fsf grau volodin

Debutar en sociedad

Madrid. 13/03/22. Auditorio Nacional. Obras de Brahms y Tchaikovsky. Franz Schubert Filharmonía. Tomàs Grau, dirección. Alexei Volodin, piano.

Si comienzo aquí comentándoles que la música clásica sigue viviendo de las formas y medidas del pasado... en fin, no les descubro nada nuevo. Por algo se llama "clásica" y por algo sus creadores salen hoy en día de unos centros llamados "conservatorios". A menudo en los auditorios volvemos hacia sus esencias en los protocolos, en la ceremonia y, con todo, como decía Bergamín, volver no tiene por qué significar, necesariamente, volver atrás.  Así quedó demostrado el domingo pasado con la presentación a la sociedad madrileña de la Franz Schubert Filharmonía. Una de esas noches en el Auditorio Nacional con ambiente de festividad, de gran acontecimiento, donde se dieron cita numerosos y conocidos responsables musicales, e incluso políticos.

La FSF, anteriormente conocida como Orquestra Simfònica Camera Musicae, tiene su sede en Barcelona, realizando a menudo giras por el territorio catalán y siendo esta la primera vez que acudía a Madrid para ofrecer un concierto sinfónico (hasta ahora la escuchamos acompañando películas de Hitchcock y musicales con música en directo). Una ocasión única para los grandes fastos... y la gran música. Sobre los atriles, dos grandes, imponentes y queridas obras del repertorio como son el Concierto para piano nº2 de Brahms y la Quinta sinfonía de Tchaikovsky. No están programadas, tal y como me comentaba en una entrevista el propio Tomàs Grau, director y artístico y titular de la FSF, por las obras en sí, por ser conocidas para el público, sino también de cara a los músicos que forman parte de la orquesta. Y es algo que se siente desde las butacas. La construcción del sonido, la interposición de planos y la narrativa fueron los aspectos más destacables de la Quinta de Tchaikovsky. Encontro su mejor expresión en la hondura del Andante cantabile, siempre con característico gesto de Grau y con una cuerda sugerente, densa, compacta. Áridos los metales en sus intervenciones y muy acertadas las maderas, el vals posterior fue degustado en tempo y el Finale cincelado a base de esa intensidad que se dio desde el comienzo, a la par que con el brio suficiente. De esa hondura, como la de quien nada a contracorriente. Como parecía vivir Tchaikokvsky en tantas ocasiones y así queda reflejado en su música.

Antes, en la primera parte, la formación contó con el pianista Alexei Volodin como invitado solista en el Segundo de Brahms, desplegando una paleta de dinámicas e intencionalidades en el color, en un concierto cuyo primer movimiento supone ya un auténtico tour de force. Toda la intención por hablar de la poética y la hermenéutica brahmsiana en la que acompañó con gran acierto la Franz Schubert, recreando acentos, apoyándose en sus solistas, como el fantástico clarinete en el Andante (donde brilló especialmente Volodin) o el violonchelo en el movimiento final, o un concertino que fue cómplice necesario de principio a fin. Debutar en sociedad, así nos lo recuerdan tantas series históricas de hoy en día como Downton Abbey, The Gilded Age o Bridgerton, tiene toda su importancia para ciertos círculos, y aquí la Franz Schubert Filharmonía ha cumplido con nota.