Krimmel Hohenems 22 

El joven caminante

Hohenems 1/10/2022. Markus Sittikus Saal. Schubert y Loewe. Konstantin Krimmel, barítono. Wolfram Riegel, piano. 

El primer día de esta Schubertiade de otoño sufrió otra cancelación por enfermedad. Ya hablamos de la sustitución en el primer concierto. También por enfermedad, pero unos días antes tuvo que cancelar la soprano Fatma Faid. Rápidamente se buscó un cantante que estuviera libre para poder dar un recital el 1 de octubre y se encontró a uno que indudablemente estuvo a la altura del reto que se le presentó. Konstantin Krimmel es un joven barítono alemán que ha entrado con pie firme en el mundo del lied, a la vez que desarrolla una interesante carrera operística. Acompañado de uno de los grandes del pianismo liederista como es Wolfran Rieger, presentó un programa en el que demostró su valía y versatilidad, y que ya había presentado en otros festivales, dedicado a Franz Schubert y a su contemporáneo Carl Loewe.

Son varias las características que hacen de Krimmel un cantante de lied especialmente atractivo y adecuado para este género tan especial. Comencemos por un timbre de una belleza evidente, con una emisión clara y bien modulada y una utilización de sus amplios medios que pone a disposición del verso que esté cantando. Krimmel muestra una versatilidad extrema para acometer canciones de muy diverso significado y calado. A esto hay que añadir una frescura en la voz que se adapta a la perfección a la juventud innata que revela el espíritu de muchos de los lieder. Otra virtud es la expresividad contenida, sin alharacas ni gestos exagerados. La emoción, los sentimientos, los transmite con las modulaciones de la voz, con pequeños movimientos que pueden parecer en un primer momento envaramiento pero que se tornan significativos con un gesto de la cara o de las manos.

La primera parte del programa estuvo dedicada a Schubert con una selección de algunos de los más bellos trabajos del vienés. Krimmel eligió unos lieder mayoritariamente de una temática muy querida por el compositor: la del caminante. Precisamente este es el título de su primer lied Der Wanderer, uno de los más conocidos de Schubert. La introducción al piano ya nos prepara para el camino, para esta pequeña cantata con un recitativo al comienzo, un aria y una coda. Genuinamente romántico, Krimmel cantó con una clase y unas medias voces que anunciaban un recital de mucha altura. Siguió con el bellísimo Am Bach im Frühlinge  (Junto al arroyo en primavera), una de esas canciones que hacen enamorarse de Schubert y que reúnen los elementos básicos de muchos de sus trabajos: el arroyo, el caminar, las flores… Una verdadera joya cantada de manera hermosísima. Después del animado Der Schiffer (El marinero) cantada con exultante espíritu por el cantante, llegó otro hito en el catálogo schubertiano: Nachtstück (Nocturno) con un maravilloso preludio ejecutado a la perfección por Rieger. Des Fischers Liebesglück (La dicha de amor del pescador) es un bello lied estrófico en forma de barcarola que nos habla del paseo nocturno del pescador y su amada, y que Krimmel cantó con gran delicadeza, transportando al oyente a un romántico y nebuloso lago y a una noche de amor y felicidad. Tengo que reconocer que An den Mond (A la luna) con letra de J.W. Goethe es uno de mis lieder favoritos (como curiosidad diré que fue el último lied de los ¡cinco! que compuso Schubert el 19 de agosto de 1815). Su cadenciosa y bella música que recuerda a un paseo nocturno llena de paz y es reconfortante. Fue un placer oírlo cantado por Krimmel. Y para finalizar la primera parte otro lied que tiene como temática el caminante: Der Wanderer an den Mond (El caminante a la luna). Es un canto con marcha 2/4 que parece anticipar el Gute Nacht del Winterreise y fue el colofón perfecto a una primera parte de una altísima calidad de los dos músicos.

La segunda parte estaba dedicada a Carl Loewe, un compositor alemán, nacido dos meses antes que Schubert pero que vivió hasta 1869 (recordemos que el compositor vienés murió en 1828). Su obra es amplia (llegó a escribir diecisiete oratorios, entre otras muchas composiciones) pero ha pasado a la historia de la música especialmente por sus lieder, más conocidos por baladas, y siempre es un placer oírlos en concierto. Es curioso, ya que es una circunstancia poco frecuente, que Loewe interpretaba sus propias canciones cantando y tocando al mismo tiempo ya que poseía una hermosa voz y era un buen pianista.  De todas ellas, Krimmel eligió tres de sus primeros años (de 1817 a 1819) y otras tres de una época más madura (1843, 1851 y 1857). Comenzó Krimmel con Odins Meeresritt (La cabalgata de Odín), influenciada por los paisajes noruegos. Es una balada que narra una historia entre el herrero Oluf y el dios de dioses y que nos recuerda la relación entre los Wotan y Mime wagnerianos. El comienzo solemne y la fuerza de la música se imponen en el diálogo de los dos protagonistas. Los cambios de ritmo los supieron reflejar los dos músicos a la perfección. El famoso texto Erlkönig de Goethe, conocido por el lied de Schubert, también lo musicó Loewe cuando aún era estudiante. De un carácter menos dramático pero también con claros contrastes en el diálogo del padre y el hijo, es también de una gran delicadeza, interpretando la dureza del texto con una visión también claramente romántica. Aquí Krimmel tuvo una de sus mejores intervenciones de la noche. También Goethe firma el breve pero bellísimo (y también puesto en música por Schubert) ​​Über allen Gipfeln ist Ruh' (Por encima de todas las cimas está la paz), empapado también del primer romanticismo, como Geisterleben (la vida fantasma). La madurez musical y el cambio en las formas artísticas se ve reflejado en Die Überfahrt (El cruce) de 1849 y sobre todo en la gran balada Archibald Douglas, que cuenta a grandes rasgos cómo, tras siete años de vagabundeo, el viejo conde Douglas regresa del exilio disfrazado de caballero-mendigo para implorar la clemencia del rey Jacobo de Escocia; se encuentran en el corazón del bosque y es finalmente perdonado. Es una canción que dura un poco más de diez minutos, todo un tour de force para cantante y pianista. Ambos salieron triunfadores del reto, demostrando una altísima profesionalidad. Die Uhr (el reloj) de Loewe y Willkommen und Abschied (Bienvenida y despedida) de Schubert fueron los dos bombones que nos regalaron, terminado ya el programa.

Durante toda la reseña hemos señalado la maestría de Wolfram Riegel, uno de los grandes pianistas acompañantes de generación. La importancia que tanto como Schubert como Loewe dan al piano fueron perfectamente servidas por un profesional que eleva su trabajo a la altura de cualquier voz. La de Konstantin Krimmel estoy seguro que nos dará veladas memorables. De hecho su próxima visita a la Schubertiade, en 2023, será ni más ni menos que con Die schöne Müllerin. Una cita que no hay que perderse.