Liceu Palau Pons 

Lux wagneriana

Barcelona. 21/10/2016, 20:30 horas. Palau de la Música Catalana. El ocaso de los dioses. R. Wagner: Preludio y Liebestod de Tristan und Isolde. R. Strauss: Concierto de trompa núm. 2. J. Guinjoan: Fiat Lux (estreno absoluto). R. Wagner: fragments orquestrals del Götterdämmerung. Martin Owen, trompa. Josep Pons (dirección). Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu.

Concierto esperado con ilusión y expectativas, pues el binomio Josep Pons & Orquesta del Liceu y Wagner ha dado de las mejores alegrías al melómano de Barcelona en los últimos años. Flamante recién premiado con el reconocimiento de la critica barcelonesa, como mejor director musical de la temporada 2015/16, en la 24ª edición de estos premios que promueve Amics del Liceu,  Josep Pons, sigue firmando un Wagner de gran calidad y profundidad expresiva. Si en el programa, titulado El ocaso de los dioses, Wagner era el compositor estrella, hay que destacar la grata sorpresa de las dos piezas que acompañaron a la obra que dio el título del concierto, y es más, gratísimo el resultado final, puesto que el Richard Strauss y sobretodo, el estreno absoluto de la obra del compositor Joan Guinjoan: Fiat lux, supuso un reverso dorado en una noche de gran calidad orquestal. 

Comenzar por el “Preludio” y “Muerte de amor” del Tristan und Isolde, no es tarea fácil, y se pudo apreciar con un sonido no del todo empastado, pero sobretodo por una aparente falta de implicación emocional, seguramente más producto de los siempre inicios fríos de los programas, que por el poco trabajo en los ensayos. Cuerdas algo morosas, en contraste con cierta celeridad en el tempi general que dio más sensación de premura que no del in crescendo emocional y extático que la partitura hace fluír con fulgor. A la orquesta le costó arrancar más que por la evidente corrección de las secciones, por una falta de expresión inherente a la partitura que se insinuó pero no acabó de hacerse presente. 

Con este inicio algo frío, se pudo disfrutar del hermoso concierto de trompa número 2 de Richard Strauss. Compositor complejo y siempre exigente con la orquesta, aquí la sensación de mejora vino sobretodo por las prestaciones del excelente trompa solista, Martin Owen. El británico, acometió con evidente soltura el primer movimiento, Allegro, donde supo cincelar el rico universo sonoro de Strauss con delicadeza y limpieza en la ejecución demostrando una exigencia técnica de primer nivel. Obra de madurez del compositor de Elektra y Salomé, rezuma ese espíritu cándido melódico que mira al clasicismo deslumbrante de Mozart, pero con la densidad y riqueza cromática del gran compositor germánico postwagneriano. La delicadeza con la que se produjo el inicio sin solución de continuidad del segundo movimiento, el Andante con moto, fue de lo mejor de la velada, solista balanceado con mimo por la batuta de un Pons meloso que supo acompañar con el  exquisito tejido orquestal construído por Strauss, las frases solistas de la trompa, dando el carácter melancólico y ensoñador, casi raveliano, con que la trompa surca la partitura cual bote en medio de un lago de profunda serenidad. El sonido nítido de los solos de la trompa fluyeron como un dulce lamento, crepuscular y emotivo, en ese carácter tan propio de la obra de madurez del gran Strauss. El contraste con el Rondo: Allegro monto final es evidente, aquí Owen jugó a responder y alternar la rica y juguetona melodía con el tutti orquestal en un dialogo de gran viveza, mención a la calidad de las trompas de la orquesta del Liceu, cerrando un concierto impecable que hizo justicia a una obra que desgraciadamente se ve poco en las salas de conciertos. 

Para los no avezados en el rico mundo sonoro del compositor catalán, Joan Guinjoan (Riudoms,1931), debió ser una suculenta sorpresa asistir al estreno absoluto de Fiat Lux, poema sinfónico en un solo movimiento, debido a la exuberancia de una orquestación filigranesca y de gran riqueza cromática. Los poco menos de veinte minutos que duró la obra, se pudieron seguir desde el programa de mano, con los poemas escritos por Antoni Clapés, por encargo del compositor, con una temática y título: Homenaje a la luz, divididos en siete poemas por nombre: El alba, Mediodía ardiente, La serenidad de la tarde, La tormenta, El ocaso, La noche y Coda. Solo por los nombres ya se podía intuir la atmósfera creada por Guinjoan, en efecto, hay que ensalzar el trabajo puntilloso y complejo de una orquestación muy rica y atractiva, con un uso del lenguaje que mezcla influencias del impresionismo francés, de nuevo se vino a la mente Ravel, como de la majestuosa arquitectura sinfónica de un compositor finisecular como Richard Strauss, del que era casi inevitable no recordar su monumental Eine Alpensinfonie (1915), de la que esta obra también parece heredera. La energía de la percusión, la exuberancia de los instrumentos de metal, los pizzicatti atmosféricos de la cuerdas o la dulzura de los vientos, dieron como resultado un estreno espectacular, con un rendimiento de la orquesta fulgurante, haciendo el honor desde el podio el director al que está dedicada la obra, Josep Pons, quien triunfó con una interpretación extrovertida y colorista. Con esta obra se cierra un hermoso tríptico dedicado a la ciencia, del que forman parte Verbum (genona in música) obra para piano solista estrenada en 2003 y la Sinfonía número 3 “Sincotró-Alba” para orquesta sola, estrenada en 2010. 

El concierto lo cerró esa especie de suite sinfónica sobre fragmentos del Götterdämmerung de Wagner compuesto por los extractos Morgenröthe (El Alba), Siegfried Reise (El viaje de Siegfried por el Rhin), Trauermarsch beis Tode Siegfrieds (Marcha fúnebre de Siegfried) y Ende (Final). La memoria de las fantásticas prestaciones de la orquesta en las últimas funciones del Ring dirigido por Josep Pons se volvieron otra vez realidad, mostrando un trabajo maduro y emotivo, con un alto rendimiento en todas las secciones de la orquesta. Cuerdas empastadas y expresivas, vientos de sonido satinado, pero sobretodo un metal radiante y generoso, con los solitas de trompetas, trompas, en estado de gracia. Fue un fin de fiesta de un concierto que empezó algo empañado pero acabó brillantemente, la calidad de la orquesta del Liceu, desde la dieta exigente y wagneriana impuesta por Josep Pons ha dado ya sus frutos, y la calidad no es un estado pasajero, es ya una realidad presente y viva. Ahora toca seguir regando un proyecto de mejora de la orquesta que no se puede dejar de cuidar y mimar, el trabajo de Josep Pons ha florecido pero no ha finalizado, y un teatro de ópera de la historia y solera del Liceu, ha de cuidar de su efectivo orquestal como si fuera el mismísimo Oro del Rhin, esperemos que así sea.