Cosi fan tutte Aix 23 a 

¿Quién mató la frescura?

Aix-en-Provence. 06/07/2023. Patio del Arzobispado. Mozart: Così fan tutte. Agneta Eichenholz (Fiordiligi), Claudia Mahnke (Dorabella), Nicole Chevalier (Despina), Rainer Trost (Ferrando), Russell Braun (Guglielmo) Georg Nigl(Don Alfonso) Coro de la Academia Balthasar Neumann. Orquesta Balthasar Neumann. Dirección de Escena: Dimitri Tcherniakov. Dirección Musical: Thomas Hengelbrock.

Lorenzo da Ponte es uno de los más reconocidos libretistas operísticos. Fueron abundantes sus incursiones en el género, pero las hechas en colaboración con Wolfgang Amadeus Mozart son consideradas tres obras maestras. Una de las características de Così fan tutte, la última de sus colaboraciones con el compositor austriaco, es la frescura, la ligereza con la que el libreto trata las veleidades del amor juvenil que pasan de una pasión a otra con mayor o menor dificultad pero sin pararse mucho en las consecuencias. Pero también es verdad que según va transcurriendo la ópera queda un regusto amargo, a fracaso del amor comprometido y que siempre hace, como ocurre en el dúo Da Ponte-Mozart, que aunque el envoltorio sea divertido y ligero, el espectador salga del teatro haciéndose alguna pregunta sobre su vida personal. Pero al fin y al cabo estamos en la Viena del siglo XVIII y Freud no ha nacido todavía, o sea que con la aportación de la sabiduría de la madurez (Don Alfonso, el amigo de Ferrando y Guglielmo, los dos protagonistas masculinos) y la del pueblo (Despina, la sirvienta de Fiordiligi y Dorabella, amantes de los susodichos caballeros) las cosas vuelven a su cauce, y aunque el final hoy puede considerarse machista, todo acaba como las conveniencias de la época imponían (sin olvidar siempre esa picardía, poco ortodoxa, que da Ponte introducía en sus libretos).

El enfoque de esta trama ha sido muy variado desde que las direcciones teatrales empezaron a tener más peso en la concepción de nuevas producciones. Cambios de época, de roles, de clase social, de todo ha habido, aunque no es Così una de esas obras que se deja manejar fácilmente. Hay pocos personajes, pero todos están muy bien dibujados y tienen una personalidad propia. El Festival de Aix-en-Provence, siempre adalid del mundo mozartiano, en la celebración de su 75 aniversario, ha encargado a Dmitri Tcherniakov una nueva producción de Così fan tutte. Famoso es el director ruso por adaptar las óperas que versiona a su particular mundo, a unas coordenadas que se repiten con mayor o menor fidelidad en casi todas sus propuestas. Un mundo cerrado, que se olvida bastante de todo lo considerado “ligero” y que va en busca de desentrañar la esencia visible o escondida de la ópera en cuestión. En este caso, Tcherniakov avanza en el tiempo, y aborda la relación de las dos parejas de amantes cuando estos están ya en la madurez. Parece una idea interesante a priori: cómo las pasiones, los errores, los desamores de la juventud, cambian cuando han pasado 25 años y los personajes ya no son las mismas personas ni por dentro ni por fuera. Pero Tcherniakov no da con la fórmula mágica para que lo que antaño sentimos y lo que ahora vivimos, encaje. Y es que el director, que dice conocer y amar esta ópera como pocas, no parece darse cuenta que el texto de Da Ponte se enfrenta constantemente a su idea, y al querer domeñarlo simplemente salta todo por los aires y el resultado es una trama absurda y finalmente, aburrida.

