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Fiesta en sábado de Carnaval

Oviedo. 1/03/2025. Teatro Campoamor. Amadeu Vives: Doña Francisquita. Leonor Bonilla (soprano, Francisquita), Mónica Redondo (mezzosoprano, Aurora), Santiago Ballerini (tenor, Fernando Soler), Antonio Torres (barítono, Lorenzo), Enrique Baquerizo (bajo, don Matías), Milagros Martín (mezzosoprano, Francisca), Juan Noval-Moro (tenor, Cardona) Gonzalo de Castro (actor), Lucero Tena (castañuelas) y otros. Orquesta Oviedo Filarmonía, Orquesta Langreana de Plectro, Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo, Dirección musical.: Diego Martin-Etxebarria. Dirección escénica: Lluis Pasqual.

Quiso la casualidad que pudiéramos vivir esta función de Doña Francisquita, precisamente, en sábado de Carnaval; y es que parte de la acción de esta zarzuela grande transcurre en ese día y uno podía vivir esa cercanía entre realidad y ficción, entre lo que transcurre en el escenario y en la vida real. Y todo ello en el título que ha abierto el XXXII Festival de Teatro Lírico Español, en Oviedo, el segundo exponente peninsular más relevante existente en torno a la zarzuela y a la ópera españolas. Un título y una función que, conviene decirlo cuanto antes, ha supuesto un éxito indudable.

Tuve la fortuna de vivir como simple espectador en el Teatro de la Zarzuela madrileño una de las funciones que en 2024 supusieron el estreno de la propuesta de Lluis Pasqual y me tocó vivir, así mismo, las ruidosas protestas de quienes consideraban que lo vivido en el escenario era poco menos que alta traición al género. Ya entonces me interesó la idea y ahora, vivida y disfrutada con más sosiego no puedo sino aplaudir la iniciativa. Leo Castaldi ha sido quien ha dirigido la reposición en la capital asturiana y la reacción del público ovetense ha sido de entusiasmo sin disimulo alguno. ¡Qué lejos han quedado las protestas de aquellos autoconsiderados guardianes de las esencias zarzuelísticas, aquellos que se creen en última instancia los dueños del género!

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Sucintamente apuntaremos que la idea es desarrollar la idea de la representación como si de un ensayo y/o grabación de un disco se tratara, y que cada acto se vive en un momento histórico distinto: el primero, en la Segunda República; el segundo, en pleno franquismo, y el tercero, en los tiempos actuales. Ello se percibe por distintos detalles expresados, sobre todo, a través del personaje de un regidor, director y productor que encarna Gonzalo de Castro y que se convierte en el deus ex machina de la noche. Estos detalles son, por ejemplo, la vestimenta, el peinado o –quizás la más sutil- el modo de relación con el ministro de turno: colaborador y cercano con el de la república, empalagoso y sumiso con el franquista, que se llama don Mnauel; y de excesiva cercanía, hasta el “colegueo” con el de los tiempos actuales.

En mi opinión, el más conseguido es el primer acto, con ese empeño de grabar Doña Francisquita sin diálogos, ante las protestas de los artistas; sin embargo, aquellos que tenemos los discos más clásicos de zarzuela, aquellos que se grabaron en tiempos de Ataulfo Argenta y Pablo Sorozabal los tenemos así, sin diálogos, solo con las partes cantadas y con la imposibilidad de seguir la acción por la ausencia de gran parte de la obra, la hablada.

Otro de los momentos peculiares de esta versión, que se ha mantenido en Oviedo, ha sido el aprovechar el fandango del acto III para homenajear a Lucero Tena, artista que ha vinculado su provecta carrera musical en torno a las castañuelas. Más allá de otras consideraciones no puedo obviar lo emocionante del homenaje a una mujer de tanta edad y que, sin embargo, mantiene una dignidad artística obvia.

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Vocalmente el nivel fue muy alto. Leonor Bonilla no tiene una voz muy grande pero dio a su Francisquita un vuelo lírico-ligero sobresaliente y en la canción del ruiseñor supo responder a todas las exigencias pirotécnicas. Santiago Ballerini fue su enamorado errante. No hará ni un mes que pudimos escucharlo en La traviata de Pamplona y lo allá apuntado se puede repetir: el timbre es interesante pero el volumen es escaso aunque en este Fernando Soler las carencias se han notado bastante menos que en el Verdi citado. Al acceder al sobreagudo la voz blanquea pero tiene cierta consistencia.

Muy interesante la voz de la mezzosoprano Mónica Redondo, de graves poderosos y agudos más que solventes. La voz tiene más de un color pero la cantante es joven y no es habitual encontrar voces de graves tan poderosos y sonoros. Su Aurora fue de lo mejor de la noche. No le anduvo a la zaga Juan Noval-Moro, un Cardona de mucho fuste y con una intensidad vocal que, por momentos, la convertían en voz más sonora que la de su amigo, Fernando.

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Milagros Martín es toda una institución en el mundo de la zarzuela y su Francisca fue el ejemplo de cómo se puede sacar rendimiento a cualquier frase, por breve que esta sea, ya hablada ya cantada. Otro veterano es Enrique Baquerizo, quizás algo afectado por flemas pues notamos algunos problemillas en su escena del acto II. Correcto también Antonio Torres en su breve papel como Lorenzo. Casi una veintena de miembros del Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo asumieron todos los papeles episódicos, numerosísimos y muy bien defendidos. Como unidad la labor del coro es digna de reconocimiento, con páginas de enorme valor, como el llamado Coro de románticos, del acto III. 

La labor de la Orquesta Oviedo Filarmonía, a las órdenes de Diego Martin-Etxeberria fue muy eficaz, supongo que son inevitables algunos pequeños desajustes en páginas en las que se entremezclan los cantantes solistas, coro, grupo de bailarines, orquesta de plectro y la orquesta misma. El teatro presentaba un lleno absoluto y el ambiente de fiesta carnavalera se vivió con jolgorio, por ello los aplausos finales fueron largos, merecidos y sinceros. Un inicio de festival que nos permitió salir a la noche ovetense con una sonrisa.

Fotos: © Alfonso Suárez