Entre dos aguas
Schwarzenberg, 29/08/2024. Angelika Kauffmann Hall. Brahms Mahler. Andrè Schuen, voz. Daniel Heide, piano.
Andrè Schuen es uno de los liederistas más apreciados del momento. Además de una excelente carrera como cantante de ópera, Schuen no abandona los recitales en los que el lied es el protagonista y es frecuente su presencia en la Schubertiade. En el concierto que comentamos eligió dos compositores que, a priori, no parecen empatizar mucho como músicos, ya que fueron defensores o herederos de dos escuelas románticas siempre enfrentadas pero al fin unidas por una misma cultura. Johannes Brahms sigue los pasos de Mendelssohn y sobre todo Schumann, y Gustav Mahler bebe de la música de Wagner y Liszt. Pero son dos generaciones diferentes. Brahms admiraba a Mahler como director de orquesta (su faceta compositiva era casi desconocida y al compositor hamburgués no le gustaba nada) y Mahler respetaba al maestro consagrado pero pensaba que su música no era de lo mejor que se había escrito en ese siglo XIX que ya estaba acabando. Se conocieron en persona y Brahms ayudó a Mahler a conseguir su anhelado deseo de ser director de la Ópera de Viena.
Fue interesante ver navegar al cantante ladino entre esos dos mares tan diferentes (el de Brahms es el bello epílogo de una época que ya termina, el romanticismo; el de Mahler es la apertura a un siglo convulso y creativamente muy rico en corrientes, mucho más abierto en el fondo y en la forma de componer). Comenzó con una de las últimas composiciones de Brahms, los Vier ernste Gesänge, cuatro canciones que son una especie de testamento musical que se aleja en gran manera de su escritura liederística habitual. En primer lugar los cuatro lieder están basados en textos de la Biblia, tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento. Eso les da una solemnidad poco habitual. Solemnidad que también es palpable en el tratamiento vocal y que está unida a una indudable tristeza que los hacen premonitorios de una muerte que llegaría unos meses más tarde al compositor. Indudablemente hay una conexión con el Réquiem alemán. Creados para una voz masculina grave, Schuen se adaptó perfectamente a ellos, dándole el sentido tan íntimo, de recogimiento personal, que transmiten. Es verdad que el cantante no es, en general, muy expresivo y, como otros de sus compañeros, nos transmite más con su voz que con sus gestos, quizá esto haga pensar en cierto distanciamiento de la canción. Pero al oír esa voz de timbre y color tan atractivos, esa perfecta conexión con lo cantado, nos damos cuenta de que no hace falta mucho movimiento para transmitir pasión. Especialmente esto se nota en el bellísimo Ich wandte mich und sahe an (Me volví y miré a…) o en el solemne y romántico O Tod, wie bitter bist du (Oh muerte, que amarga eres). Compuestas con un elegante tratamiento pianístico, Daniel Heide demostró el gran pianista acompañante que es.
El final de la primera parte y el comienzo de la segunda estuvieron ocupadas por una selección de Des Knaben Wunderhorn (El muchacho de la trompa mágica) de Gustav Mahler, una recopilación de quince canciones, basadas en un libro de poemas populares reunidos por los escritores Arnim y Brentano, y que fue componiendo casi a lo largo de quince años. La voz, el estilo, la elegancia de la línea de canto (con esas medias voces exquisitas) de Andrè Schuen se adaptan perfectamente a estas canciones de Mahler y fueron para mí lo mejor de todo el concierto. La selección escuchada no llevó un orden cronológico de composición sino que alternó los diversos estilos (desenfadado, lírico, bucólico o elegíaco) que se dan cita en esta obra. De las siete canciones elegidas destacaría Wo die schönen Trompeten blasen (Donde resuenan las hermosas trompetas), uno de los mejores momentos de la noche, los aires vieneses y de marcha militar que tanto atrajeron siempre a Mahler de Der Schildwache Nachtlied (canción nocturna del centinela), un lied lleno de contrastes, y la versión que nos ofreció Schuen de esa joya que es Urlicht (Luz prístina) que Mahler incorporó al cuarto movimiento de su Sinfonía nº 2 y que simplemente estuvo perfectamente cantada. Y tocada. Otro sobresaliente aquí para Heide, que gracias a la gran importancia (y espacio) que Mahler da al piano tuvo momentos de un destacado lucimiento.
