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El necesario salto adelante

Teatro Ramos Carrión 5/08/2023. The Metamorphosis, de Igor Escudero. William Wallace (tenor), Paula Mendoza (soprano), Ensemble Little Ópera. Dirección escénica: Iñigo Santacana. Dirección musical: Marc Moncusí. 

Aceñas de Cabaleñas. 6/08/2023. El retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla. Adelaida Galán (soprano), Carlos Fernández (tenor) y Mauro Pedrero (barítono), Victor Hernández (actor), Carlos Zamora (actor) y Natalia Zapatero (piano). Dirección de escena: Cristian Santos.

Teatro Principal. 6/08/2023. Kafeekantate BWV 211, de Johann Sebastian Bach y La canterina, de Franz Joseph Haydn. Natalia Labourdette (soprano), Anna Cabrera (soprano), Marc Sala (tenor), Javier Povedano (barítono) y Pepe Hannan (tenor). Sonor Ensemble. Dirección escénica: Rita Cosentino. Dirección musical: Luis Aguirre.

Introducción 

Después de siete años apostando por el último fin de semana de julio para la celebración del Festival Little Opera han querido circunstancias estrictamente organizativas que los promotores del festival se han visto impulsados a cambiar las fechas al primero de agosto y ello parece haber impulsado tanto la venta de abonos y entradas entre los autóctonos como la compra por internet, sobre todo de foráneos. Pocos días antes del festival el optimismo era el sentimiento predominante y solo había que esperar a la parte artística para que se produjera una fusión entre el aumento de las expectativas y el cumplimiento de las mismas. Este festival, casi único en todo el estado, tiene además el inconveniente de tener que producir todas las producciones que ofrece, lo que conlleva el no poder compartir gastos con otras estructuras organizativas y –las más de las veces- que dichas producciones no tengan mayor recorrido que el mismo festival zamorano, lo que no deja de ser un problema.

La propuesta de la edición 2023 abarcaba, a pesar de su brevedad, gran parte de la historia de la ópera: una obra barroca, otra del primer clasicismo, una de primeros del siglo XX y un estreno absoluto. Poco más se puede pedir para un fin de semana.

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The Metamorphosis

Igor Escudero es un prolífico compositor leonés del que ya he podido escuchar dos títulos anteriormente, a saber, Los comuneros y Borderland, de las cuales se hizo pertinente reseña en este medio. Aprovechando con buen tino el inminente centenario del fallecimiento de Franz Kafka (1883-1924) Escudero ha compuesto una ópera de cámara de apenas sesenta minutos de duración, The Metamorphosis, basada en la obra literaria homónima y que ha sido estrenada en Zamora. Escuché en una entrevista televisiva previa a la fecha del estreno que, en principio, en un inicio el compositor planteaba la obra como un monodrama, en la que el Gregor convertido en insecto tuviera pleno protagonismo; más tarde, Escudero decidió introducir en el desarrollo de la acción de la ópera a la hermana Greta hasta construir la obra que pudimos disfrutar en el Teatro Ramos Carrión. Por lo que a la parte instrumental se refiere Escudero propone un quinteto de particular composición: dos violoncelos, clarinete, contrabajo y piano.

El libreto de la ópera guarda bastante fidelidad al cuento original; la partitura nos traslada a través desde la primera nota a un clima de desasosiego que se mantiene a través de las distintas escenas que se suceden sin solución de continuidad, separadas por pequeñas interludios instrumentales. Es fácil imaginar que el reto escénico era la transformación del ser humano en insecto e Iñigo Santacana apuesta por el feísmo y la suciedad para ir progresivamente embadurnando al cantante que encarna a Gregor hasta convertirlo en una amalgama repulsiva que simboliza el mismo asco que despierta el insecto al resto de su familia. Además, el tenor británico William Wallace tuvo que arrastrarse por el suelo en gran parte de su larga interpretación para simular los movimientos del insecto. Gregor/Wallace no deja la escena ni un solo segundo y la propuesta le obliga a un esfuerzo añadido al propio del canto. Su voz no es muy grande y aunque el planteamiento musical no es exigente por lo que a la tesitura se refiere, las pocas notas agudas sonaban comprometidas. Eso sí, fue capaz de transmitir con credibilidad el sentimiento de sufrimiento y final frustración. Su hermana fue interpretada por la soprano vallisoletana Paula Mendoza, voz muy hermosa, bien proyectada y que sonó como un tiro en el coqueto teatro zamorana. Muy bien Marc Moncusí como batuta, implicando a los cinco solistas instrumentales.

