Ímpetu
San Sebastián. 20/02/2023. Kursaal. Obras de Lazkano y Mahler. Euskadiko Orkestra. Alexandre Tharaud, piano. Robert Treviño, dirección musical.
El último programa de Euskadiko Orkestra, titulado Despertar, reunía el estreno del concierto para piano Mare Marginis de Ramón Lazkano con la bien conocida Quinta sinfonía de Gustav Mahler. Ambas obras fueron servidas con indudable ímpetu. La apuesta de Robert Treviño por la nueva creación ha sido una constante desde su llegada al podio de la formación vasca, habiendo consumado no en vano el ambicioso proyecto de varios años de duración en torno a la circunvalación de la tierra por Juan Sebastián Elcano. En línea con esta apuesta, llegaba ahora el estreno de Mare Marginis (pleine lune), un encargo conjunto de Radio France, Euskadiko Orkestra y la Westdeutscher Rundfunk WDR. La obra vio su estreno mundial el pasado 11 de febrero en París, en el marco del Festival Présences.
Ramón Lazkano (San Sebastián, 1968) ha trabajado en la obra codo a codo con el pianista solita, el francés Alexandre Tharaud, un auténtico virtuoso cuya entrega y denuedo por la pieza quedaron de manifiesto desde la primera nota. Tal y como el propio compositor ha explicado, Lazakano ha querido emular con su obra “un mar sin agua que es también el lugar de un límite, el que demarca lo visible de lo invisible de la luna”. No se trata, a decir verdad, de la primera obra de Lazkano de estas características, concebida como un concierto para piano y orquesta. Ya en 1993 estrenó Hitzaurre Bi, pieza con la que ganó el Premio de Composición de la Fundación Prince Pierre de Mónaco.
Qué dificil es valorar la música de nueva creación, incluso para los críticos, a quienes se nos puede suponer una predisposición para ello, precisamente por nuestro oficio. Pero es tal el margen de subjetividad aquí, ante una obra nueva, es tan escasa la ocasión para pensar y repensar la impresión causada por la obra en vivo, faltan tantos elementos para dar contexto al juicio... Lo cierto es que Lazakno busca las sonoridades más recónditas y extremas del piano. Tharaud recorre así el teclado con gestos vigorosos, a veces incluso violentos. Tengo la impresión de que Lazkano busca crear un cierto desconcierto, premeditadamente; el resultado es una pieza enigmática, creo que desigual en su trazo, sin una estructura demasiado reconocible. La versatilidad exhibida por Alexandre Tharaud marca también indudablemente la naturaleza de la pieza, que le depara al solista una amplia cadencia central y un cierre casi en solitario. En conjunto, una pieza que merecería una nueva escucha para poder ahondar en un juicio más completo.
La segunda mitad del programa deparaba una obra siempre esperada y siempre exigente, la consabida Quinta sinfonía de Mahler, sumamente popularizada a partir de su Adagietto. Robert Treviño optó aquí por una lectura vigorosa y expresiva, evitando deliberadamente un enfoque de calado más intelectual y contenido. Encontramos así un Mahler efusivo y pasional, a veces incluso fogoso, explosivo por instantes, aunque con aliento también para la quietud y el recogimiento. Me gustó especialmente el Scherzo, realmente sinuoso, de fraseo serpenteante, un punto teatral en su ejecución.
La formación vasca, Euskadiko Orkestra, confirmó una vez más su imparable evolución, la consolidación ya de un salto cualitativo evidente, con unas secciones realmente brillantes. La cuerda suena realmente compacta y con relieve; las maderas aportan calidez y los metales resuenan infalibles. En el balance general de este Mahler, no obstante, creo que Treviño priorizó a veces en exceso los metales y la percusión, ahogando un tanto el elaborado desempeño que tienen las cuerdas durante toda la partitura. Es obligado mencionar el extraordinario trabajo aquí de Bernabé García como trompeta solista, junto a Marcos Cruz como trompa y al lado del concertino Kamran Omarli. Un maldito tono de móvil, por cierto, arruinó hasta en dos ocasiones el esperado Adagietto. Qué pena que nos siga pasando esto, a estas alturas...
