© Martí E. Berenguer
Del vodka al mojito
Barcelona. 18/05/25. Palau de la Música Catalana. Oras de Beethoven, Ginastera y A. Márquez. Olga Kern, piano. Franz Schubert Filharmonia. Carlos Miguel Prieto, dirección.
El último capítulo de la temporada Franz Schubert Filharmonia en el templo Modernista ha estado protagonizado por el doble debut de Carlos Miguel Prieto y Olga Kern. La esperada visita de uno de los mejores y más carismáticos directores mexicanos de la actualidad, se ha vivido con entusiasmo, y fue capaz de congregar a cierto público latinoamericano que no quiso perderse la visita del maestro al Palau. La cita tuvo el incentivo de contar con la afamada pianista de origen ruso Olga Kern, proveniente de una familia de larga tradición musical, para interpretar el Concierto para piano y orquesta nº5, op.73 de Beethoven. Con un historial deslumbrante en materia de premios y reconocimientos, no sorprende que la firma Steinway la fichara en 2014, y aunque no es una especialista en Beethoven, ofreció una actuación aceptable –dentro de los estándares de una estrella del piano–, aunque bastante mejorable.
De azul celeste irrumpió en escena la imponente artista que encaró con energía los aderezos y las escalas introductorias que preludian el primer tiempo del concierto Emperador, con técnica y buena articulación para las terceras, y firmó buenas intervenciones a lo largo del primer tema, con majestuosidad y carácter. También mostró solvencia en los puentes modulantes y una suficiente sensibilidad durante el segundo tema, con unas dinámicas suaves, que contrastaron con el material marcial a cargo de Prieto y la orquesta.
De la técnica que mostró en el primer movimiento, especialmente en los pasajes cromáticos, pasamos a un segundo tiempo bastante simple y plano, con algunos desencuentros de tempo entre pianista y director, que poco a poco fueron solventándose hacia el final del Adagio un poco mosso. El Rondo corrió con mejor suerte con una Kern de nuevo enfrascada en los retos técnicos, que solventó con una vitamínica pasión, especialmente en los pasajes octavados y arpegiados, con Prieto equilibrado bien el conjunto y el particular final en diminuendo entre timpani y piano. Kern quizá insatisfecha y motivada por su autoexigencia, por si acaso ofrendó dos propinas vertiginosas: la primera, la Rhaposdia Húngara nº10 de Listz, autor que figura entre sus especialidades que defendió con fiereza; y el famoso Vuelo del moscardón, que ejecutó con gran lucimiento a pesar del cansancio.
La segunda parte resultó muy animada con un Prieto que importó de américa una música rica y viva que no suele figurar en el repertorio habitual de las orquestas sinfónicas europeas, incluyendo la FSF. Divirtió al público con las Variaciones concertantes para orquesta op.23 de Alberto Ginastera, una obra que permitió a los miembros del conjunto disfrutar con pasajes solistas mientras el mexicano, sin batuta y sin partitura, guiaba el metrónomo de esta excursión musical hacia tierras sureñas. Destacaron el primer chelista y muy especialmente Yamila Pedrosa en sus homónimos pasajes del tema principal, mientras el resto de instrumentos, como flauta, clarinete y viola configuraban el resto del caleidoscopio, reservando el subidón de azúcar para el frenesí final.
Con refuerzos en la percusión, Prieto encaró el Danzón nº2 de su compatriota Arturo Márquez tras un breve y ameno discurso que gustó al público, en el que comentó los orígenes cubanos del género. El director y su propuesta no tardaron en embrujar pies y cabezas de asistentes que no pudieron resistirse a los ritmos de la partitura, y sin duda la FSF se desenvolvió bien a lo largo de los contrastes del danzón, dando la talla en los grandes momentos tutti, divirtiéndose visiblemente entre contratiempos, síncopas y ritmos atresillados. El Palau estalló en aplausos y se consumó un final de temporada muy memorable, cuyos protagonistas esperamos que nos visiten próximamente y pronto.
Fotos: © Martí E. Berenguer