Erika Baikoff Clare Park 

En el salón de estar

17/07/2022. Tuesta. Schubertiada de Valdegovia. Obras de F. Schubert, E. W. Korngold, J. Marx, P. I. Chaikovsky y S. Rachmaninov. Erika Baikoff (soprano) y Kunal Lahiry (piano).

Todos sabemos que el Romanticismo como movimiento estético musical tiende a la exuberancia. Nos basta con recordar algunos ejemplos operísticos -quizás el caso más paradigmático sea Tristan und Isolde, de Richard Wagner- en los que uno no puede evitar reflexionar las inherentes dificultades existentes por el compositor y tantos otros de la misma época por rechazar la concisión. En este mundo hiperbólico el género del lied nos enseña el camino exactamente contrario, el de la intimidad. No es difícil imaginar a personajes centroeuropeos del siglo XIX, reunidos en el salón de estar de una casa pudiente, dispuestos a escuchar las últimas propuestas de distintos compositores que se encontraban conmovidos por la belleza y fuerza de algunos poemas. 

Por ello, a unos cuantos melómanos alaveses más otros invitados se nos propuso juntarnos un sábado de julio con un calor infrecuente y castigador en un salón de estar con forma de iglesia para escuchar a una joven ruso-estadounidense que nos quería ofrecer, en compañía de un hindú-estadounidense, un programa a través del cual nos podían dar adecuada muestra de su arte. Ella, una joven de ventitantos, Erika Baikoff, soprano de gusto evidente y adecuada entrega. El, el pianista Kunal Lahiry, un acompañante entregado y al servicio de la soprano. No llevan mucho tiempo trabajando juntos, lo que no es obstáculo para que la coordinación alcanzada sea evidente.

El programa constaba de dos partes bien diferenciadas: la primera, representaba al área germana, con ejemplos del XIX (Schubert) y el XX (Korngold y Marx). La segunda, la cultura eslava, de nuevo recurriendo al siglo XIX (Chaikovsky) y XX (Rachmaninov). Dos culturas, dos siglos, dos idiomas, dos tradiciones y dos intérpretes jóvenes y solventes.

La iglesia de Tuesta presentaba un lleno envidiable. Mucha gente joven, otras personas que no se ven en los escasos conciertos de la capital, atraídos por lo infrecuente del programa; y es que tendríamos que ir a tiempos muy preteritos para encontrar un programa de lied de cierto nivel en la provincia alavesa. Esta provincia es un auténtico páramo en lo que relativo a la música clásica y si hablamos de lied, la desertización es extrema por lo que la apuesta no estaba exenta de riesgo. Por ello, solo cabe agradecer a la organización que nos haya dado la oportunidad de disfrutar de una voz tan hermosa y un programa tan bien construido en este solar cultural.

Erika Baikoff cantó con mucha pasión, hizo esfuerzos por dramatizar su interpretación (ejemplo de Der Zwerg, de Schubert), trató de facilitarnos la compresión del texto con su gestualidad. La reververación presente en la iglesia hizo que en los momentos de mayor expansión vocal hubiera al menos desde mi localidad cierta confusión en la proyección de voz y piano pero ello no supone menoscabo alguno a la altura de la artista. Dada su juventud, podemos convenir que esta voz es una a tener en cuenta en un futuro inmediato. 

Por cierto, Biekoff cantó todo el programa sin partitura alguna y además nos dio la oportunidad de escuchar a un compositor, Josef Marx, que es muy difícil de encontrar en las programaciones y ello es también cosa de agradecer. El resto de los compositores nos enseñaban sus distintas características principales: Schubert, el maestro del género, las formas clásicas; Korngold un estilo más liviano, con cierto toque cabaretero; el citado Marx como ejemplo de artista que convive con la modernidad mientras mira al pasado; Chaikovsky y sus pasiones extremas y los Seis Romances, de Rachmaninov, ejemplo de puente entre un siglo y otro. Un programa muy inteligente y con un punto pedagógico de agradecer.

Su pareja artística, Kunal Lahiry, la acompañó con atención y en los pocos momentos, normalmente las conclusiones de los lieder, dio al instrumento una presencia que tambien se vio de alguna forma aceptada por la acustica de la iglesia. El público mantuvo un escrupuloso silencio durante el concierto para terminar, puesto en pie, agradeciendo el esfuerzo y el nivel artístico ofrecidos. Pocas veces uno encuentras tanto respeto y consideración para con los artistas y ello es de agradecer públicamente. 

Con este concierto la Schubertiada de Valdegovia doblaba su Cabo de Hornos particular y se dirige al final de esta edición. Todo parece indicar que aquel proyecto literálmente increible que nació por una pasión personal va adquiriendo el prestigio suficiente como para que ya se vea como un proyecto consolidado. Y es que aunque aun me siga pareciendo increible en Tuesta, un pequeño pueblo de un pequeño municipio alavés, nos juntamos centenar y medio de personas en un salón de estar, como hacían los melómanos del siglo XIX, para escuchar los poemas de unos cuantos colegas musicados por otros cuantos. Con un ambiente así este festival tendrá futuro, sin duda.

Foto: © Clare Park