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Tosca al desnudo

Amsterdam. 18/04/2022. Dutch Nationale Opera. Puccini: Tosca. Malin Byströn (Tosca). Joshua Guerrero (Cavaradossi). Gevorg Hakovyan (Scarpia). Martijn Sanders (Ancelotti) Federico De Michelis (Sacristan). Lucas van Lierop (Spoletta). Coro y orquesta de la Dutch National Opera. Lorenzo Viotti, director musical. Barrie Kosky, director de escena.

A la Opera Nacional Holandesa le gustan las trilogías. En breve se estrenará la Anna Bolena que no se pudo hacer por la pandemia, y que será el inicio del ciclo tudor donizettiano que se podrá ver en Amsterdam en las próximas temporadas. Esta Tosca que ahora se presenta, es también el comienzo de una trilogía Puccini que el teatro va a crear, y sin ningún tipo de coproducción, a titulo por temporada. En la próxima temporada 202272023 se verá Turandot, para acabar, en la siguiente con el Triptico, y tendrán el nexo en común de los mismos directores musical y escénico: Lorenzo Viotti, y Barrie Kosky. 

La puesta en escena que ha creado el director australiano para esta Tosca está basada, según nos cuenta, en el cine negro que se desarrolló en las décadas de 1920, 1930, y 1940. Y no tanto en su estética en blanco y negro (que también algo hay) sino en el trabajar la trama desde una intención plenamente psicológica. La ópera está basada en sólo tres personajes, una escena coral, y algunos personajes menores, pero esencialmente Tosca es un Kammerspiel, un psicodrama increíblemente concentrado en estos tres personajes, por lo que la consecuencia lógica para Barrie Kosky ha sido despojar a la ópera de todos los adornos innecesarios, y ha querido también apartar a la ópera de toda su tradición de vestidos de terciopelo, pelucas grises para Scarpia, y decorados hiperrealistas derivados, en gran parte, por la icónica representación que hizo María Callas, y ha situado todo en un escenario contemporáneo.

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El director recuerda además que los tratados de Freud se acababan de publicar el año anterior, la fotografía se había inventado unas décadas antes, y hubo las primeras imágenes en movimiento. “Durante trescientos o cuatrocientos años, la ópera había sido el lugar donde el público podría optar por un ritual emocional-narrativo a gran escala, esa experiencia eventualmente sería reemplazada por el cine en el siglo XX”. Según el director, Tosca nace de puente entre el ritual de la ópera y esta nueva forma de representación cinematográfica; y si nos fijamos en el cine negro, este género, y Tosca, comparten muchos temas e ideas: crimen, sexualidad, sadismo, drama político, erotismo y una sensación generalizada de desesperanza. Tosca no deja de ser, también, uno de los títulos más violentos del repertorio. Hay tortura, intento de violación, asesinato, ejecución, y suicidio, y Kosky hace muy explícita toda esa violencia.

La idea es valiente, arriesgada, y consigue momentos memorables, como el Te Deum más impactante que he visto jamás, en esa especie de tríptico de los horrores andante, donde se confunden las figuras con las caras incrustadas del coro, dando un carácter deformado y podríamos decir que expresionista que recordaba un tanto a las películas de Murnau. Kosky estiliza todo el drama, lo desnuda y lo objetiviza al máximo en sus decorados, como en ese segundo acto que desarrolla en la fría y aséptica cocina de Scarpia, quizá para contrastar aún más con la extremada violencia, viscosa y sangrienta, que se desarrolla en dicho acto. Estéticamente no hay concesiones, y ello quizá se note más en un tercer acto que pierde magia e impacto, pero el principal problema quizá es que todo ello deje a los cantantes la pelota en su tejado de una forma mucha mas descarnada.

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Los movimientos estan ensayadísimos, es verdad, y los tres protagonistas hacen un correcto desempeño actoral, pero desafortunadamente el canto quedó por detrás y, por ello, también ese plus protagónico hizo aguas. Gevorg Hakobyan es un barítono que tiene actoralmente trabajado su papel; sus movimientos son lentos, sinuosos, su caracterización muy estudiada, y hace paradas y silencios de impacto perféctamente regulados por Kosky, pero en su canto no hay esa verdadera intención, quizá porque su emisión y el timbre no son nada del otro jueves, y en los agudos tiene problemas.

Joshua Guerrero como Cavaradossi estuvo todo el primer acto con la voz sin liberar del todo, con lo que pasó de largo en su recóndita armonía, que quedó así apagado, sin relieve, y un tanto temblón. Mejor los vittoria! del segundo acto, donde el tenor consiguió expandir el sonido mucho más, para acabar la función aceptablemente, aunque sin remarcar. Malin Byströn fué la mejor con diferencia. Al igual que como la vimos en Madrid en el Capriccio de Strauss, es una cantante siempre con interés en expresar, y que busca hacer cosas constantemente. Bello timbre y bello decir, además de estupenda actriz, su problema vino en los extremos de la voz, y en la falta de expansión tímbrica e italianidad que, inevitablemente, siempre asociamos a este papel. 

Lorenzo Viotti consiguió seguir causando la buena impresión que nos había dejado su última actuación en este teatro. Con su completa y elegante técnica, flexible; `muelle’ y orgánica en ambos brazos, y una muy buena mano para las transiciones dirigió con orden y variedad suficiente todo el abigarrado y cambiante friso sonoro propuesto por Puccini, y dejó buenos detalles. Desde el impactante y teatral inicio de la ópera con el característico tritono de Scarpia, hasta el delicadísimo diminuendo que dibujó previo al Vissí d’arte, aria, esta, donde mimó especialmente todo el acompañamiento de la cantante. Muy bien secuenciado y progresado todo Te Deum, asistido perfectamente por el coro, y correcta la Netherlands Philarmonic Orchestra aunque con margen para una última vuelta de tuerca en cuanto a depuración sonora.

Fotos: © Marco Borggreve