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El caballero de los abdominales

Amsterdam. 2/05/2023. De Nationale Opera. Strauss: Der Rosenkavalier. Maria Bengtsson, (Mariscala). Christof Fischesser (Barón Osch). Angela Brower (Octavian). Martin Gantner (Faninal). Nina Minasyan (Sophie). Eva Kroon (Annina). Angel Romero (cantante italiano). Jan Philipp Gloger (dirección de escena). Lorenzo Viotti (dirección musical).

Hace muy pocos días, después de escuchar a la violinista Patricia Kopatchinskaja poner patas arriba el Concertgebouw de Amsterdam con su orquesta, y no con el Tchaikowsky, Brahms, o Sibelius, sino con el mismísimo concierto para violín de Ligeti, pensaba en lo bien que viene gente, que además de por supuesto tener los papeles técnicos muy en regla, por lo que sea, tienen un imán, y son como auténticos flautistas de Hamelin que arrastran -insisto: por muy distintos motivos- al público tras ellos. En el caso de la Kopatchinskaja la gente se queda muchas veces en la superficie: “la violinista que toca descalza”, y con esa simple etiqueta, las personas la catalogan de una forma o de otra, pero todos quieren comprobar y opinar que hay detrás. Luego se encuentran un volcán en erupción, un verdadero tsunami en el escenario que dinamiza y reparte energía para todos, y consigue que una obra de no fácil escucha como el concierto de Ligeti rompa todas las barreras posibles y llegue al espectador; pero la gente etiquetamos, opinamos enseguida, decidimos sin datos, y lo que es peor: la mayoría de las veces por la apariencias.

También hace pocos días, a mediados del pasado mes de abril, Norman Lebrecht, el descrito por algunos autores como “seguramente el más controvertido y polémico además de, probablemente, el mas influyente periodista especializado en música clásica” lanzó su dardo sobre el director de orquesta Lorenzo Viotti. El titular de la Nationale Opera Holandesa, y de la Netherlands Philharmonic Orchestra habia publicado en su cuenta de Instagram, poco antes de su estreno con Der Rosenkavalier, una foto de sí mismo sin camiseta, mostrando su trabajadísimo cuerpo medio tumbado en una cama. El titular de Lebrecht era “Amsterdam’s half-naked musical director” para, a continuación, sostener, con bastante mala baba, que “Viotti parece decidido a mantener las opciones abiertas como modelo masculino en caso de que el negocio de la música no satisfaga sus ambiciones”. Lebrecht insinuaba además, que el prometedor director suizo, hijo del desaparecido Marcello Viotti, y ganador del premio de dirección de Salzburgo en 2015, había centrado el tiro en otros asuntos como ser modelo para una marca de relojes suizos, fragancias para hombres, o imagen de coches de lujo como Lamborghini; o mostrar su físico en revistas como Men’s Health. El tiro final de Lebrecht hacia Viotti, lo lanzaba con la frase “esto es lo que Viotti publica como preparación de una premiere de ópera” para a continuación adjuntar la foto del apuesto director semidesnudo. Despues de esto a mí se me ocurren muchas preguntas: ¿Es peor un director musical que trabaja su físico? ¿Tiene menos preparación musical el que hace jogging y va al gimnasio que el director que, pongamos por caso, cultiva rosales en su jardin? ¿Que hobbie tiene que cultivar un director musical, según algunos, para ser ‘respetable’? ¿Es perjudicial para su carrera que un director, como hicieron desde Bernstein o Karajan, haga publicidad en sus ratos libres de lo que le dé la gana? ¿Es malo que un director de 33 años haga lo que hacen la mayoría de los jóvenes de su edad publicando su vida en Instagram? Desde luego, que si a todas estas preguntas contestan ustedes que no, sepan que me tienen al cien por cien de su lado.
 
Sea como fuere, el caso es que a los muy pocos días del articulo de Lebrecht, y sin que tengamos constancia de que hubiese relación directa con ello, Viotti publicó un comunicado manifestando su intención de no seguir al frente de la ópera holandesa ni de su orquesta más allá de la próxima temporada 2023-2024. “He decidido priorizar mi vida personal y mi desarrollo en el futuro en el que soy maestro de mi propio tiempo”, escribía el director. “Espero abrir nuevos caminos en este área”. Lebrecht no tardó en volver a cargar contra él llamándole exhibicionista, y las redes sociales, que ya sabemos cómo son, empezaron a echar humo con comentarios del tipo que si lo que en verdad quiere el director suizo es desarrollar sus abdominales o incluso abrir una cuenta para onlyFans.
 