Para conseguir sus objetivos, Tcherniakov y su equipo sitúan la acción en una especie de apartamento de Airbnb regentado por una pareja (en muchos momentos la producción recuerda a la Michael Haneke que se pudo ver en el Teatro Real hace diez años). Alfonso y Despina están siempre a la gresca con una violencia exagerada y poco creíble, pasando del odio al amor, como primer símbolo (el más violento) del desgaste de una relación. Allí aparecen (cada pareja tiene su habitación, abierta al escenario) Fiordiligi, Guglielmo, Ferrando y Dorabella, al parecer para pasar unos días de vacaciones. Desde el primer momento los tres dúos hacen vida en común alrededor de una mesa y toda la acción del libreto mozartiano, que pierde atractivo y razón de ser, ya se desarrolla con conocimiento de todos los protagonistas cuyo objetivo parece ser para organizar un intercambio de parejas, con consentimiento de todos, y de donde hacen de celestinos Alfonso y Despina. Las arias se repiten sin que parezca que los cantantes sientan lo que dicen ni yo me crea nada de lo que hacen. Y poco a poco voy cayendo en el aburrimiento porque aunque el Tcherniakov no deja parar a los personajes (demostrando que es un excelente director de actores) aunque no sirva para nada más allá de demostrar que la inseguridad es la reina del escenario, aquello no funciona. No siento empatía con la historia contada y además se me escapa Mozart, cantado por unos voluntariosos intérpretes pero ya lejos, por su edad ypor sus características vocales actuales, de ser las voces necesarias para esta ópera. Tcherniakov, que parece ser que tan poco le gustan los toques humorísticos en las óperas, convierte a Don Alfonso en un bufón y hace (imposible librarse de esto en las últimas producciones que he visto) bailar o moverse a los cantantes en puntuales momentos, al ritmo de la música. Remata la propuesta con una especie de relato de Stephen King donde los anfitriones convierten en tétricos peleles a los huéspedes cumpliendo quieran o no lo que el libreto manda para resolver la trama, acabando todo con la muerte de Alfonso a manos de Despina. La frescura, las enseñanzas, la belleza de Così fan tutte también las mata Tcherniakov en esta, claramente, fallida producción.

Cosi fan tutte Aix 23 b

¡Cómo me duele escribir novecientas palabras sobre una puesta en escena y ser obligatoriamente breve en el aspecto musical! Y no es por falta de espacio, en esta revista podemos escribir auténticas encíclicas y nadie nos censura, sino porque analizar voces y orquesta sería hurgar en una herida que estos profesionales no se merecen. Supongo que cuando a Agneta Eichenholz (Fiordiligi), Claudia Mahnke (sin duda la mejor cantante de la noche, como Dorabella), Rainer Trost (Ferrando), Russell Braun (Guglielmo) o Georg Nigl (Don Alfonso) les llamaran para esta producción, les sorprendería, no son voces que estén en su mejor momento para cantar esta ópera y eso se notó durante toda la representación. Fueron muy profesionales y es evidente que han trabajado con denuedo como actores y han dado lo mejor de sí con sus voces pero el instrumento está ahí, el paso del tiempo también y sobre todo las exigencias de una partitura a la que Tcherniakov no importa dejar en segundo plano en favor de su idea escénica (sacrificio que incluye varios cambios en los recitativos, esas joyas de la música mozartiana). Buen nivel la Despina de Nicole Chevalier, más adecuada para el papel.

Desconcertante la dirección musical de Thomas Hengelbrock que llevó una línea en general acorde de espíritu mozartiano pero que cambió los tempi de una manera bastante arbitraria (literalmente destrozó el maravilloso Soave sia il vento, llevado sin ningún tipo de encanto) o acelerando en la obertura y aplicando, en contra, una lentitud soporífera en Un'aura amorosa (cantada por cierto, la mayor parte del tiempo por Ferrando de cara a la pared). A sus órdenes una Orquesta Balthasar Neumann que cumplió su cometido sin más complicaciones pero que debería mejorar su sección de tropas.

Como anécdota, la representación estuvo parada 15 minutos por una leve lluvia que retrasó un poco los respetuosos aplausos a cantantes y público y los evidentes abucheos a la dirección de escena.

Fotos: © Monika Rittershaus