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La redención británica de El Mesias

Barcelona. 10/12/15. Palau de la Música Catalana. Ciclo Ibercamera. G.F. Händel: El Mesías. Instruments of Time and Truth y Choir of Oxford Voices. Robyn Allegra Parton, Nick Pritchard, Katie Bray, Brian Mcalea. Dirección: Edward Higginbottom.

Lejos de la monumentalidad y el carácter popular de los “conciertos participativos” tan en boga últimamente, he aquí un Messiah (aunque no completo, sino una amplia selección) traído desde las oscuras entrañas de la historia británica. Así es como se anunciaba esta versión, muy bien recibida por el Palau, de Edward Higginbottom –presentado como el “Sacerdote de Händel”– organista y director durante años del Coro del New College de Oxford, formación de gran tradición a la que hizo importantes contribuciones tanto en lo que respecta a la interpretación historicista como a la ampliación del repertorio, reforzando su dimensión internacional.  

De entrada uno tiene que confesar cierta molestia ante este oratorio, especialmente porque suele oscurecer otras obras (entre los propios oratorios como es el caso de Saul, tres años anterior) mucho más interesantes. Pero las fobias de quien esto escribe son irrelevantes. Más allá de su repercusión para el clasicismo, Händel tuvo la habilidad de vincular su música al espíritu de la época, al gusto del público y a una tradición. Como es sabido, desde que puso el pie en Londres con su Rinaldo, fue recibido con los brazos abiertos por un público inglés ávido de ópera italiana. El Mesías fue concebido por el compositor de Halle en 1741 cuando abandonó la composición operística (aunque sus rasgos continúan en los oratorios) tras una década en la que ese éxito había declinado, y es representante de un género del cual fue el artífice; el oratorio inglés, con elementos que recogían su experiencia alemana e italiana y se añadían a la música coral inglesa. 

No me extiendo en la discusión acerca del historicismo. No es el lugar y en la mayoría de las ocasiones resulta estéril. Pero sí debemos reseñar la voluntad de fidelidad del dispositivo orquestal a diferencia de las versiones no historicistas, que pueden ser de referencia (como la de Mackerras o la de Davis) pero que proponen una gran dimensión instrumental. El estreno dublinés del Mesías en 1742 tuvo lugar con una orquestación reducida, aunque el propio Händel volvió sobre la partitura haciendo modificaciones. Después comenzó a ampliarse el número de instrumentos, hasta tener constancia de la célebre interpretación en Westminster con más de mil músicos en 1791. Pero fuera de alguna excepción, él disponía de orquestas de no más de una treintena de músicos y coros de unos veinte miembros. 

Así fue en este caso, con la recién nacida Instruments of Time and Truth que toma el nombre del oratorio de 1757 The Triumph of Time and Truth y se nutre de formaciones con experiencia como The Academy of Ancient Music, The Orchestra of the Age of Enlightenment y The English Baroque Soloists. La orquesta ofreció una soberbia interpretación de la mayestática sinfonía que abre el oratorio y de la fuga allegro que sigue, en una versión cercana a la de Gardiner exceptuando algunos matices en las dinámicas y con un tempo más sosegado. Los pasajes rápidos, gracias a la buena articulación de las cuerdas y a la acústica de la sala, se transmitieron con notable claridad. Higginbottom entró caminando como si estuviera buscando algo que había perdido. Todo lo contrario que cuando comenzó a dirigir: todos los caminos sonoros nacían y confluían en él. El veterano director mostró un estado de forma magnífico, consiguiendo un equilibrio entre coro, orquesta y solistas, atendiendo detalles y finales de frase con sobriedad, sabiduría y sentido estético. En muchas ocasiones, sin tener que hacer uso de artificios innecesarios, obteniendo elocuencia y momentos de gran belleza. La interrogación histórica a la partitura a veces degenera en indiferencia estética hacia la obra, pero eso no ocurrió nunca con el director británico. Exceptuando la lectura discutible de algún fragmento como la “Pifa”, es difícil plantear objeciones al trabajo de Higginbottom y su sintonía con la orquesta es admirable.

Como es sabido, en el oratorio händeliano es importante la presencia del coro, cosa que tal vez se puede apreciar incluso mejor en Israel en Egipto (1739). Lo interesante es el rico y variado tratamiento de texturas y técnicas que dedica, desde la homofonía hasta la escritura fugada dentro de un mismo fragmento, como sucede en el “Aleluya” de la segunda parte. El trabajo con el Choir of Oxford Voices es quizás superior al que hemos destacado con la orquesta. El rendimiento de éste fue muy alto y tuvo momentos realmente excepcionales, de gran empaste con la orquesta. Técnicamente impecable, con una gran implicación en el conjunto y capaz de ofrecer instantes espléndidos en los pasajes a capella, que el público supo valorar y aplaudir.  

Pero toda luz tiene su sombra, y ésta fueron los solistas. Si fue discreto el tenor Nick Pritchard, podemos decir que la soprano Robyn Allegra Parton sencillamente no estuvo a la altura (no sabemos decir a qué altura, pero desde luego no a la que proponía orquesta, coro y director), sin carácter, sin matices, y a veces sin alma. Algo mejor estuvo la mezzosoprano Katie Bray, mientras que el bajo Brian Mcalea, que tendría sus limitaciones, al menos supo transmitir con vehemencia la violencia de algunos pasajes, como el conocido “I will shake the heavens and the earth...” sobre las melodías melismáticas y el estilo concitato de la orquesta. Es el único que en alguna ocasión, tanto en la primera como en la tercera parte, logró emocionarnos.  

Cuando visité la tumba de Brunelleschi en la cripta de Santa María del Fiore, lo primero que me encontré fue un puesto de venta de productos de merchandising alrededor del cual los turistas se abalanzaban como palomas. Siempre que he asistido a una interpretación del Mesías he tenido la misma sensación. La misma de entrar en un espacio sagrado que ya no se puede descubrir debido a la cantidad de cámaras y puestos de venta de camisetas y tazas. Sí, este Mesías será mejorable (especialmente con otros solistas: ¿Qué hubiera sido de éste con un Howard Crook, por ejemplo?), estará recortado... lo que quieran. Pero es la primera vez que eso no me ocurre, y puedo escuchar la obra de una vez por todas, expresada con sinceridad, devoción y maestría.