En cualquier caso, y yendo ya a la representación, lo que no me cabe ninguna duda, es que Viotti hizo el otro día, ayudado quizá por el rodaje al ser la última representación, la más memorable actuación que yo le haya visto hasta la fecha. Con su gesto elegante, nunca crispado y con tendencia ondulante que le va a las mil maravillas a la música de Strauss, dirigió con una técnica completísima y variada, sabiendo perfectamente subdividir compases y marcar contratiempos y motivos que van apareciendo en el complejísimo y cambiante tapiz entretejido por Strauss. Suya fue una lectura tendente al refinamiento, sabiendo perfectamente controlar ese ego tan común a tantos directores, dejando siempre escuchar a los cantantes y aprovechar la energía que emanaba de la orquesta, sacando un sonido siempre orgánico y bellísimo de la Nederlands Philharmonic Orchestra, que tuvo una sobresaliente respuesta. Siempre activo sacando cosas Viotti en la representación, hizo filigrana en los momentos mas camerísticos, como en el final del primer acto, o el inicio del tercero, donde la transparencia que se consiguió fue verdaderamente insólita, teniendo en cuenta la vertiginosa cascada en pianísimo de motivos de rapidísimas notas en legato. Destacable también la manera de cambiar el color según los personajes y situaciones, como la forma que tuvo de colorear la entrada de Ochs en el segundo acto subrayando la pesantez del momento (esos fagotes ligeramente desbalanceados) o la primorosa forma de preparar toda la antesala del trio final, consiguiendo preparar al espectador para el inicio del maravilloso momento de forma absolutamente magnética. Viotti recibió al finalizar una ovación de gala, no sé si también provocado por su reciente decisión de abandonar Amsterdam, pero indudablemente, con sus abdominales marcados o no, fue el verdadero triunfador de la noche musicalmente hablando, sin ninguna duda.
 
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Seguramente una buena parte del éxito del elenco de cantantes también se deba a él, porque la manera de comportarse de estos fue como un verdadero conjunto, a destacar también el amplio arco dinámico desplegado por todos ellos, algo que no es del todo común en un teatro de ópera. Maria Bengtsson tiene ‘crema’ en la voz, algo fundamental para cantar la Mariscala, ademas de prestancia y clase, ayudada por un muy conseguido vestuario en esta producción. La cantante sueca además es capaz de curvar la voz de forma muy mórbida adaptándose perfectamente a la linea straussiana, como hizo al principio del trio final. Bengtsson también dominó el canto conversacional tan importante en el primer acto, y supo también cambiar el registro como cuando tuvo que ser perfectamente imperativa con el impertinente Osch.
 
Angela Brower fue un tiernísimo Octavian que nos hizo adorar al personaje. Con la voz mas bien asopranada, pero emitida sin tensión y de forma muy mórbida, supo llevar el peso de todo su extenso papel, pasando del ímpetu de un muchacho de 17 años a la ñoñería fingida de éste disfrazado de Mariandel de manera impecable. Fue ganando a lo largo de la representación, y lo que al principio parecía falta de peso vocal, a la postre Brower se impuso a la audiencia llevando a ésta a su terreno con su efusividad adolescente. Mina Misasyan estuvo un paso por debajo de Bengtsson y Brower, quizá por tener un punto menos de personalidad, y porque sus agudos no se diluían de forma tan liquida como estamos acostumbrados para el rol de Sophie. Aún así, la cantante estuvo muy solvente y segura durante toda la representación, y tuvo momentos sobresalientes como el último dúo con Octavian.
 
Christof Fischesser fue un Barón Ochs más joven de lo que normalmente estamos acostumbrados, con barítonos mas hechos y recios. Es verdad que eso hace condicionar, y uno espera del papel mayor contundencia vocal y peso; a su favor, Fischesser dominó toda parte de agilidad del rol, que es mucha, sobretodo las partes de mucho texto, y donde Strauss pide acelerar y acelerar. Estuvo Implicadísimo también en escena, donde le piden mucho, y supo dar con creces todo lo que se le demandaba. Muy propio y con autoridad vocal y escénica Martin Gantner como Faninal, y buen desempeño general del extenso resto de participantes vocales, sobresaliendo la Annina de Eva Kroon, y el cantante italiano de Angel Romero, que supo insuflar mediterraneidad y cierto slancio a su expuesta aria.
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La puesta en escena era una reposición de la producción estrenada en el 2015 en el mismo teatro por Jan Phillip Gloger. Está llevada a la actualidad pero sin perder demasiado el sentido original y concepto general de la obra, de hecho el momento de presentación de la rosa está incluso aumentado y distorsionado en el colmo de momento kitch, provocando uno de los instantes más hilarantes de la noche, en los que hay varios, como los que provoca un vendedor de rosas que acciona en varios momentos de la obra y que provoca, sobretodo, un bonito final. Es una producción eficaz, muy teatral, e incide en la diferencia de clases. Quizá tiene su bajón en el tercer acto, donde ese omnipresente pasillo de hotel enfría estéticamente, y la tan difícil trama de la cena de Osch y Mariandel peca de alguna incongruencia o escena imposible, pero es una puesta en escena en general muy aprovechable y que se hace disfrutar.

Foto: © Clärchen & Matthias Baus | Dutch National Opera