Pagliacci OpusLirica 2 

El triunfo de la desolación

Donostia. 17/02/2023. Palacio Kursaal. Leoncavallo: Pagliacci. Ainhoa Garmendia (Nedda), Nacho Guzmán  (Canio), Hao Wen (Tonio), Pau Armengol (Silvio), Aitor Garitano (Beppe). Coro Promusika. Orquesta Opus Lirica. Dirección de escena: Pablo Ramos y Carlos Crooke. Dirección Musical: Iker Sánchez.

Al término de cualquier función de Pagliacci a uno se le queda mal cuerpo por la crudeza, inclemencia y triste actualidad que mantiene hoy en día su trama, 131 años después de su estreno. Y precisamente apelando a su vigencia se presentó este título por parte de los promotores de Opus Lirica hace unos días en la pertinente rueda de prensa, queriendo hacer de una función operística una nueva de oportunidad de sensibilizar a la sociedad en torno a una cuestión en la que, aunque se ha avanzado en términos evidentes, queda mucho aun por recorrer.

Lo cierto es que poco hay que añadir al desarrollo mismo del argumento de esta ópera para llegar al corazón de nadie ya que, por ejemplo, este título es dueño de una de las frases más lapidarias que nadie pueda imaginar en eso de “justificar” o “blanquear” la violencia mencionada; es esa dicha por Beppe cuando, tras el descubrimiento por parte de Canio de la aventura amorosa de su esposa y tras el pertinente ataque de celos e ira afirmará de su jefe que Canio é violento ma buono. ¡Ahí queda eso! 

Así pues, poco hay que inventar para que Pagliacci sea a los ojos de un/a espectador/a del siglo XXI lo que sencillamente es, un retrato crudo de la situación de la mujer en la Italia profunda del XIX y que en cierta forma, aun pervive. Es por ello que cualquier intento de relectura del título puede caer, como ocurre con la propuesta de Pablo Ramos y Carlos Crooke, en la innecesaria redundancia. Ese intento de crear un metauniverso con hilos, como si los payasos fueran manejados por los espectadores queda en esfuerzo baldío y poco fructífero además de crear situaciones escénicas confusas y movimientos innecesarios e incómodos por constantes.

Vocalmente hablando la experiencia apenas puede recibir un raspado aprobado general porque lo cierto es que se observaron demasiadas limitaciones. Ainhoa Garmendia, máxima dirigente de la casa, ha entrado en un repertorio que hasta ahora le era infrecuente y adoleció de cierta falta de garra, estando mucho más cómoda en las partes más líricas, sobre todo en Qual fiamma avea nel guardo para estar más descompensada en la parte más dramática. De todas formas, se le nota un poso, un saber estar y un control escénico que la convierte en un valor seguro para la casa. Su alter ego era el tenor argentino Nacho Guzmán que vivió un proceso inverso; en toda la primera parte su interpretación fue muy problemática, con agudos temblorosos y un fraseo muy poco elegante para encontrarse más a gusto en la representación final.  El Vesti la giubba fue poco más que voluntarioso.

Los dos barítonos tampoco terminaron por redondear sus respectivas partes. Hao Wen construyó un Taddeo de volumen y proyección limitados, poco implicado como actor y con un prólogo que pasó sin pena ni gloria mientras que el catalán Pau Armengol alternó frases bienintencionadas con otros momentos más insípidos en su papel de Silvio. El joven Aitor Garitano dio a su Beppe un realce importante en la famosa Canción del arlequín, en la que mostró adecuación estilística y voz pertinente al papel. Muy bien los dos ciudadanos en sus breves frases.

