Lied the Future

Vilabertran, 23/08/2023. Canònica de Santa Maria. 1ª Parte: Obras de Clara Schuman, Schubert y Wolf. Elionor Martínez. Olivia Zaugg, piano. 2ª Parte: Obras de Respighi, Alma Mahler, Wolf y Toldrà. Mireia Tarragó, voz. Carmen Santamaría, piano.

He de reconocer que la primera intención en mi primera jornada de conciertos en la edición de la Schubertiada de 2023 en su sede central de Vilabertran era hacer una reseña conjunta de los dos conciertos de la tarde: el de jóvenes talentos bajo el epígrafe que da título a este comentario y el de la gran Dorothea Röschmann con Wolfram Rieger. Pero después de lo oído es justo dedicar un texto más largo a las cuatro protagonistas del primer recital y el interesante proyecto donde se enmarcaba su trabajo. 

Lied the future es un proyecto de la Schubertiada cuyo objetivo es “dar soportes a jóvenes talentos europeos en el ámbito de la canción poética y de la música de cámara (...) facilitando el trabajo continuado con grandes maestros, que guíen y aconsejen a los jóvenes”. Además se les garantiza una serie de conciertos remunerados y el apoyo para entrar en el circuito nacional e internacional. Pienso que proyectos como este son fundamentales para apoyar el numeroso grupo de excelentes cantantes líricos que tienen el campo del lied como referencia en un momento, además, como comentó el director del Festival Victor Medem, en el que hay una “edad de oro” en lo que se refiere a la calidad de las voces que se escuchan en concursos  y masterclasses. También es importante que entidades y fundaciones apoyen estos proyectos como ocurre en este caso con la Sabadell Fundació. Durante cuatro días Eleanor Martínez y Mireia Tarragó han trabajado con Dorothea Röschmann y Wolfram Riegel para preparar este concierto y recibir sus provechosos consejos como grandes estrellas del género que son. Y los resultados (junto al trabajo preliminar que habrán tenido las dos sopranos) han sido realmente de altísimo nivel.

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Elionor Martínez, acompañada al piano por una excelente Olivia Zaugg, eligió un programa basado en el romanticismo alemán que mezclaba lieder menos conocidos con piezas fundamentales de este repertorio. Los tres primeros poemas (Ich stand in dunklen Träume –Me  quedé en sueños oscuros–, Sie liebten sich beide –Ambos se amaban–, Liebeszauber –Hechizo de amor–) forman parte Sechs Lieder, Op. 13 de Clara Schumann que ya era una concertista y compositora de éxito en 1843, cuando publicó este su  segundo libro de canciones poéticas, A a la temprana edad de 24 años, ya llevaba tres años casada y tenía dos hijos, y había demostrado ser experta en la gestión simultánea de su familia y su carrera musical. Su virtuosismo como pianista era evidente en los exigentes acompañamientos (resueltos con soltura por la pianista Zaugg) de estas melodías vocales líricas que expresan temas contrastantes de amor y añoranza; intimidad y pérdida; ligereza y oscuridad.

El estilo de canto de las fluidas frases musicales fue interpretado con a la vez con elegancia y candidez romántica por Martínez, poseedora de una voz de un timbre bellísimo y de enorme calidad y un fiato que da nobleza a un canto tan íntimo como intenso. Siguieron cuatro obras muy conocidas de Franz Schubert: Du bist die Ruh (Tú eres el reposo), D. 776, Seligkeit, (La dicha) D. 433, Die Forelle (La trucha), D. 550 y esa joya, considerado realmente el primer lied como lo conocemos hoy que es Gretchen am Spinnrade (Margarita en la rueca), D. 118. El trabajo de la soprano fue sobresaliente en estas obras maestras pero quizá el trabajo con Schubert debe ser más intenso, más interiorizado, algo que vendrá seguramente con el tiempo porque las maneras están ahí y la comprensión de la profundidad de melodías, que a veces erróneamente parecen ligeras, también. Terminar un recital con canciones de Hugo Wolf (en este caso con tres de los Mörike Lieder HWW. 119) es siempre un reto que Elionor Martínez superó sin dificultades, entendiendo el giro que da el mundo de lied de Schubert a Wolf. Una artista que tiene un increíble futuro en este apartado de la música clásica como es el lied  y la canción  pero que tan fieles seguidores tiene y que aplaudieron con cariño y admiración el trabajo de Martínez y Zaugg.

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La segunda parte la protagonizaba Mireia Tarragó, acompañada al piano por Carmen Santamaría. ¡Qué voces tan distintas siendo especiales las dos! Tarragó posee un color más oscuro, de una bella madurez en la textura y sin que tenga por ello problemas ni en las notas más agudas ni en las graves. Se le nota ya con tablas, segura de sí misma (lo que demostró sin ninguna partitura de apoyo) a la hora de afrontar un programa variado y no demasiado trillado, aunque el Cuaderno italiano de Wolf sea más conocido. Comenzó con dos canciones de Ottorino Respighi, un autor que muchas veces los cantantes utilizan para ir calentando la voz al comienzo de un concierto, pero que Tarragó abordó a fondo desde el primer momento. Y es que ambas son bellísimas interpretadas no como si fueran arias de ópera (costumbre de muchos tenores) sino lo que son: piezas individuales llenas de personalidad. Especialmente Storia Breve, con su indudable aire verista, tuvo una interpretación destacada por parte de la soprano.

Alma Mahler fue alumna de Alexander Zemlinsky y estuvo casada con Gustav Mahler, lógico que una mujer que rompió barreras y fue una adelantada a su tiempo en el cambio del siglo XIX al XX, en esa Viena previa a la Gran Guerra, se sintiera atraída por la composición. Nunca llegó a ser una autora destacada y no le ha favorecido en su reconocimiento la comparación con los grandes genios con los que vivió pero In meines Vaters Garten (En el jardín de mi padre) sobre un texto de Otto Erich Hartleben, es de una indudable belleza, mezcla de una ligereza amorosa llena de ensoñación y que Mireia Tarragó supo entender a la perfección. Si las cinco canciones elegidas del Cuaderno italiano de Hugo Wolf estuvieron a muy buen nivel, quiero destacar sobre todo la interpretación de Wie soll ich fröhlich sein (¿Cómo puedo estar feliz?) cantada con un sentimiento y una entrega admirables. Cerró el programa dos bellas melodías de Eduard Toldrá.

Una gran iniciativa que debe ser apoyada desde el ámbito privado (el público asistente al concierto recibía una tarjeta para dar sus datos y enviarles en un futuro una propuesta de mecenazgo para este programa) y también desde las instituciones públicas que tienen entre sus muchos deberes el impulsar propuestas culturales que ayuden a jóvenes talentos  como los que disfrutamos en este concierto.

Fotos: © David Borrat