El resultado es una obra fácil de oír, con un lenguaje ecléctico y reconocible a través de sus obras anteriores, las arriba citadas. El teatro presentaba buena entrada, con una cobertura aproximada del 70% del aforo y la respuesta del público fue muy positiva y de aceptación. A la salida muchos de los presentes apuntaban haber acudido con ciertas reservas por aquello de la intrínseca mala fama de la ópera actual para encontrarse con un producto de consumo fácil, sin que ello haya que entenderse como demérito alguno. Es más, que un festival como este apueste por la composición actual solo puede ser considerado muestra de audacia e inteligencia. Solo así se construye público. Por cierto, ya ha anunciado el compositor próximas representaciones del título en Londres y Cataluña y lo cierto es que dadas las características y dimensiones del título me parece una alternativa muy interesante para evocar la figura del literato el próximo año.

 

El retablo de maese Pedro

Querer hacer una ópera en Zamora al aire libre un mediodía de agosto puede ser casi hasta motivo de denuncia. Pero los organizadores tuvieron suerte y en el entorno –verde, arbolado y, por lo tanto, precioso- de Aceñas de Cabañales pudimos disfrutar de una peculiar versión de El retablo de maese Pedro, breve ópera para marionetas de Manuel de Falla y compuesta hace exactamente cien años.

La función, de carácter gratuito, tenía un objetivo pedagógico y antes ya había sido escenificada en dos pequeñas poblaciones de la provincia, Bermillo de Sayago y Fermoselle, localidades que apenas superan los mil habitantes cada una y que tuvieron la fortuna de que la ópera les visitase. Dentro de la función didáctica el poder llevar este arte a este tipo de localidades solo puede merecer nuestro más sincero reconocimiento y aplauso.

A unos pocos metros de la ribera del Duero nos juntamos unas doscientas personas que no tuvimos problema alguno en desplazar las sillas de su primigenia disposición en busca de la sombra que nos ofrecían los árboles, y eso que el día salió bastante asumible para lo que acostumbra el verano castellano. Un pequeño escenario recogía el retablo; a su izquierda desde el punto de vista del público estaba el piano eléctrico y a la derecha dos sillas de época para que Don Quijote pudiera contemplar el espectáculo. Dos actores, Víctor Hernández y Carlos Zamora hicieron la presentación y fueron explicando el argumento en el desarrollo de la breve obra.

Este fue quizás el pero más relevante a la propuesta pues no cabe olvidar que el personaje de Trujamán es, precisamente, el narrador de las peripecias cantadas en esta ópera y la reiteración de los actores no ayudaba mucho al buen entendimiento de la obra. Creo que en ocasiones se peca por exceso al tratar al espectador más convencional como invalidado para entender la ópera y se cae en este tipo de reiteraciones. Las voces estaban amplificadas aunque de forma matizada y el mencionado piano sonaba unas veces con sonido propio, otras como clave y en el momento más lírico, la escena de Melisendra, como celesta.

Los tres cantantes respondieron de forma adecuada aunque por la citada amplificación sea difícil calibrar el alcance real de sus voces. Mauro Pedrero fue un sonoro caballero andante; Adelaida Galán respondió adecuadamente a las exigencias de Trujamán y Carlos Fernández fue un solvente maese, desdoblándose asi mismo como actor ocasional del retablo. Natalia Zapatero desde el teclado sirvió la obra con suficiencia aunque en ocasiones el volumen del artefacto desequilibraba los distintos planos sonoros.

Un lujo de función en un sitio precioso donde además de la música de Falla se escuchaba el rio, los pájaros, el viento y hasta el calor, que ya asomaba por la ciudad. Una iniciativa muy interesante.

