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Un debut prometedor

Barcelona. 30/10/2022. Gran Teatre del Liceu. Verdi: Il trovatore. Vittorio Grigolo (Manrico). Saioa Hernández (Leonora). Juan Jesús Rodríguez (Conde de Luna). Ksenia Dudnikova (Azucena). Gianluca Buratto (Ferrando). Riccardo Frizza, dirección musical. Alex Ollé, dirección de escena.
 
Decía Enrico Caruso, o al menos a él se atribuye la afirmación en cuestión, que para escenificar Il trovatore hacían falta, ni más ni menos, que los cuatro mejores cantantes en activo. No es ya cuestión de dilucidar si los que hemos escuchado en el Liceu lo eran o no, pero no cabe duda de que han ofrecido un notable nivel, arropados e impulsados por la inspirada batuta del italiano Riccardo Frizza, quien una vez más ha dejado patente su entendimiento con los atriles de la Orquesta del Liceu. 
 
Apodado en su día como ‘il Pavarottino’ y manchada su reputación desde 2019 por un escándalo de abusos sexuales a una colega en Tokyo, Vittorio Grigolo pertenece a esa raza de tenores dotados de unos medios privilegiados a los que no acompañan a menudo ni el estilo ni la testa. En su debut con la parte de Manrico ha dejado no obstante una buena impresión. Lo de menos es el desahogo con el que resuelve la famosa y esperada 'Pira', cantada aquí medio tono baja y sin la segunda estrofa. Lo cierto es que la voz corre con facilidad, posee el color idoneo para el papel y no presenta tensiones en la zona del paso. Pero las más de las veces su Manrico es demasiado ardoroso e intenso, casi hiperactivo. Le falta bel canto, en pocas palabras. Además, de tanto en tanto altera el texto a voluntad, acomete a media voz frases que no lo requieren, no hace el libreto todo lo inteligible que debiera y desperdicia, en suma, momentos clave para exhibir su buen hacer. Y así y todo, un debut prometedor, si sigue limando asperezas e insiste en cuidar más el estilo.
 
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Saioa Hernández es una cantante a la antigua, en el mejor sentido del término. Apenas comienza a cantar, su sonoridad recuerda a las grandes de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Por méritos propios, tras abrirse paso en los escenrios de Múnich, Berlín y Milán, entre otros, la madrileña pertenece ya a la primera división de las sopranos internacionales. No en vano viene de inaugurar la temporada de la Ópera de París cantando Tosca junto a Gustavo Dudamel. Apenas aquejada ya por un leve resfriado que puso en riesgo su presencia en el estreno, cantó ya en plenitud de facultades en la función que nos ocupa. Debo decir, no obstante, que no es el tipo de voz con el que yo me siento más identificado para la parte de esta Leonora en Il trovatore, donde a menudo prefiero voces un poco más livianas y cristalinas, con más vuelo. La voz de Saioa Hernández es más bien rotunda, dueña de un instrumento amplio y bien timbrado, tornasolado en el centro y sólido en el grave, con la dosis justa de metal en todas las franjas. Su Leonora es así más dramática que lírica, una opción perfectamente válida aunque no sea exactamente la que yo prefiero para el rol.
 
Juan Jesús Rodríguez posee una de las voces de barítono más notables del panorama actual. Su dominio de la parte del Conde de Luna es innegable, como ya dejé escrito hace unos meses, al hilo de su participación en unas funciones de Il trovatore en Málaga. Y sin embargo, esta vez, he tenido la impresión de que falta algo más de variedad en su canto, a veces demasiado monolítico, más concentrado en exhibir los medios que en incidir en los acentos. Un Conde de Luna de primer nivel, que duda cabe, pero precisamente por estar a ese nivel cabe pedirle aún una vuelta de tuerca más.
 
Debutaba también su parte la mezzosoprano Ksenia Dudnikova, originaria de Uzbekistán. Algo corta de medios en el tercio agudo aunque en posesión de un instrumento idoneo para la parte, generoso en caudal y con el color exacto para una Azucena convincente, frasesada con gusto y con verdadera intensidad. Estupendo asimismo el bajo Gianluca Buratto, educada su voz en las lides de la música antigua y barroca, manejando por tanto un instrumento dúctil, perfectamente amoldado al canto ágil de la primera escena de Ferrando. No era, ni mucho menos, su primera incursión en el repertorio del romanticismo y confirma lo afortunado de su evolución en estas lides. Buen trabajo, finalmente, de María Zapata como Inés y Antonio Lliteres como Ruiz.
 
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La producción de Alex Ollé es bastante intrascendente. Si bien resulta más aquilatada aquí en el Liceu que cuando se estrenó en París, no deja de ser un trabajo superficial, que apenas escarba en la psique de los personajes, buscando más bien una impresión general, bastante grisacea y turbia, donde la experiencia de la guerra lo marca todo en primer plano. A la postre, lo mismo valdría para una Forza del destino o una Favorita, con leves retoques. También debo decir que es un trabajo resuelto con buenas maneras, con vocación de sumar y sin ocurrencias fuera de lugar. El problema es que nos venimos conformando con que algunas propuestas escénicas no molesten y en conjunto se debería ir mucho más allá.
 
Como apuntaba al principio, el foso comandado por Riccardo Frizza fue todo un seguro de vida para los cantantes hasta ahora comentados. Frizza no deja de mirar al escenario una y otra vez, escuchando a los solistas, incidiendo en sus acentos, respirando con su aliento. Un director a la antigua, de nuevo en el mejor sentido del término. Son ya varios los títulos que el maestro de Brescia ha dirigido ya en el Liceu, el último de ellos unos Cuentos de Hoffmann realmente esmerados. Este Trovatore ha sonado melancólico y trágico, bien empastado con el ambiente grisaceo que Álex Ollé imprime a su propuesta escénica. Tarde o temprano será momento de abrir una cuestión siempre incómoda para un teatro -cuando en realidad debería ser una búsqueda estimulante-: la necesidad de un sustituto para Josep Pons una vez que finalice su contrato en vigor, prolongado hasta la temporada 25/26. Riccardo Frizza sería una excelente opción, manifiesto su dominio de los repertorios más centrales y con una curiosidad palpable por otros horizontes, como queda patente con sus últimas colaboraciones con orquestas centroeuropeas como la Sinfónica de Bamberg o la Orquesta de la Radio Húngara, de la que es titular a partir de esta temporada.
 
Fotos: © A. Bofill