Sokolov_PalauMusica_Antoni_Bofill.jpg© Antoni Bofill 

Vuelva cuando quiera

Barcelona, 21/02/25. Palau de la música Catalana. W. Byrd: John come kiss me now, T478, BK81, FVB10. The first pavan. The galliard to the first pavan, T487, BK29a, 29b FVB167, 168. Fantasia, T455, BK63, FVB8. Alman, T436, BK11, FVB163. Pavan: The Earl of Salisbury. Galliard. Second galliard, T503, BK15a, 15b, 15c. Callino casturame, T441, BK35, FVB158. Brahms: Cuatro baladas, op. 10. Dos rapsodias, op.79. Grigory Sokolov, piano.

Desde que en 1966 ganara el Concurso Tchaikovsky de Moscú en la ya extinta Unión Soviética hasta el dia de hoy el prestigio de Grigori Sokolov no ha hecho más que crecer, siendo ahora ya una leyenda a sus 75 años. En su carrera, además de su predilección por los clásicos (Mozart, Beethoven, Schubert, Chopin, Brahms) y algunos autores del siglo XX como Ravel, Stravinsky, Prokofiev, Rachmaninov o Scriabin, no ha faltado la dedicación al repertorio barroco de Bach, Purcell, Rameau o Couperin, siempre a piano. Aunque las adscripción de William Byrd a la estética barroca sea un tema vidrioso que nos llevaría a seguramente vacuas disquuisicioines nominalistas, podemos considerar que el interés de Sokolov por este autor, que no es para nada nuevo (ni el interés ni el autor), se adscribe a este campo de interés por la música antigua. Ya en su momento Glenn Gould ejerció una poderosa influencia en la popularización (si es que se puede usar esta palabra) de este autor. 

Parece que a Sokolov le encanta el Palau, pues actúa en él prácticamente cada año, ofreciendo obras de Purcell, Mozart, Beethoven, Brahms, entre otros. Sin embargo no tengo memoria de que nunca haya ofrecido en Barcelona las obras del compositor inglés. Traía para la ocasión John come kiss me now, The first pavan. The Galliard to the first pavan, Fantasia y Alman entre otras piezas con números de catálogo indescifrables.

El resultado de esta prinmera parte fue algo sublime por la pulsación precisa pero nunca rígida, la limpieza de las ornamentaciones, la calma fluidez del discurso, el maravilloso contraste entre la First pavan y su Galliard correspondiente, con amplias dinámicas y aires de danza en esta última. Una primera parte de ensueño que culminó con Callino Casturame T441, BK35, FVB158, con la que Sokolov cerró con broche de oro antes del descanso. Cálida reacción de un público que lo adora y que ha establecido ya con él una relación de idolatría perfectamente merecida. 

Si Byrd era nuevo para este público (por cuanto se refiere a las interpretaciones de Sokolov) no era la primera vez que Brahms asomaba la cabeza en un concierto de Sokolov en el Palau. Se trataba de las Cuatro baladas, op.10 y de las Dos rapsodias, op.79, en esta ocasión. La primera obra coincide crnológicamente con las 16 variaciones sobre un tema de Schumann, op.9 también para piano solo, mientras que las mencionadas rapsodias pertenecen a un momento en que Brahms estaba más bien centrado en la música orquestal con obras como el Concierto para violín, op.77 y la Obertura trágica op.81 o la Obertura para un festival académico, op.80. Como su catalogación indica las primeras pertenecen a su período de juventud mientras que las segundas fueron escritas en plena madurez. 

La primera balada destacó por el arco dinámico, muy amplio. En la segunda exhibió la proverbial plasticidad de su fraseo pero fue tal vez en la tercera donde alcanzó mayores cuotas de sublimación, creando (extrayendo de la propia música de Brahms) una atmósfera verdaderamente ensoñadora. En la cuarta y, en realidad, en todas, atrapó al público por la claridad y la sensibilidad en el control de las dinámicas que caracterizan su arte pianístico.

Todo transitó por el mismo camino en las Dos rapsodias, op.79. En la primera, grácil lam mano izquierda, pura poesía la derecha. En la segunda nos recordó con alguna furtuiva nota falsa que la belleza lo es más cuando es humana sin que ello alterara en nada el triunfo de un artista mayúsculo. 

El que escribe no es un gran amante de los bises pero Sokolov sí, con algun tipo de preferencia cabalística por el número 6. Y así se sucedieron, como siempre, hasta seis bises enmedio ya del delirio, el culto a la personalidad y todas esas co¡sas que tienen poco que ver con la mágica elevación de lo que habíamos visto. Dicen que la gente se cansa cuando ve a un artista demasiadas veces. Por mí Sokolov puede volver cuando le parezca.