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Un Wagner canónico

Sevilla. 27/09/2023. Teatro de la Maestranza. Wagner. Tristan und Isolde. Stuart Skelton (Tristan), Elisabet Strid (Isolde), Albert Pesendorfer (rey Marke), Markus Eiche (Kurwenal), Agnieszka Rehlis (Brangäne). Allex Aguilera, dirección de escena. Henrik Nánási, dirección musical. 

In Memorian: Esta crónica está dedicada al recientemente fallecido Stephan Gould, gran tenor wagneriano y al que pudimos ver por última vez en el principal papel de esta obra en Les Arts valenciano. Descanse en paz. 

Al que firma estas líneas le parece que la ópera de Richard Wagner Tristan und Isolde es una de las cumbres del género. No voy a hacer aquí un ensayo sobre la influencia de esta obra en la música posterior. Esto es una reseña y no un ensayo, contaremos, sobre todo, lo que se pudo escuchar en esta nueva producción que abre la temporada del Teatro de la Maestranza de Sevilla. Pero uno no puede dejar pasar la ocasión para poner en valor el magnetismo, la fuerza y la seducción que tiene esta partitura y más si es excelentemente interpretada, como es el caso. Decía un amigo recientemente que al oír Tristan, desde el famoso acorde con el que empieza el preludio, hasta los últimos compases del Liebestod, tu cuerpo debe estar alerta, atento y emocionado, disfrutando cada compás, cada frase, cada gesto. Si no es así, es que la propuesta no funciona. Si no emociona no es un buen Tristan. Y en este caso el drama musical emocionó con intensidad en el aspecto musical y bastante menos en el teatral. 

El barco de Tristán e Isolda llegó a un puerto seguro, clásico, elegante y canónico dentro de las directrices wagnerianas gracias al timón firme del director musical, Henrik Nánási. El maestro húngaro bebe en la tradición centroeuropea que tiene en Wagner una de sus señas de identidad y eso se nota en una dirección segura, que domina todo el entramado musical, que busca realzar cada detalle de una partitura excepcional, a la que podríamos calificar de la cumbre del Romanticismo operístico. Bajo su batuta todo sonó en su lugar, un engranaje perfecto pero lleno de humanismo, de drama, de pasión y sin aspavientos o sonidos grandilocuentes que quieran protagonizar la obra. Y en el foso una orquesta excepcional, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, una agrupación que agrupa a unos solistas de gran calidad y que con una dirección como la de esta función dieron lo mejor de sí mismos, con un sonido aterciopelado, elegante y compacto.

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Como decía más arriba no volveré a comentar, por sabido sobradamente, que la escritura vocal de Tristán es de una exigencia extrema para los dos protagonistas. Stuart Skelton es un experto en este rol que ha cantado en numerosas ocasiones. Poseedor de un timbre atractivo, con facilidad para el agudo y adecuada proyección, se mostró algo reservado en el primer acto, pero a partir del dúo de amor del segundo pareció sentirse más cómodo y pudimos disfrutar de su gran clase. En el exigente tercer acto, estuvo a un altísimo nivel y aunque hubo un pequeño traspiés en un agudo su actuación puede calificarse de magnífica.

La soprano Elisabet Strid es poco conocida en nuestro país pero tiene una larga trayectoria en teatros de toda Europa y en papeles wagnerianos. Cantó una Isolda de indudable belleza, porque es una cantante que sabe integrarse perfectamente en la complicada alma de la princesa irlandesa, pero llevándola a su terreno. Aunque la fiereza y el carácter de Isolda se transmiten en su hermosa voz, hay un toque más etéreo, más lírico, que nos da otra visión del papel. Maravillosa en el dúo del segundo acto (seguramente el momento más emocionante de toda la representación por la conjunción perfecta entre foso y escenario), su Liebestod no fue demasiado intenso, no superando en alguna ocasión la orquesta, con lo que algún fragmento fue inaudible. Fue el único momento que se echó de menos un mayor peso vocal porque el resto de su intervención fue sobresaliente.

Excepcional la Brangania de Agnieszka Rehlis, una mezzo de extraordinarias condiciones vocales que estuvo muy brillante en el primer acto y perfecta en los famosos avisos. También gran voz la de Markus Eiche que dibujó un Kurwenal perfecto en lo vocal y algo exagerado en lo teatral. El personaje del rey Marke tiene un monólogo de hermosa línea musical en el segundo acto cuya mezcla de tristeza, decepción y fracaso personal mueve el corazón del espectador. No lo logró en esta ocasión. Albert Pesendorfer cantó todo el pasaje en el mismo tono, una voz estentórea y de gran proyección pero sin ningún atisbo que uniera texto y música con expresión. No hubo matices, ni medias voces y se perdió la ocasión de disfrutar de un momento único de esta ópera. Bien el resto de comprimarios, especialmente solvente Jorge Rodríguez-Norton, y buen trabajo de la parte masculina el  Coro Teatro de la Maestranza, que fuera de escena participa en el primer acto.

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Allex Aguilera es el responsable de la dirección de escena y de la escenografía de esta nueva producción del Maestranza. En el programa de mano defiende su propuesta, basada hasta el hastío en las proyecciones de video, en crear ambientes que definan cada momento del drama wagneriano. Incluso considera que la tragedia de los protagonistas está íntimamente conectada con la expresividad del Butoh japonés. Pues, para mi, ni hay conexión, ni funcionó la puesta. Basar todo el sostén teatral de la obra en cuatro horas y pico de proyecciones es simplemente aburrido y cansino. Dos paneles laterales y una gran pantalla cerrando el triángulo, donde el mar no deja de aparecer, con diversos movimientos en el primer acto, el bosque enmarca el segundo y el mar y una indefinida arquitectura se hacen presentes en el tercero, son, junto a una tarima donde se desarrolla toda la obra, todo lo que esta producción ofrece.

Realmente uno acaba mareándose con tanto mar, como con el resto de elementos proyectados, que distraen constantemente la atención de la acción dramática sin aportar nada nuevo, más bien aburriendo. Eso sí, no hay, más allá de lo del Butoh, más elucubraciones y los personajes no sufren ninguna transformación psicológica. En eso Aguilera respeta a Wagner y deja que música y voz cuenten la historia. En lo actoral sí que hubo un trabajo de calidad, y dentro de cierta tendencia al hieratismo hubo buen manejo de los actores en el escenario.

El Teatro de la Maestranza ha abierto su temporada con un plantel vocal que muchos teatros europeos envidiarían. Siempre es de agradecer un Wagner de tanta calidad.