Thierry Fischer OSCyL

Sangría y jamón

18/08/2023. Het Concertgebouw de Amsterdam. Obras de Ravel, Bretón, Rodrigo, Bizet y Falla. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Rafael Aguirre, guitarra. Thierry Fischer, director.

La Orquesta Sinfónica de Castilla y León ha debutado en el Concertgebouw de Amsterdam en lo que es una pequeña gira que les llevará a tocar también en Stavanger (Noruega). Ignoro exactamente el dato, pero creo que pocas orquestas españolas pueden presumir de haber realizado ese debut en la mítica sala de conciertos holandesa. Con el título de “Noche de verano española” se presentaba un programa extenso y variado donde se interpretaban obras clásicas de nuestro repertorio, con otras francesas de clara inspiración hispana. El debut se ha saldado con un sobresaliente éxito, de un público que, en verano en Amsterdam, se torna más popular, y se permite hasta dar palmadas con el inicio de un bis, o aplaudir entre movimiento y movimiento. Un público cálido que disfrutó y premió calurosamente a la Orquesta castellanoleonesa, que ha demostrado una muy buena forma general en todas sus secciones, y que, junto a su director, Thierry Fischer, ha programado sin complejos obras, o arreglos, que en nuestro país todavía se miran un tanto con cierto desdén. Cuantas orquestas españolas siguen ignorando la Zarzuela en sus programaciones, a Joaquin Rodrigo en general, o incluso al mismísimo Bolero de Ravel, obra que, a pesar incluso de que su propio autor la consideraba su obra maestra, se mira a veces por encima del hombro por algunos, quizá debido a su tremenda popularidad.

El programa se iniciaba con esa pequeña joya raveliana que es La alborada del gracioso. Tocada de forma impulsiva, su impetuoso comienzo y final sirvió para soltar nervios, e ir mostrando la buena calidad de los instrumentistas; como sucedió en su parte central con el fagot, consiguiendose además, en dicho momento, una muy conseguida y perfumada atmosfera. Casi sin pausa, se atacó el preludio de La verbena de la paloma, dando así homenaje y conmemorando el centenario de la muerte de Bretón, que se cumple este año. Las inolvidables melodias del salmantino fueron desgranadas con propiedad, y Fischer sorprendió con unos elongados silencios.

El Concierto de Aranjuez no presenta ningún secreto para el guitarrista Rafael Aguirre, que lo lleva tocando magistralmente muchos años por todo el mundo, demostrando arte, técnica y limpieza. Con bello sonido ligeramente amplificado de forma óptima, y sin aspavientos, en Amsterdam signó uno de los mejores momentos de la noche en el segundo movimiento, donde desgranó un lado intimista muy paladeado. A destacar como consiguió llevar en volandas la entrada de la orquesta que sigue a su segunda cadencia, después de una muy conseguida progresión. La orquesta y su director la acompañaron de forma ajustada y discreta, y con pequeños detalles de acentuación. Aguirre respondió a los calurosos aplausos del público con unos Recuerdos de la Alhambra de Tarrega preciosos, tocados con infinidad de gamas dinamicas y de color, además del popular “Romance anónimo”.

La segunda parte comenzó con el Bolero de Ravel, esa fantástica obra que se anticipa, en cierta forma, 30 años a las corrientes minimalistas. Con un muy conseguido pianisimo, comenzó la caja el incesante y contemplativo batir rítmico a lo ‘danza de cortejo’ tan característico y donde, después de un muy bien realizado crescendo, todos los solos instruméntales fueron tocados con sorprendente y madura propiedad. Fischer, consciente de la poca necesidad de marcar el ritmo, dejó que la propia orquesta se escuchase, y aprovechó para subrayar gestualmente detalles e intensidades, hasta llegar al esperado y abrupto Mi mayor final, que rompe el obsesivo, inalterable e hipnótico lento caminar en Do mayor. Estupenda apoteosis final, y delirio del público ante una estupenda interpretación de una obra expuesta y arriesgada, y que Fischer y la Orquesta de Castilla y León supieron llevar a buen puerto en una plaza, la verdad, nada fácil.

El concierto continuó con la Suite de la ópera Carmen de Bizet compilada por Ernest Guiraud, que funciona en general muy bien, a pesar de algún número mejorable como el correspondiente al aria de Micalea, donde la poblada orquestación asfixia un tanto la, aquí, parte solística del violín. La interpretación fue de menos a más, después de un animoso preludio un punto falto de brillo en la cuerda, para alcanzar después buenas cuotas de brillantez general. Buena realización instrumental general.

La interpretación de la segunda suite de El sombrero de tres picos de Falla que siguió hizo acabar el concierto de forma brillante. Se lució el corno ingles en sus arabescos, y Fischer se adaptó de forma profesional a las convenciones interpretativas de la obra. El consabido intermedio de La boda de Luis Alonso tocado de propina tuvo el efecto acostumbrado de levantar al público de sus butacas, con lo que el concierto acabó con una rotunda sensación de éxito. La ‘fiesta’ y la buena y sabrosa comida, y con la profesionalidad y buen hacer de la Orquesta de Castilla y León, con su titular Thierry Fischer, y el estupendo Rafael Aguirre, siempre sientan muy bien, y más en verano, sea donde sea.