die zauberin org 2740 

Chaikovski siempre es Chaikovski

Frankfurt. 11/12/2022. Opernhaus. Chaikovski. La hechicera. Asmik Grigorian (Natacha, la hechicera), Iain MacNeil (El Príncipe) Elena Manistina  (La Princesa), Alexander Mikhailov (Juri), Frederic Jost (Mamyrow/Kudma). Orquesta y Coro de la Ópera de Frankfurt. Dirección de escena: Vasily Barkhatov. Dirección musical: Valentin Uryupin. 

No todo lo que crea un compositor (lo que vale para todos los artistas) son obras maestras; incluso en sus momentos de mayor inspiración creativa hay baches, obras que fracasan, que no parecen encajar con el talento del maestro. En uno de los momentos más fructíferos de la carrera artística de Piotr Ilich Chaikovski, entre la composición de sus óperas más famosas, Eugenio Onegin y La dama de picas, en la misma época de la 5ª Sinfonía o del ballet La bella durmiente, el compositor ruso se embarca con ilusión en la creación de una obra, La hechicera (también traducida como La encantadora), que ya desde su estreno sufrió el ostracismo del público y de la crítica de la época. Para el autor, en cambio se encontraba entre sus óperas favoritas y nunca comprendió por qué no tuvo el éxito que él esperaba. En su correspondencia afirma: “En el periódico de hoy vi por casualidad que la octava representación de La hechicera se hizo ante una sala medio vacía. Es un fiasco indudable. Este fracaso me ha herido en lo más profundo de mi alma, pues nunca he trabajado con mayor ardor que en La hechicera y hay que buscarlo posiblemente en la defectuosa interpretación de las dos partes principales; pero más probablemente en las cualidades de la música, que todavía espera su justa evaluación a manos de un crítico competente”. 

Y es que este estado de abandono de La hechicera, basada en una obra de teatro de Ippolit Shpazinshky (quien también escribió el libreto) y compuesta entre 1885 y 1887, es inmerecido. Quizás no sea la ópera más consistente de Chaikovski, sin embargo, el tema lo inspiró a una de sus partituras más experimentales. Parte de la instrumentación es única para la música rusa de la época y anuncia a Richard Strauss según algunos críticos. Chaikovski también cambia continuamente entre una paleta inspirada en temas populares rusos y una coloración más impresionista. Y al escucharla es indudable la autoría del compositor, sobre todo en el tratamiento de las voces, que tanto recuerdan a los protagonistas de Onegin o La Dama de Picas. En pocas palabras, la ópera cuenta la historia de una joven viuda, Nastasya, o "Kuma", propietaria de una posada en el camino de Nizhny Novgorod en el siglo XV, donde los hombres van a pasar un buen rato. Las malas lenguas la llaman hechicera, seductora, porque supuestamente hechiza a la gente con su belleza. Cuando el gobernador general, el príncipe Nikita, así como su hijo Yuri, también se enamoran de sus encantos, es inevitable que suceda una tragedia. La propia Kuma está enamorada de Yuri, pero su decisión de fugarse solo la lleva a ser envenenada por la celosa princesa, la madre de Yuri, mientras que el príncipe Nikita mata a su propio hijo y a su mujer antes de sucumbir a la locura. 

Ahora la Ópera de Frankfurt se une al escaso grupo de teatros que han recuperado esta ópera y la estrena, si no me equivoco, en Alemania. Para esta nueva producción ha contado con un equipo técnico que encabeza el director de escena Vasily Barkhatov. Apoyándose en una excelente juego escenográfico de Christian Schmidt, que divide el desarrollo de la historia en dos únicos espacios (la taberna y el palacio del Gobernador), Barkhatov nos cuenta esta tragedia del siglo XV de una forma bastante enmarañada: la protagonista pasa de tabernera a pintora que regenta una galería y en la que el hijo del gobernador enamorado de ella es un campeón mundial de boxeo de los pesos medios. No voy a decir que fuera fácil entender el mensaje del director en una ópera tan poco escuchada y que ves por primera vez. Barkhatov va a lo suyo, y aunque  resulte desconcertante en muchos momentos, sí que su propuesta tiene una estética atractiva y consigue un buen trabajo actoral con los cantantes. Habría que ver varias veces la producción para realmente dar una opinión más elaborada. Esperemos que la obra tenga desde ahora más recorrido y podamos hacer un juicio revisado.

die zauberin org 2738

Vocalmente, como ya se dijo, la ópera es hija sin duda de la pluma de Chaikovski. Asmik Grigorian asumía el papel de Natacha menos de veinticuatro horas después de haber protagonizado Manon Lescaut. Pocas cantantes pueden hacer eso y que no merme su rendimiento, pero Grigorian es una de las sopranos más destacadas de la actualidad y parece que puede con todo. El rol es exigente y no escaso en agudos, pero la cantante lituana resolvió las dificultades con soltura proporcionándonos momentos memorables, como su aria del primer acto, verdaderamente bella y donde hasta se permitió hacer una messa di voce más propia del belcantismo que de una ópera romántica. Impresionante el trabajo de Iain MacNeil en el papel del Príncipe, Gobernador General. Estuvo pletórico en todas sus intervenciones, con una voz de perfecta proyección y que adapta con total facilidad del forte al pianissimo, tal como exige su personaje de claros contrastes de personalidad, no perdiendo nunca esa elegancia propia de un timbre de gran belleza. Fue, con toda justicia, el cantante, junto con Grigorian, más aplaudido. Más justo en sus prestaciones, sobre todo en el tercio agudo, fue el desempeño de Alexander Mikhailov como Yuri, el amado de la hechicera, pero resolviendo sin mayores problemas un papel también con una complicada trama vocal.

Excelente Elena Manistina, que desde el proscenio cantó el papel de la Princesa, ya que Claudia Mahnke tuvo que cancelar. Una actriz hizo el papel sin cantar mientras Manistina con esa voz de mezzo tan característica del mundo eslavo nos brindaba una lección de cómo se canta un papel en el que la maldad y la venganza se transmiten en cada nota. Segura en toda la tesitura, su fuerte fueron unos bajos de esos que pocas veces se perciben tan claramente en un escenario. En la misma línea de estupendo nivel hay que señalar el trabajo de Frederic Jost que da vida a dos personajes, Mamyrow y Kudma, a cuál más retorcido. El joven bajo alemán brilló por la calidad y técnica de su voz y por su excelente trabajo escénico. Adecuados el resto de comprimarios y, como siempre, excelente el Coro de la Ópera de Frankfurt, que tuvo un trabajo muy exigente en el primer acto, arquetípico del mundo operístico ruso, donde el pueblo tiene un protagonismo omnipresente. 

El director ruso Valentin Uryupin, ganador del concurso Georg Solti en 2017, fue el encargado de llevar a buen puerto esta partitura tan poco escuchada. Uryupin consiguió que el oyente reconociera perfectamente la autoría de Chaikovski en cada nota y supo mantener un ritmo y una tensión adecuados en una ópera de bastante duración y que cambia constantemente de situaciones. Atento al escenario, tuvo su mejor aliado en la Orquesta de la Ópera de Frankfurt, verdaderos profesionales y virtuosos que consiguieron que casi reconociéramos una música casi nunca escuchada.

Fotos: © Barbara Aumüller