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Frescura y virtuosismo

Hohenems. 01/10/2022. Markus Sittikus Saal. Obras de Debussy, Franck, Schubert. Emmanuel Tjeknavorian, violín. Emanuel Graf, violonchelo, Anna Vinnitskaya, piano.

La Schubertiade no ha podido comenzar mejor su sesión de otoño en la ciudad de Hohenems. Es bueno recordar que a lo largo de este año ha habido cinco periodos de conciertos entre sus dos sedes: la más conocida de Schwarzenberg y esta, que se desarrolla en el excelente marco de la Markus Sittikus Saal, una sala de sonoridad excepcional (y que recuerda a la londinense Wigmore Hall, uno de los templos del lied) y donde se han grabado numerosos discos en directo.  En este periodo se han programado quince conciertos de un indudable interés. Y decía que había sido un  gran comienzo porque abría la programación un trío de grandes profesionales. Desafortunadamente, dos días antes del concierto el violonchelista Daniel Müller-Schott tuvo que cancelar por enfermedad, pero fue sustituido por Emanuel Graf, primer violoncello de la Bayerisches Staatsorchester, una de las formaciones más prestigiosas del mundo. Esto hizo que cambiara una pieza del programa, pero no disminuyó el interés y la calidad de lo que ofrecieron estos tres maestros, que se completaban con el violín de Emmanuel Tjeknavorian y el piano de Anna Vinnitskaya. Hay que destacar en conjunto la extraordinaria calidad del sonido de estos tres instrumentistas, en el que la madurez de Graf se unió a la frescura y excelente trabajo tanto de Tjeknavorian como de Vinnitskaya.

Se mantuvo en el programa la primera pieza: el Trío con piano en sol mayor de Claude Debussy. El trío fue escrito por Debussy cuando tenía 18 años, en 1880, en Fiesole (Italia). El manuscrito de la obra se creía perdido hasta que se encontró en 1982, entre los papeles de un alumno del compositor francés. Es indudablemente un trabajo de juventud, de aprendizaje y se la considera su primera obra de un formato más extenso. Es una obra que se programa poco y en la que en una primera escucha sería difícil reconocer al Debussy maduro. Pero es indudable, y así lo demostró la interpretación del pasado sábado, que ya hay ecos del característico estilo del compositor en el primer movimiento. El “chinesco” Scherzo, segundo tiempo es alegre y divertido. Hay una belleza juvenil y apasionada en el Andante espressivo y pasión y garra en el Finale. Puede ser una obra de aprendizaje, pero el talento del gran compositor está por todas partes y en los atriles de los tres músicos sonó como un trabajo mucho más maduro, redondo y con más profundidad de lo que pudiera parecer a primera vista.

Se había programado el Trío con piano op. 101 de Johannes Brahms pero fue sustituido por Preludio, Fuga y Variación, Op. 18, del compositor belga, gran organista, César Franck,  y que está dedicado a otro de los grandes de la música: Camille Saint-Saëns. Es indudable que el equilibrio y la claridad de la obra sugieren la orientación clásica de Saint-Saëns. El fluido Preludio en si menor tiene una suave melancolía, abriéndose casi como el preludio de "Liebster Jesu" de Bach, el organista por antonomasia. La fuga tiene su propio pequeño preludio y toda la obra tiene un espíritu entre barroco y romántico que la hace especialmente atractiva. La interpretación (sin partitura) de Anna Vinnitskaya fue magnífica. Con un pianismo elegante, medido y con una pulsación nada exagerada, respetando la claridad y belleza de la composición encandiló a un público que braveó su entrega y su profunda conexión con la obra.

El Trío en si bemol, D 898 de Franz Schubert, es indudablemente una obra maestra y que refleja plenamente el alma de una schubertiada. En 1827 Schuppanzigh (amigo de Beethoven) formó una especie de trío permanente con el violonchelista Linke y el pianista Carl Maria von Bocklet. Los tres eran amigos cercanos de Schubert. Para ellos, con casi toda seguridad, compuso para ellos dos tríos en ese mismo año (el interpretado en en el concierto y el Trío en mi bemol, D 899). El resultado fueron dos grandes obras de tales proporciones que rompieron incluso los límites del género, que Beethoven había ampliado. La tendencia sinfónica es tan inconfundible aquí como lo es en el cuarteto de cuerdas en sol mayor de Schubert, su quinteto de cuerdas y sus últimas sonatas para piano. El trío en sí bemol, D 898, es probablemente el primero de los dos, compuesto en octubre o noviembre de 1827. Es el más lírico de los dos, como señaló Robert Schumann, atribuyéndole atributos como "elegante, confiado, virginal". Debajo de la superficie serena, por supuesto, hay explosiones de violencia dramática, como se puede encontrar en toda la obra tardía del compositor. Formalmente, también, parece menos ambicioso que su obra hermana, siendo su Andante más conciso y el Rondo, uno de esos finales de Schubert en los que un simple tema de danza da lugar a un movimiento de proporciones gigantescas y que humaniza toda la obra. Todo este “espíritu humano” que recorre esta magnífica obra estuvo reflejado en las cuerdas y el piano de los tres instrumentistas. Realmente es difícil destacar en qué momento estuvieron más inspirados, pues todo fue un bloque fluido y bien estructurado, aunque el primer movimiento fue interpretado con una maestría indudable y el andante fue de una pasión contenida emocionante y bellísima. No aparecieron fisuras ante la tardía incorporación de Emanuel Graf, todos tocaron con una complicidad admirable, siempre atentísima Anna Vinnitskaya a sus compañeros. El público recompensó con grandes aplausos (y los famosos “pataleos” símbolo por estas tierras la admiración por lo escuchado) un trabajo que se puede calificar sin exagerar de altísimo nivel.