© Barbara Aumüller
Nostalgias
Frankfurt. Ópera de Frankfurt. Strauss: Der Rosenkavalier. Maria Bengtsson (Mariscala). Ida Ränzlöv (Octavian). Elena Villalón (Sophie). Wilhlem Schwinghammer (Ochs). Liviu Holender (Faninal). Claudia Manhke (Annina). Michael McCown (Valzacchi). Thomas Guggeis, dirección musical. Claus Guth, dirección de escena.
Si hay una obra que gire en torno al paso del tiempo, amalgamando nostalgia y melancolía de un modo embriagador -y con una pizca irresistible de humor-, esa es El caballero de la rosa de Richard Strauss, una auténtica delicia que hace muchos, pero muchos años, que no se escenifica en España -tomen nota quienes tienen en su mano cambiarlo-.
Estrenada en 2015, hace ahora diez años, la propuesta escénica de Claus Guth explora las resonancias de la muerte y la enfermedad, entremezcladas con la nostalgia del tiempo pasado y unos afectos que ya no volverán. La atinada escenografía giratoria de Christian Schmidt recrea los aposentos de un sanatorio que se confunde por momentos con las instalaciones de un gran hotel; realidad y ficción se confunden en torno a una Mariscala enferma, consciente de su inminente final. El elemento rococó queda relegado a la nada en un Rosenkavalier de matriz existencialista, muy bien resuelto por Guth, con brillantes detalles en la dirección de actores, aquí en una reposición llevada a cabo por Antonia Bär y Dorothea Kirschbaum. Muy notable también el trabajo de iluminación de Olaf Winter, dicho sea de paso.

Apadrinado en su día por Daniel Barenboim, de quien fue asistente durante un tiempo en la Staatsoper de Berlín, Thomas Guggeis (1993) es desde la temporada 2023/2024 la batuta titular de la Ópera de Frankfurt. Buen concertador, escogió sin embargo tiempos algo acelerados, de dinamismo muy marcado, lo que resultó en cierto alboroto en algunas escenas durante los actos segundo y tercero. Guggeis se mostró más esmerado en los pasajes líricos y pausados, donde encontró una expresividad más honda y delicada, fraseando con gusto y sin tantas prisas.
El rol de la Mariscala estaba encomendado a la soprano sueca Maria Bengtsson. Con unos medios modestos, hizo gala sin embargo de una notable lucidez interpretativa, recreando una Mariscala melancólica y frágil, de elegante madurez expresiva y de refinado legato. Bengtsson se mostró además hondamente involucrada en la propuesta escénica de Claus Guth.

