Saariaho Maarit Kytöharju

La fiesta de Saariaho

Barcelona, 14-10-2022. Petit Palau (Palau de la Música Catalana). Obras de Kaija Saariaho. Camila Hoitenga (flauta), Faustine de Monès (soprano), Quatour Ardeo, David Poissonieur (ingeniero de sonido), Eija Kanjanraanta (kantele), Cuarteto vocal del Palau de la Música.

Pudimos ver, en la sala pequeña del Palau, un interesante homenaje a la compositora finlandesa Kaija Saariaho. Y fue un homenaje y no un concierto al uso porque no se trató de un mismo formato para toda la velada. Desde piezas para flauta a piezas para cuarteto con la intervención de la electrónica y los sonidos pregrabados. Y porque coincidía con el 70 cumpleaños de la compositora invitada de las temporadas 2020-21 y 2021-22.

La música de Saariaho es estrictamente contemporanea por las técnicas y las formas, no apela a ningún tipo de neoclasicismo ni hunde raíces en ningún tipo de música popular. No es, en cambio, severa ni ardua  en ningún sentido. El hecho de que la muestra ofreciera, como ha sido dicho, diversos formatos, servía también como exposición de los desempeños de Saariaho en el campo de la música de cámara.

La primera de las piezas fue Changing light, para flauta y soprano. Se trata de un diálogo de contenido religioso escrito en 2002 para violín y soprano pero arreglado por la propia compositora para la formación que pudimos ver en el Petit Palau. En él Saariaho despliega un lenguaje armónicamente reconocible e influencias de diversas fuentes de la música del siglo XX. La belleza de la música tuvo un buen apoyo en la flauta de Camila Hoitenga y, particularmente, el  bello canto de Faustine de Monès.

Le siguió una obra para cuarteto de cuerda y soprano, escrita en 1996, basada en el poema de Hölderlin Die Aussicht. La eficaz y comprometida ejecución del Quatour Ardeo desveló un lenguaje de cámara con influencias de Schönberg y Strauss.

Este inicio ya nos mostró la triste ley del patriarcado según la cual la música que escribe una mujer se acaba convirtiendo en un asunto de mujeres, dado que el predominio femenino entre las ejecutantes era apabullante. Pero el público, mixto, parecía pasarlo también muy bien y con razón.

En Noa Noa (1992) nos encontramos a la flautista en una soledad que no puede dejar de traer a la memoria la famosa Sequenza de Luciano Berio, pero con una lenguaje más amable y el apoyo en los sonidos electrónicos del ingeniero de sonido David Poissonieur. Con la mencionada amabilidad del discurso colaboró un cierto exotismo, expresión del hecho de que el título se refiere a una madera tallada de Paul Gauguin. A parte de ciertos manierismos de la técnica de la flauta que la autora quería explotar encontramos además un rasgo que apareció más tarde: el uso de sonidos vocálicos por parte de la flautista.

La siguiente pieza resultaba ser la première para flauta baja y kantele (instrumento de cuerda pulsada de origen finlandés, tocado por Eija Kanjaanranta) de una obra de 2016 que incorporaba también sonidos electrónicos y reincidía en el uso de sonidos vocálicos por parte de la flautista. Y a continuación un cuarteto de cuerda de algo más Bartók que Schönberg que resultaba ser la pieza de mayores dimensiones del programa y que ofreció interesantes pasajes de exploración tímbrica. Como en todos los casos la ejecución defendió la obra con entusiasmo y eficacia.

Pero aún quedaba una última pieza con un nuevo formato: Nuits, adieux, para un cuarteto vocalcon microfonía y apoyo electrónico. Lo ejecutó, a parte del ya citado David Poissonieur, el cuarteto vocal del Cor de Cambra del Palau de la Música. Mediante los micros y el trabajo del ingeniero, la obra (con referencias a Balzac) se desarrolla entre onomatopeyas, sonidos guturales, respiraciones, recitados y otros recursos. Dirigía Júlia Sesé y la ejecución fue tan entusiasta como, de hecho, todas las demás.

Se trataba de un homenaje y el jolgorio popular certificó su éxito. El objetivo era difundir la música de Saariaho y dejar claro que el hecho de que se trate de música contemporánea no significa que no pueda asistir uno al evento con la perspectiva de disfrutar. Y así fue. Se disfrutó de las obras porque a los valores intrínsecos a la música de Saariaho se añadió la voluntad comunicativa, casi festiva, de unos (unas sobretodo) músicos que jugaron con el público a favor y lograron un éxito (íntimo, como corresponde al Petit Palau) más que merecido.

Foto: © Maarit Kytöharju