerraba, con la escenificación de Roberto Devereux, la llamada Trilogía Tudor de Gaetano Donizetti que a lo largo de tres temporadas ha desarrollado, contando con la misma dirección escénica y protagonista masculino, y en cuya producción participa también la Ópera de Amsterdam -donde se estrenó en mayo de 2024- y el San Carlo napolitano. Y el cierre no ha podido ser más exitoso en lo musical y con ciertos claroscuros en lo escénico. Roberto Devereux tiene una indiscutible protagonista, Isabel I de Inglaterra, pero Donizetti y su libretista Salvatore Cammarano, colaborador más tarde de Giuseppe Verdi, dieron un papel relevante no solo a Devereux, lógicamente, sino al duque de Nottingham y sobre todo a Sara, su mujer. La historia, bastante alejada de la realidad histórica, vuelve a enfrentar especialmente, como en las otras óperas de la Trilogía, a dos mujeres enamoradas del mismo hombre. La tensión dramática se desarrolla basándose en los celos, el amor no correspondido y en la lealtad. Donizetti consigue realmente el objetivo de crear estos mundos entrecruzados y enfrentados componiendo melodías plenamente belcantistas pero con una pasión teatral más intensa que en otras de sus obras.
Francesco Lanzillotta nos ofreció una dirección musical de gran calado, elegante y pausada pero sin perder nunca la tensión, como demostró en una excelente obertura con ese recuerdo al himno británico. Secundado por una estupenda Orquesta de la Comunitat Valenciana, comedida, muy profesional y con perfecta sonoridad, nos ofrece un Devereux de un aire romántico, sutil y transparente, incluso me atrevería a decir que más serio y centrado, sobre todo, en plasmar todos los planos de una partitura que refuerza su belleza gracias a su batuta.
La propuesta de Jetske Mijnssen para la escenificación de Roberto Devereux tiene dos partes bien diferenciadas y no sé si muy bien resueltas. El primer acto se desarrolla en un dormitorio de lo que se supone la casa de una dama de la alta sociedad de los años 30 o 40 del pasado siglo. El bello vestuario de Klaus Bruns no esconde las contradicciones de que en un mismo espacio escénico se desarrollen situaciones que en el libreto son muy diferentes. Desconcierta y tampoco se ve con qué propósito se plantea esta propuesta que no aporta absolutamente nada.
Los actos segundo y tercero se desarrollan en un gran salón, supuestamente el palacio real, pero que también es la casa de los Nottingham cuando es necesario y donde el vestuario lujoso se convierte en casi soviético, recordando, en cierta manera la insulsa propuesta de Christof Loy para este título en la Ópera Nacional de Baviera. Tampoco este escenario aporta nada a la obra, sino que la deja discurrir a su albedrío, pero sí que resulta claro, con su dirección de actores, que Mijnssen quiere recalcar la soledad de los cuatro protagonistas, sobrepasados por los actos que han desencadenado. Es posible que ese trabajo de actores sea lo más apreciable de su dirección que, en conjunto, resulta anodina.
Reitero lo dicho al principio: un auténtico lujo poder disfrutar de la madurez de tres extraordinarios cantantes. Enhorabuena.
Fotos: © Miguel Lorenzo - Mikel Ponce | Les Arts