El recital terminó con varios lieder de Brahms. Aquí, ya más suelto el cantante, la conexión con los poemas fue mayor. Era un repertorio que permitía su lucimiento vocal como liederista, como ocurrió en los bellos Geheimnis (Secreto), calificado por algún crítico “una especie de fantasmagoría nocturna”, Lerchengesang (Canto de la alondra) que anuncia el modernismo o Mondenschein (Claro de luna), una belleza sobre textos de Heine. Para terminar, Schuen nos regaló una sentida interpretación de uno de los lieder más bonitos de la historia: Morgen de Richard Strauss.
Alegre fiesta germana
Schwarzenberg, 29/08/2024. Angelika Kauffmann Hall. Brahms, Hauber. Katharina Konradi (soprano), Sophie Rennert (mezzo), Patrick Grahl (tenor) yKonstantin Krimmel (barítono). Helmut Deutsch, piano. Michela Sara De Nuccio, piano.
El liederabend que cerraba la jornada estaba dedicado casi exclusivamente a canciones populares (en forma de vals) de Johannes Brahms: los famosos Liebeslieder Walzer op. 52 y los Neue Liebeslieder Walzer op. 65. Se contaba para este empeño con cuatro cantantes de gran nivel y dos pianistas que unían, a cuatro manos, la veteranía y la juventud. Se trataba de Katharina Konradi (soprano), Sophie Rennert (mezzo), Patrick Grahl (tenor) y Konstantin Krimmel (barítono). Al piano el ya mítico Helmut Deutsch y Michela Sara De Nuccio. Antes de entrar a comentar el plato fuerte de la velada, quiero destacar dos grupos de lieder que también se incluyeron en el programa.
En primer lugar, seis de las ocho canciones que el compositor suizo Hans Huber (compositor suizo contemporáneo de Brahms y con ideas musicales afines) creó sobre poemas de la extensa colección de Johann Wolfgang von Goethe West-östlichen Diwan. Son poemas en los que predomina la teatralidad y una musicalidad elegante y bien estructurada. Excelente interpretación de los infrecuentes pero bellísimos Vier Quartette op. 92 que aunque creados sobre poemas de cuatro autores diferentes se cohesionan unidos por la misma temática: la noche y el otoño. Los intérpretes se lucieron en la preciosa O schöne Nacht (O preciosa noche) o la intensa Warum? (¿Por qué?). Pudimos disfrutar, en esta ocasión en solitario, de la maestría de Deutsch en los acompañamientos.
Volviendo al bloque central del concierto, la primera parte estuvo dedicada, como se señalaba a los Liebeslieder Walzer (que podríamos traducir por Canciones de amor en forma de vals) op. 52, 18 canciones, bastante breves, sobre textos de Georg Friedrich Daumer y creadas entre 1868 y 1869. Son canciones eminentemente populares, cantadas tanto por el cuarteto vocal como por alguno de sus componentes en solitario o solo dos o tres voces. Aunque la calidad de los textos no es muy buena, Brahms consigue un conjunto de valses con un indudable perfume popular, que le garantizó a la colección un gran éxito. Los Neue liebeslieder Walzer op. 65 son quince canciones y fueron creadas en 1874 con textos también de Daumer. Como en el anterior ciclo, los especialistas coinciden que este trabajo es un homenaje a la ciudad de Viena y a una de las formas musicales predilectas de Brahms. Este grupo de lieder suponen una clara evolución estilística y madurativa, con una calidad musical evidentemente mayor que las que forman el op. 52. Además la intervención de los cantantes es mucho más variada. Concretamente solo siete de las quince canciones las canta el cuarteto completo, siendo el resto interpretadas por los diversos solistas. He de reconocer que, aparte del interés, por escuchar las siempre interesantes adaptaciones de Brahms, la temática y la musicalidad me resultaron un poco ajenas, demasiado enraizadas en el folclore nacional pese a la indudable profesionalidad y engarce vocal de los cantantes y de los dos pianistas, que realizaron un trabajo impecable. El público sí que conectó más con estos pequeños valses que, seguramente, conocen desde siempre.