Solemnis OBC22 b 

La expresión, el orden y la bruma

Barcelona, 06-05-2022, Auditori. Beethoven, Missa Solemnis. Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Cor Liedercamera, Cor Madrigal, Cor de Cambra del Palau. Josep Vila i Casañas, dirección del coro. Salvador Mas, dirección.

Entre los muchos misterios y dudosos encantos de la escena musical barcelonesa está el hecho de haber conseguido empeorar la calidad acústica de sus instalaciones en las últimas décadas a pesar de que, como diría don Hilarión, “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. No es el momento de entrar en detalles sobre el Liceu, cuya acústica pasada podría ser pura leyenda dado que ya no nos es dado disfrutarla. En el caso del Auditori la cosa es más obvia puesto que el Palau sigue estando ahí para realizar las oportunas comprobaciones.

Si bien esto se concretó en una cierta vaporosidad general, sólo en el caso de las voces solistas  tuvo consecuencias reseñables para el caso que nos ocupa. La disposición de Siobhan Stagg (soprano), Sophie Harmsen (contralto), Werner Güra (tenor) y Dietrich Henschel (bajo), que eran los elegidos para tal misión, puede tener mucho que ver con ello. A la derecha del público, en diagonal respecto a la platea, detrás de las cuerdas, la inconcreción del sonido fue tal que el juicio sobre su desempeño se hace cuando menos un poco ingrato. 

Afortunadamente el papel de las voces solistas en la Missa Solemnis de Beethoven tiene más valor de conjunto que individual y por lo tanto el hecho no tuvo consecuencias graves para el conjunto de la ejecución. Y así pudimos disfrutar, en el Kyrie, bellas dinámicas en el coro (aunque también algunas entradas indecisas), expresivos acentos de las contraltos en el Gloria (“et in terra...”) y en general una sonoridad poderosa del coro. Ello pesar de que, en este movimiento complejísimo, muy en la linea del último movimiento de la 9a Simfonía, compuesta casi al mismo tiempo, el volumen orquestal fue probablemente excesivo y algunas transiciones un tanto desordenadas. No hace falta insistir en la inconcreción de las entradas de los solistas, sólo precisar que, mientras Siobhan Stagg exhibió una emisión excesivamente abierta, un tanto blanca, Dietrich Henschel pudo mostrar una bella vocalidad (también Sophie Harmsen tuvo sus momentos en este sentido).

Solemnis OBC22 a

Aunque en general Salvador Mas consiguió dirigir una velada honesta, bienintencionada y nada desdeñable, en conjunto la insostenibilidad del balance entre la orquesta y los solistas lastró también el Credo donde, además, los hombres del coro nos regalaron una entrada nortoriamente calante en “et resurrexit” y hubo algunas estridencias en los agudos de las sopranos, cortesía de la escabrosa escritura vocal beethoveniana, no apta para audiciones, concursos ni ningún otro contexto en que el objetivo sea quedar bien.

En el “Sanctus” la cuadratura del “Hosanna” no fue del todo pulcra pero hay que insistir, para que no se entiendan estas apreciaciones en un sentido destructivo, que la Missa Solemnis es una obra abigarradísima, con numerosas transiciones poco obvias. Pudimos disfrutar, por ejemplo, de un elegante solo del violín concertino en el “Benedictus” o de bellos pasajes de Dietrich Henschel que, en el Agnus Dei, consiguió traspasar por momentos la espesa bruma que envolvía a los solistas. En cambio, a pesar de su general corrección, Werner Güra exhibió, en este mismo número final, un timbre y una emisión de escasa sensualidad incluso para oficios divinos. Y aquí sí que hay que reprocharle al director una entrada orquestal poco católica (en una misa esa culpa deviene pecado y hubo reincidencia) y una fuga un tanto exangüe.

En conjunto y a pesar de los percances reseñados la dirección tuvo su calidad expresiva y la labor del coro tuvo sus momentos brillantes. Es más cuestionable el trabajo orquestal, un tanto desordenado a nivel técnico, sobre todo en ciertas entradas dónde, naturalmente, Salvador Mas tiene su cuota de responsabilidad. Se podía esperar más del trabajo colectivo, pero también menos, y el público agradeció con una reacción cálida la sensación general de entrega y la voluntad de compartir los valores de esta obra, densa, compleja y a veces espesa, testimonio en el campo religioso/coral de los inescrutables caminos que Beethoven emprendió en el último período de su vida.