Por lo que a los colectivos se refiere, desde la dirección escénica al coro se le pidió de todo, incluso recibir y alternar con los espectadores en la entrada del Palacio Kursaal en los momentos previos a la función, en una búsqueda no se sabe muy bien de qué; otra cosa es que a la hora de cantar mostraran una falta de empaste, sobre todo en las voces masculinas, preocupante. La orquesta, sin embargo, sonó de forma poderosa y a ello coadyuvó la labor de Iker Sánchez que apostó por una versión cuasi sinfónica de la breve ópera, consiguiendo un interludio más que interesante.

Así pues, asistimos a una función breve, de esas que casi no se estilan, con una ópera de apenas ochenta minutos y todos a la calle. Ya se sabe que en esta sociedad actual las prisas obligan hasta para programar un arte, este que tanto amamos, que si algo requiere es detener el tiempo, es decir, ir en contra de los dictados de la mayoría social. Esto quiere decir que sumados los dos títulos de la temporada de Opus Lírica no hemos llegado a las dos horas y media de música; recordemos que el primero fue Dido and Aeneas, de Henry Purcell –del que publicamos pertinente reseña aquí-, que apenas llega a los sesenta minutos.

Y con todo, con una trama argumental tan dura y con una temporada tan breve, lo que mayor desolación me produjo fue ver la fotografía del patio de butacas del Kursaal; sencillamente, para llorar. ¿Se ha llegado a una ocupación del cuarenta por ciento del recinto? Y no puedo dejar de pensar que los organizadores, todos y todas aquellas que tantas horas han dado para llevar este proyecto adelante se han vuelto a encontrar con una ciudad que les ha dado la espalda. Así tiene que ser muy duro seguir adelante.

Pagliacci OpusLirica 1

Seguramente que –un año más- se escogieran las fechas del fin de semana de carnaval no ha ayudado en exceso pero quiero poner el dedo sobre una situación que me parece delirante y que mientras no se arregle o al menos no se aborde en condiciones, en Donostia será imposible que exista una temporada de ópera estable y organizada. Porque en la capital guipuzcoana ópera y lírica, haberla la hay pero desorganizada, con cada promotor cuidando exclusivamente sus alubias y sin que exista –aparentemente, al menos- la más mínima intención de poner un poco de orden en este caos. 

Vean si no el nivel del despropósito: desde el final de la última Quincena Musical Donostiarra, en solo seis meses, se han podido ver y escuchar o están ahora mismo en la cartelera de la ciudad Don Manolito (septiembre de 2022, Agrupación Sasibill), L’allegro, il penseroso ed il moderato (octubre, de 2022, Fundación Kursaal), Dido and Aeneas (diciembre de 2022, Opus Lirica), Moby Dick (diciembre de 2022, Donostia Musika), Adios a la Bohemia (diciembre de 2022, Donostia Musika), Pagliacci (febrero, Opus Lirica), Aida (marzo, Fundación Kursaal), La dolorosa (mayo, Agrupación Sasibill) y Madama Butterfly (mayo, Fundación Kursaal), es decir, ¡nueve! títulos líricos, bastantes más que en la ciudad hermana, Bilbao, plaza tradicional operística por excelencia. Eso sí, en el colmo del despropósito y la falta de organización, dos de ellos se programaron para el mismo día y las próximas funciones de La dolorosa coincidirán en el mismo fin de semana con la Madama Butterfly en dos recintos separados por apenas doscientos metros. ¡Cómo sinos sobrara público para volverle loco!

Quiero decir con todo esto que ese deseo tantas veces proclamado por los promotores de Opus Lírica de crear una temporada operística en Donostia, objetivo indudablemente legítimo, se está dando de bruces una vez tras otra con las taifas organizativas existentes en una ciudad que está saturada de mentes pensantes pero carente de estructura organizativa. Y que conste que me gustaría estar totalmente equivocado.

Es por todo esto que, conduciendo, camino de casa, en mí reinaba una absoluta desolación. Porque Pagliacci te lleva a ese sentimiento, porque artísticamente la velada no fue la mejor y, sobre todo, porque Donostia sigue siendo una plaza que parece amar la ópera de forma demasiado interesada.