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Tryhard

Madrid. 01/04/22. Teatro de la Zarzuela. Albéniz: The Magic Opal. Ruth Iniesta (Lolika). Santiago Ballerini (Alzaga). Damián del Castillo (Trabucos). Carmen Artaza (Martina). Luis Cansino (Carambollas). Fernando Albizu (Eros XXI). Jeroboám Tejera (Aristippus). Helena Ressureição (Olympia). Alba Chantar (Zoe). Gerardo López (Pekito). Tomeu Bibiloni (Curro). Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Guillermo García Calvo, dirección musical. Paco Azorín, dirección de escena.

Los videojuegos parecen cosa del ahora, cuando llevan ya mucho tiempo siendo algo, también, de nuestro pasado. Yo he crecido con ellos y nunca he renunciado a disfrutar con sus pantallas. En casa de una abuela estaba el Pong primigenio, en la otra el primer Zelda de Game & Watch. Yo mismo me recuerdo jugando en el ordenador con el primer Tetris, el primer Prince of Persia... o el legendario Monkey Island y los tropecientos disquetes que hacían falta para cargarlo. A día de hoy, tengo a UnchartedLast of Us por verdaderas obras de arte... y no renuncio a mis partidas al Fornite. Sorpréndanse algunos, además de escuchar clásica, uno o una puede hacer otras cosas bien diferentes sin que nada se anule entre sí. Es por todo ello que recibía con ilusión las noticias de esta nueva propuesta del Teatro de la Zarzuela sobre The Magic Opal, opereta de Albéniz, en principio y según palabras del propio Paco Azorín, inspirada en aquel Monkey y en otro mito más reciente: God of War.

No he visto prácticamente nada de ello, aunque los personajes pickean y se marcan sus YOLO (You Only Live Once), le dan al farming para conseguir más dinero y combaten con los Opalines en plan zerg. En realidad, parece que asistamos más a una versión cinematográfica de un escape room (tipo las nuevas pelis de Robitel), o aquellas cintas donde el videojuego era la excusa, como Kung-Fu Master de Varda y aquella secuencia inicial... para luego girar hacia un contenido completamente distinto (e impactante). La idea es arriesgada y todo riesgo conlleva su alto porcentaje de fracaso. El texto de la obra original es sustituido por una trama completamente nueva y, me hago cargo por lo que intuyo, el manuscrito inglés también debía traérselas. Concebido en el Londres de finales del XIX, donde daba igual España que Grecia, se incluyen de por medio historias de amor caricaturescas y aventuras entre piratas. Un jaleo. 

La cuestión es que Azorín y su equipo técnico, con Carlos Martos de la Vega como co-rresponsable de la versión y nuevo libreto a la cabeza, presentan unas coordenadas que abarcan demasiado en formas, en realidad, ya vistas. El nuevo texto es bastante simple, tosco por momentos (la composición de los mensajes de texto que se ven en el video llama poderosamente la atención), con supuestas gracias que sólo leo a ciertos bots de Twitter, como los chistes sobre la diversidad LGTBI+. No es que no deba o pueda reírme, es que no les encuentro ninguna agudeza y en fin... quien me conozca sabe que río con facilidad, pero hay cosas que ofenden. También que una mujer insulte a otra llamándola "zorra", que se hagan gracias sobre lo "Made in China"... o un cliché horroroso sobre una mujer rumana. No es lo que esperaría, desde luego, de una propuesta creada en coordenadas actuales, de 2022. La propuesta dramática se hace especialmente larga, tediosa, se recorta música y la obra original en sí para explicarnos escena por escena, incluyendo peroratas y textos que hacen sentir al espectador como si no fuese lo suficientemente inteligente... es algo que ya he vivido con otras producciones suyas. No es la impresión más agradable cuando, además, no consigues enterarte de qué sucede sobre el escenario. Parece imposible evitar cierta sensación de improvisación.

En cualquier caso, se ha intentado. Se ha querido llevar a la zarzuela (aunque esto sea una opereta, que no mucho tienen que ver entre sí) a nuevas visiones, coordenadas, y eso hay que agradecerlo. Hay que agradecer a Paco Azorín, cuya Maruxa en este teatro siempre apunto como referencia, ser un auténtico Tryharder, que se dice en el argot gamer. Que se deje la cabeza y las fuerzas en crear algo diferente, aunque los resultados no hayan acompañado en esta ocasión. Evadirnos de la realidad que en algunas ocasiones oprime a la zarzuela y nos oprime como sociedad. Veo sus referencias cinematográficas (They Shoot Horses, Don't They? la más evidente), quizá su crítica al amor impostado con los famosos versos de Don Juan Tenorio, toda su idea inicial, la crítica a la comercialización del amor, pero me pierdo, bastante, en la forma de llevar todo ello a cabo.

Tampoco es que esta obra de Albéniz sea el cúlmen de su arte. De hecho, si la Obertura llama inmediatamente la atención es porque, en realidad, supone un corta y pega del primer movimiento de sus Escenas Simfòniques Catalanes, tan bucólicas, folclóricas, pastoriles... tan de cómo uno idealiza el Empordà (junto a las Illes Medes de Garreta o Empúries de Toldrà), que la dislocación comienza siendo prácticamente insalvable. Es curioso también el paralelismo entre la serenata de Trabucos a Lolika y otras romanzas del verismo posterior, como el Apri la tua finestra, en Iris, de Mascagni, o la introducción de Alzaga, con melodía sobre la pura tradición oral y su Brindis del segundo acto, con otras tantas opciones musicales. Con todo, los momentos más inspirados parecen ser los números puramente orquestales, como el Preludio del segundo acto, el Ballet y el Pas de Trois, que con mano flexible fueron llevados por la habitual elegancia de Guillermo García Calvo, verdadero protagonista de la noche y donde los cantantes pudieron sostenerse... y sobrevivir. Qué entereza y qué distinción la de este director. Es una pena que la escena se haya querido imponer sobre la música a toda costa y contínuamente, pretendiendo siempre permanecer en un primer plano, incluso aunque su contenido estuviera vacío (la reiteración sobre la Obertura, por ejemplo, se hace cargante), relevando al foso a un segundo término y desdibujando su importancia en la obra. 

Como estrella de la noche, la soprano Ruth Iniesta en el papel protagonista, que arrancó el único aplauso verdadero de la noche (de estreno). La gran suerte de esta escena es poder contar con una artista como ella. Por su arte y por su entrega, vocal (técnicamente apabullante) y dramática. Voz timbrada, proyección y apoyo canónicos, dicción y sensibilidad a las dinámicas, además de impoluto sobreagudo. Sensacional. En un par de semanas debutará en la Ópera de Viena con un papel protagónico. Insisto, un lujo tenerla en esta producción. A su lado, un notable equipo de cantantes que están, aparentemente, a todo lo requerido, encabezados por el sugestivo Alzaga de Santiago Ballerini y junto a los solventes Trabucos de Damián del Castillo, Martina de Carmen Artaza y Carambollas de Luis Cansino. Vital también la figura de Fernando Albizu como el personaje añadido de Eros XXI. Su frescura, su visión orgánica del personaje y su constante atención al escenario y la sala levantaron la mayoría de las sonrisas.

Si esta ha sido una partida GG (Good Game) o FF (Fail Flight... lo que viene siendo mala), queda en cada uno. Para quien escribe, y enlazando con el título, cuando uno falla siempre le queda el Try Again, que por suerte nada de esto es la vida real.

Foto: Javier del Real.