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Brillo y eclecticismo

Barcelona. 11/05/2022. Palau de la Música Catalana. Obras de Messiaen y Puccini. Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. Orfeó català. Pablo Larraz, dirección del coro. Gustavo Gimeno, dirección musical.

Muy consistente la velada en el Palau para asisitir a un programa ecléctico. De música orquestal de Messiaen de los años 30 a una misa temprana de Puccini de un interés relativo que refleja incluso ecos verdianos (no hablamos de Falstaff, ni de Otello, ni del Requiem, que hubiera sido una referencia razonable). El elemento cohesionador es, evidentemente, el de tratarse de obras de juventud pero el efecto no dejó de ser el de músicas que transitaban por galaxias paralelas.

‘Les offrandes oubliées', de Olivier Mesiaen (1930) empezaron bajo el fuego amigo de cierta dispersión en la sala. Sin embargo pudimos apreciar el buen nivel de la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. La dirección de Gustavo Gimeno tendió a una cierta rigidez en la pulsación que era como una negación de todo aquello que de postromántico o incluso debussyniano pudiera tener esta música. Una apuesta estética muy respetable que nos permitió disfrutar de una ejecución muy elegante aunque se desaprovecharan ciertas potencialidades expresivas de la pieza.

La misma apuesta “bouleziana” gobernó el 'Hymne' que la sucedió. Se echó de menos en el Lento una mayor presencia de las cuerdas graves y con ello el Debussy latente en la música. La paleta dinámica fue coherentemente moderada, pero en el marco acústico del Palau la orquesta lució elocuentemente y a un muy buen nivel técnico. Es curioso y discutible que una lectura de este tipo no proporcionara mejores momentos contrapuntísticos, dado que las oportunidades ahí estuvieron, pero el balance hasta este momento era francamente positivo y las obras bellísimas ambas a pesar de su caràcter “inmaduro” y, por tanto, influenciado de manera explícita por los grandes precedentes (hasta la Noche transfigurada sacó la cabeza por ahí).

Como así he señalado anteriormente, la 'Messa di gloria' de Puccini refleja también las fuentes del pasado. Ya en el Kyrie se observó que la apuesta antiromántica seguía en pie y que, curiosamente, esto le sentaba bien a la obra. Fue brillante la ejecución del Gloria también por parte del coro (que exhibió en este pasaje gran claridad polifónica). Hubo al final de este número una ovación inoportuna aunque espontanea y merecida, que son las buenas.

Cantó bien Charles Castronovo en el Gratias, dominando la pieza con una emisión cubierta, sonido oscuro y técnica ortodoxa. Y entonces unos ecos verdianos muy alejados del Puccini maduro emergieron en el coro (Qui tollis peccatamundi) mientras la ejecución fluía poderosamente hasta un Cum Sancto Spirito excelentemente dirigido y ejecutado.

Las prestaciones de Castronovo se mantuvieron imperturbablemente eficaces también en Et incarnatus est y en el Benedictus, en que se incorporó un Ludovic Tézier que apareció como un lujo excesivo para esta obra, a pesar del excelente empaste que él y el tenor lucieron en sus pasajes de conjunto. Y se puede concluir que Gustavo Gimeno tiene claridad y criterio, que la Orquesta Filármonica de Luxemburgo tiene un muy buen nivel técnico y que la aportación de los solistas fue más que buena. No es poco.

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Fotos: © Toni Bofill