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Kafeekantate / La canterina

A priori, la presencia de Johann Sebastian Bach en un festival de ópera solo puede despertar perplejidad; reconozco que cuando conocí la propuesta con la que concluía el Festival Little Opera no pude sino sorprenderme al encontrarme la llamada Cantata del café en forma escenificada. Al principio pensé en esa moda actualmente existente de poner en escena distintos oratorios –tengo en mente el War Requiem, de Britten, por ejemplo- pero una vez disfrutado el espectáculo conviene concluir que la BWV 211 no es sino una pequeña ópera que Bach, en su férreo protestantismo, quiso plantear en forma de cantata. La adicción al café –por entonces un producto relativamente nuevo- y lo que ello acarrea bien podría ser el motivo principal de cualquier ópera breve de Pergolessi o Rossini pero tuvo a bien el adusto Bach ser quien le diera forma en esta obra.

El resultado no pudo ser mejor; padre e hija adicta están inmersos en un largo viaje en moto con sidecar y en ese entorno se producen las diputas paterno filiales en torno al consumo de café. Javier Povedano y Natalia Labourdette estuvieron brillantes en sus papeles, así como Marc Sala en el de narrador de la misma. Povedano tiene una voz de hermoso color, bien emitida y sonora mientras que la soprano estuvo sobrada y caracterizó de forma ejemplar a la hija caprichosa. Sala dio empaque a su breve intervención.

En la segunda parte se ofreció el intermezzo de Franz Joseph Haydn La canterina. Quien es considerado por la musicología oficial padre de la sinfonía y del cuarteto de cuerda no tuvo, empero, mucho éxito en su faceta teatral hasta el punto de que sus óperas –quizás con la excepción de Il mondo della Luna- están hoy arrinconadas cuando no olvidadas. 

La canterina toca un tema trivial y que desde el entender de hoy en día despierta sensaciones encontradas. Gasparina es una mujer que se aprovecha de los buenos sentimientos de Don Pelagio, su maestro de música, para sacarle todos los cuartos posibles mientras se deja rondar por don Ettore, su vecino, rico por más señas. Una mujer que representa a una vividora empedernida, sin escrúpulos y capaz de engañar a cualquiera con tal de conseguir sus objetivos, bastante materialistas por cierto. 

Puedo afirmar tras asistir a las últimas seis ediciones de este festival de forma consecutiva que esta función ha sido, vocalmente, la mejor servida de cuantas he podido escuchar. Natalia Labourdette volvió a enseñar sus principales características vocales: una voz voluminosa, bien emitida y de agudo fácil y con un fraseo canónico. Marc Sala tuvo el principal protagonismo y actuó muy bien además de enseñar una voz adecuada al máximo, con un fraseo excelso y agudos bellos, densos. Anna Cabrera estuvo también a gran altura, dotando al papel de madre manipuladora la enjundia suficiente mientras que la voz más tierna fue la del joven Pepe Hannan, el enamorado y esquilmado vecino. 

La puesta en escena de Rita Cosentino fue bastante convencional aunque supo aportar la presencia de dos actores para dar mayor vivacidad a las escenas caseras del segundo acto. Muy bien el Sonor Ensenble, que supo responder de forma muy adecuada a las exigencias de la batuta, un Luis Aguirre entregado y que –a pesar de las exiguas dimensiones del grupo instrumental- supo sacar un sonido suficiente.

El público llenaba en un 95% el bello teatro y se supo sobreponer al problema de traducción simultánea ocurrido en la obra de Bach. Este festival parece tener un pequeño gafe con este sistema que hoy es ya imprescindible. Los aplausos y vítores finales fueron tan rotundos como merecidos. Un éxito de función.

 

Epílogo

Los datos dados por la organización hablan de las mayores ventas de abonos y entradas tomando en cuenta las ocho ediciones anteriores. El cambio de fechas, lejos de suponer un problema, parece haber provocado una reflexión en los organizadores y quizás no sea temerario en mantener el primer fin de semana de agosto como fecha para esta nueva referencia musical. Por si esto fuera poco, parece que cada vez más medios de comunicación se hacen eco del festival y, no nos engañemos, tampoco Zamora –ni Castilla y León- están sobrados de acontecimientos líricos durante el resto del año así que es de desear que esta edición, la octava, haya supuesto el definitivo despegue a nuevas metas y que Little Ópera Zamora se consolide como cita veraniega ineludible. A un servidor, al menos, le ha quedado un buen sabor de boca después de escuchar estas tres propuestas musicales. Esperemos que en el 2024 tengamos una nueva y mejor oportunidad de seguir disfrutando de la ópera de cámara.