El viajero airado
Schwarzenberg, 21/08/2022. Angelika Kauffmann Hall. Schubert. Winterreise Pavol Breslik, voz, William Youn, piano.
Es una obviedad, sobre todo para los amantes del lied, pero siempre hay que recordar que Winterreise (Viaje de invierno) es la obra cumbre de los ciclos de lieder. Un Everest que no está al alcance de todas las voces y que tiene muchas formas de encararlo para llegar a la cumbre, a ese final conmovedor y tremendamente triste que es Der Leiermann (El organillero o zanfonista, según las traducciones) que pone fin a veinticuatro canciones que Franz Schubert, ese genio indiscutible del género, creó en 1827 a partir de otros tantos poemas de Wilhelm Müller, un poeta que hoy casi sería desconocido si no hubiera inspirado tanto este ciclo como La bella molinera (Die schöne Müllerin). No me voy a extender sobre el desarrollo de este viaje poético que lleva a un joven amante (en principio hombre pero ¿por qué no mujer?) desde una pequeña esperanza de volver a la amada hasta la desesperación y la rendición del último poema, ya señalado. En ese trayecto el viajero pasa por diversos estados desde la tristeza más profunda a la esperanza; de la belleza de la naturaleza en primavera a la desolación del crudo invierno. Son veinticuatro estaciones de un particular viacrucis, ejemplo máximo del romanticismo y de todas sus características distintivas, y que por fuerza tienen que estremecer al oyente.
Pavol Breslik es un tenor eslovaco que forma parte de manera habitual de los repartos operísticos de los teatros centroeuropeos, como la Staatsoper de Múnich, donde ha cosechado algunos éxitos importantes, sobre todo en las óperas eslavas. Con el tiempo su voz ha ido evolucionando y ha abandonado la zona lírica para adentrarse en colores más oscuros pero que siguen siendo de un atractivo tono. Y es que Breslik posee buena técnica, proyección y fuerza más que suficiente (incluso diría que demasiada para los menesteres de un concierto de lied) aunque sería deseable un mejor fiato. Ya he comentado más arriba que se puede abordar un Winterreise de diversas maneras y todas son aceptables pero divergen mucho según el gusto de cada oyente y también según lo que se pueda entender sobre lo que es cantar esta joya romántica. Breslik asumió desde el primer poema, Gute Nacht, lo que sería la marca de su recital: la de un amante despechado, airado por su desgracia, pocas veces tranquilo, casi siempre irritado y a duras penas aceptando su trágico destino. Personalmente creo que estuvo fuera de estilo en casi todas las canciones, ya que suena demasiado operístico y poco introspectivo, excesivamente explosivo, con proliferación de sonidos de alto volumen y ausencia casi absoluta de las medias voces, del recogimiento, del sentimiento íntimo del viajero. Esto no quiere decir que no hubiera momentos de gran belleza (por otra parte el ciclo es excelente y Breslik es un buen cantante) como en el célebre Der Lindenbaum (el tilo) o Der Leiermann. También tuvieron buenas interpretaciones Frühlingstraum (Sueño de primavera), Die Kräne (la corneja) o Letze Hoffnung (Última esperanza).
El esfuerzo y el empeño de Breslik fue evidente y no hubo errores a nivel vocal, pero, insisto, faltó espíritu romántico y un trabajo que permita diferenciar lo que es cantar ópera y lo que es cantar lied. Es un estilo minoritario (aunque en la magnífica Schubertiade de Schwarzenberg es el rey), y muchos aficionados y bastantes cantantes crean que es un género menor, fácil de resolver, pero el lied es mucho más complicado de lo que parece. El trabajo de un buen liederista mezcla la perfección en el canto, la sutileza en el enfoque de cada poema (tantos y tan diferentes) y sobre todo el estilo, requisito especialmente necesario en el lied romántico. Breslik mostró su versión, que fue aplaudida por el público siempre amable de la Schubertiade, pero no con el entusiasmo de otras ocasiones.
Sí que tuvo más entusiasmo el reconocimiento del trabajo del pianista coreano asentado en Múnich William Youn, un auténtico especialista en Schubert (está inmerso en la grabación completa de sus sonatas) y que además de acompañar perfectamente a Breslik supo encontrar el espíritu romántico que este maravilloso ciclo necesita.