Mujeres y tiempos
Berlín 16/07/23. Staatsoper unter den Linden. Luigi Cherubini, Médée. Sonya Yoncheva; Jason, Charles Castronovo; Créon, Peter Schöne; Dircé, Slávka Zámečníková; Néris, Marina Prudenskaya. Staatsopernchor y Staatskapelle Berlin. Dirección escénica, Andrea Breth. Dirección musical, Oksana Lyniv.
¿Cómo llevar hoy la escena un personaje como Medea? Una mujer que traiciona a su padre, descuartiza a su propio hermano y, para rematar la faena, en un extremo de violencia vicaria, asesina a sus propios hijos, todo ello por su fijación por un hombre de trazas principescas. Difícil conectar con el ethos de los tiempos.
La puesta en escena de Andrea Breth resuelve el problema situando la acción en tres tiempos diferentes, sutilmente, jugando adecuadamente la baza hermenéutica de la perspectiva histórica. Medea se presenta como traída de una época arcaica, atávica, salvaje y oscura; Dircé, como representante del amor romántico, al modo de princesa medieval y, para el resto de los personajes, se procura una conexión con el presente a través de una sociedad materialista, movida por intereses económicos. El asunto funciona en el aspecto conceptual, pero también en el estético y en su dimensión de espectáculo, con ese final en llamas y precedido por un vertiginoso juego sombras que, acelerando, nos conduce hasta el clímax final.
Sonya Yoncheva muestra en esta producción un canto admirable en cuanto a técnica vocal, el tercio agudo es poderoso, limpio y penetrante; y el vibrato en el que se recrea añade textura y riqueza cromática a la emisión. Cumple también en la zona grave, aunque puede echarse de menos algo más de esa terribilidad que el personaje agradece en los fondos de la tesitura. Pero si vocalmente su actuación es sencillamente impresionante, exhibiendo un instrumento en estado de gracia, dramáticamente no acaba de habitar el personaje. No ayudan los impostados movimientos primitivos con los que la dirección de actores castiga a la intérprete. Falta tragedia, venganza y pulsión destructora para una actuación en la que la cantante nunca llega a desaparecer para dar paso a uno de los personajes más terroríficos de todo el repertorio. Hay mucha y muy excelente Sonia, pero poca Medea.
Contra todo pronóstico y a pesar del carácter inevitablemente secundario del personaje, la actuación más redonda de la noche corrió a cargo de una cantante habitual en los escenarios de Viena y Berlín, pero nueva para mí: Slávka Zámečníková como Dircé. Posee una emisión cristalina, brillante, y una extraordinaria habilidad para las agilidades, coloraturas y estacatos que el papel necesita. Todo ello, además, conjugado con esa inocencia y dulzura, que el personaje también requiere, cimentada en apuntes de fragilidad en reguladores y dinámicas. El trío de damas se completa con la rotunda de la voz de Marina Prudenskaya, que encarna a la fiel sirvienta Néris. Su pieza del segundo acto tiene aires de oráculo, fatalidad ancestral y oscuro destino, unidos en una voz de medios más limitados que los de sus compañeras, pero de una inteligencia dramática más que notable.
Frente a la incuestionable calidad de las tres cantantes, el Jason de Charles Castronovo no está a la misma altura, siempre corto en emisión, forzado y perdido, tanto vocalmente como dramáticamente. Construye un personaje a veces invisible. Quizás adecuadamente, Medea parece dar la réplica a una idea más que a una persona física.
Acertadísima estuvo la batuta de Oksana Lyniv, energética y arrebatada en los momentos justos. Destaca un uso inteligente de los pulsos, no para la tarea obvia de marcar los tiempos, sino para acentuar los latidos emocionales de una obra que consigue estremecer tras el foso.
En definitiva, una noche de calidad para ir cerrando la temporada de la Staatsoper berlinesa con un sello de diversidad que esperamos que pronto pueda ser algo más habitual: protagonizada por mujeres, no solo como personajes de la tragedia, sino como comandantes de actuación, foso y escena.
Foto: © Bernd Uhlig | Staatsoper Unter den Linden