Ictus Ensamble Suzanne Vega 08 1© Elvira Megias.

One, two, three: apocalipsis nuclear

Madrid. 22/11/22. Auditorio Nacional. CNDM. Glass: Einstein on the Beach. Ictus Ensemble. Collegium Vocale Gent. Suzanne Vega, narradora. Tom de Cock y Michael Schmid, directores.

Desde The Life and Times of Joseph Stalin de Bob Wilson, que terminó por empujar a Glass a componer Einstein tras su Music with Changing Parts, hasta Sleep de Max Richter, que también ofreció en Madrid los Veranos de la Villa, justo antes de la pandemia, la música clásica está plagada de una atracción por los "tiempos largos" - tal como los denominaba el compositor de Baltimore - . En realidad, la duración de las obras musicales va aparejada, indisolublemente, al crecimiento "físico" de la música a lo largo de la historia. Recordemos las arias de sorbetto en el Clasicismo, para que el público pudiera abandonar la sala a por un refresco, sin perderse nada relevante en la trama y cómo aquí, ahora, o en los años setenta del pasado siglo, Glass indicaba que el público podía salir y entrar libremente de la sala durante el espectáculo.

Los finale aparentemente interminables de obras mozartianas... nada que ver ante la magnitud tal de los dramas wagnerianos, o esos movimientos sin fin en Beethoven y Brahms en su momento, que fueron redoblados por Mahler o Bruckner. La Hammerklavier de Beethoven, compuesta a principios del XIX, alcanzaba los tres cuartos de hora. Todo un mundo entonces. A finales de ese mismo siglo, Erik Satie presentó sus Vexations, que Igor Levit acometió durante la pandemia, alcanzando casi las 12 horas de duración. En tiempos de reels y TikTok, para muchos supone toda una vida. La Hammerklavier supone algo inconcebible de escuchar, de hecho. Satie representa ese punto de inflexión, esa diferencia no ya en la duración, sino en el contenido de la pieza: durante todo ese tiempo, el intérprete ha de repetir un mismo motivo durante 840 veces. Es ya no un ejercicio de resistencia física, sino mental. Un trance, como al que nos invita Philip Glass en su Einstein on the Beach.

Pretendía Wilson que esta ópera estuviese dedicada, durante sus cincor horas originales de duración, trance y repeticiones con sus variaciones, a Hitler. Pronto encontraron en Einstein un punto en común, director y compositor, siendo este un fanático de la ciencia que ha escrito música, también, para Galileo, Hawkings o Kepler. Podría sonar algo descabellado consagrar una ópera a Hitler, pero  no dejaría de estar de actualidad hoy en día, como también lo está el contenido final de la partitura, que presenta una Tercera Guerra Mundial con su apocalipsis nuclear. Tan duro como real, aunque Glass y Wilson prefirieran cerrar la obra, inmediatamente después de la escena de la explosión y la nave espacial, con una pequeña historia de amor. De ese amor que nos salvará a todos. Se supone...

Para dar vida a todo ello, el CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical) ha resentado una propuesta en versión concierto, con cierta dramatización o visión escénica, más bien, firmada por Germaine Kruip, que se hace más que suficiente para dar forma a la música de Glass. En realidad, aquí lo más importante es el propio trance y resistencia de los músicos congregados. Por un lado el extraordinario Collegium Vocale Gent, que presenta una dinamización y flexibilidad en lares a los que no nos tienen acostumbrados por aquí. Empastado, preciso, voluble, hipnótico como demanda el bucle de Glass. Imprescindible al igual que el Ictus Ensemble, con el violín evocadora de Igor Semenoff en la figura del propio Einstein, los saxos y clarinetes de Nele Tiebout, Dirk Descheemaeker y las flautas de Michael Schmid y, muy especialmente, Chryssi Dimitriou. Todo ello bajo el magnetismo mesmerizante de los teclados de Jean-Luc Fafchamps y Jean-Luc Plouvier, absolutamente impresionantes.

Muy bien trabajada la amplificación en su conjunto, incluso para tratarse de la acústica del Auditorio Nacional, ganando con ella la narrativa frágil, susurrante de Suzanne Vega en los textos de la obra. Su decir, sus curvas de frase parecían desvanecerse por momentos y sin acentuaciones apenas marcadas pareciera que las oraciones podían partirse perdiendo significado. Suzanne Vega al fin y al cabo.

Al CNDM le quedaría traernos Vexations, durante toda una noche... o ir más allá con Organ2/ASLSP de John Cage, la obra más larga de la historia (que yo tenga constancia). Ha de ser interpretada "tan lentamente como sea posible" (As Slow as Possible). De esta manera su primera nota, un silencio, se extiende durante casi dos años (El total de la interpretación alcanza, se cree, los 640 años). ¿Se imaginan acudir al Auditorio Nacional... o a donde sea... a escuchar un silencio durante dos años? ¡Pura poesía!