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Del violín al gesto

Barcelona 21/03/23. Palau de la Música Catalana. Ciclo Franz Schubert Filharmonia. Obras de L. Van Beethoven y F. Mendelssohn. Franz Schubert Filharmonia. Joshua Bell, violín y dirección musical.

Con un solista en gran estado de forma artístico, el debut de Joshua Bell con la Franz Schubert Filarmonía, la formación volvió a mostrar las virtudes de un conjunto con un sonido rico, fresco y una energía que ya querrían para sí otras orquestas catalanas con más historia. Bell inició el concierto desde la posición de concertino para liderar una Obertura Coriolano op. 62 de Beethoven llena de contrastes y acentos. Con fraseo meloso, de un lirismo romántico sin excesos, Bell incidió en las reconocidas tensiones beethovenianas, donde el eco trágico del protagonista heroico e insatisfecho, se materializó con unas cuerdas llenas de vibrante sonido. El uso de dinámicas contrastadas y unos acordes que pudieron ser todavía más conclusivos, marcó una obertura de gran vitalidad sinfónica.

Por si quedaban dudas del dulce momento al violín que vive Joshua Bell, en el Concierto para violín y orquesta, op. 64 de Mendelssohn, el solista de Bloomington, Indiana, (n. 1967), mostró la belleza de un sonido que lo ha hecho célebre. Con una musicalidad a flor de piel, el arco de Bell se deslizó desde el inicio del primer movimiento con una naturalidad y virtuosismo propios de un privilegiado. El sonido del Stradivarius del estadounidense contiene una atractiva sonoridad de calidez lírica que acompaña con un fraseo hermoso donde las chispas virtuosas resaltan solares sin posturas manieristas ni poses de cara a la galería.

Al poco de iniciar el primer movimiento, una de las cuerdas del violín se rompió y tuvo que parar e ir a reemplazarla, una anécdota que el mismo cerró al volver diciendo que estas cosas pasan en los conciertos en directo una vez al año, y le tocó aquí en Barcelona. La Franz Schubert respondió al arco de Bell, combinado con sus gestos en los momentos que no tocaba, con un sonido pleno, orgánico y atento a los detalles. Por secciones no hubo protagonismo de ninguna por encima de otra pues la calidad es común en todas ellas. Chelos de una melosidad contagiosa, unos vientos y metales ricos de expresión y solidez sonora, en resumen una orquesta de sonido orgánico, empático y de calidad envidiable.

En el cambio desde la modulación del primer movimiento al segundo, Bell enriqueció la lectura idílica y camerística, con una articulación transparente y de gran emotividad. La Franz Schubert mostró su gran capacidad para recrear dinámicas más recogidas, la recreación bucólica del Andande fue de un preciosismo enternecedor. La fantasía siempre contagiosa de la música de Mendelssohn floreció con un último movimiento donde la lectura juguetona desde el arco del violín de Joshua Bell coronó una lectura de una lozanía reconfortante.

El Concierto para violín de Mendelssohn fue de los primeros que grabó Bell como solista junto a la Academy of Saint Martins in the Field en 1988. Formación de la cual es director titular desde 2011, con la que desde entonces ha combinado su faceta de solista y director sinfónico. Bell tiene otra grabación del Concierto de Mendelssohn con la Camerata Salzburg y la dirección de Sir Roger Norrington, grabada en 2002, por lo que se puede decir que es uno de los conciertos claves de su carrera. Una lectura de un concierto especialidad “de la casa” que resaltó por un atractivo vigor lejos de lecturas con lugares comunes y de repertorio trillado, todo un logro.

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Con la siempre agradecida, que no fácil, Sinfonía núm. 7 op. 92 de Beethoven, esta vez se vivió el protagonismo de Joshua Bell, sin arco ni violín pero tampoco con batuta pues dirigió desde la posición de conductor con el gesto de sus brazos. Desde el Poco sostenuto- Vivace, la lectura desenvuelta, animosa y detallista de Bell se sumó a una respuesta de la Franz Schubert Filharmonia con notables detalles de calidad. Los dialogo desde las cuerdas y las secciones de viento, las modulaciones y un fraseo siempre comunicativo destacaron entre las virtudes musicales del enfoque del instrumentista.

Es cierto que al igual que en la Obertura Coriolano, los acentos de ciertos acordes pudieron sonar más conclusivos y unísonos, o que la lectura intimista y paradisíaca del Allegretto también pudo recoger más colores y matices, pues se dejó llevar más por unos tempi donde el ritmo predominó sobre la profundidad expresiva. Con todo siempre hubo una remarcaba claridad expositiva, Presto, y un discurso musical fluido Allegro con brio y la sensación de que Bell y la orquesta tuvieron una buena química musical.

Un concierto donde se pudieron disfrutar las tres facetas de un músico en la dulce madurez de una carrera envidiable. Como excitante concertino, Obertura Coriolano, como fulgurante solista en el Concierto para violín, y como estimable director musical al frente de una contagiosa Séptima sinfonía de Beethoven.