OBC sept23 b

Las dos caras del violonchelo

Barcelona. 29/09/23. L’Auditori. Obras de Guinjoan, Prokófiev, Cervelló y Beethoven. Alisa Weilerstein, cello. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Ludovic Morlot, dirección musical. 

Este mes de septiembre se despidió con la inauguración de la temporada 2023-24 de L’Auditori de Barcelona con una gran expectación y sensaciones entusiastas para el inminente otoño. Mucho público, una gran estrella internacional, el titular Ludovic Morlot, unas convenientes efemérides, y por supuesto, la OBC, se han dado cita este viernes en un programa que bien representa las intenciones del lema «Revolución o revuelta», que encabeza este ciclo. Así pues, el destino ha querido que el 50 aniversario de la marcha de Pau Casals y el 25 desde la fundación de L’Auditori, casi coincidan –cuestión de meses– en un año en el que los homenajes a, con seguridad, el intérprete catalán más relevante e internacional, no van a escasear. Precisamente, el compromiso de Morlot y de la esfera directiva ya aseguraba la presencia de autores catalanes en todos los programas de la temporada “sin paliativos”, tanto difuntos como actuales, en una firme y comprometida difusión del patrimonio musical regional. 

Encajado en ese noble compromiso y tratando de sortear la repetición, está el –difícil– acierto de programar los grandes clásicos y obras autóctonas, de menor proyección, y especialmente, estrenos. En el caso que nos ocupa, la monumental Heroica de Beethoven, en la estela de ese espíritu revolucionario, capitaneaba el cartel de este viernes, infalible reclamo para una cita tan especial, a la que se ha sumado la estadounidense Alisa Weilerstein, una de las más importantes violonchelistas del panorama internacional. Desde la beca MacArthur, una meteórica ascensión le ha llevado a recorrer grandes salas y eventos de todo el mundo –incluyendo la Casa Blanca–, y a ser una instrumentista muy seguida en redes sociales.

OBC sept23 c

La Fanfàrria (1999) de Joan Guinjoan fue la encargada de abrir este menú, cuyo estreno fue dedicado, oportunamente, a la inauguración del auditorio. En manos de Morlot, la brevísima pieza se desarrolló sin titubeos –“rapidita”– y generosa en decibelios, perfecta para despertar a los que todavía arrastraban la siesta.

Le siguió la Sinfonía concertante en mi menor, op. 125 de Prokófiev, todo un reto técnico al alcance de no muchos, ante la cual, una  impávida Alisa Weirlstein se dispuso a interpretar con soltura, armada con su instrumento y un vestido rojo, intenso como la partitura. De las entrañas del violonchelo a los sobreagudos, la americana recorrió con soberbia las primeras exigencias técnicas, rápida y con gran precisión en las escalas, y superó solventemente las dobles cuerdas. Sobresalió la amplia gama de timbres que Weirlestein desplegó en el segundo movimiento, desde una rugosidad tensa hasta un vibrato cálido en los pasajes más melódicos. Fue en la cadenza cuando la atleta del mástil entró en trance, y dejó una de las instantáneas de la tarde al intensificar la gestualidad, tanto facial como corporal, en un pasaje ciertamente espectacular, dejando boquiabierto al auditorio, mientras la melena de la americana cortaba el aire al son de la música de Prokófiev. El tercer movimiento no decepcionó. Weirlestein firmó un bellísimo pasaje central, y le sobró energía para superar nuevos retos “paganiniescos” al tiempo que Morlot inyectaba vitaminas a una OBC que también tuvo aquí sus lucimientos. Tras la ovación, el octeto de cellos se dispuso en primera línea y, liderados por la americana, se dispusieron a interpretar Un cant a Pau Casals, del catalán Jordi Cervelló (1935–2022), una pieza de gran nobleza y serenidad compuesta en 1991. La breve pieza supuso un reencuentro con la parte más delicada y más emotiva de ese instrumento tan versátil, para disfrutar así, con aire de homenaje, de las dos caras del violonchelo.

Tras la pausa, la monumental Heroica resonó una vez más en el auditorio barcelonés con gran empaque sonoro y se desenvolvió sin sorpresas a lo largo de las grandes secciones del Allegro con brio. Morlot extrajo lo mejor de los suyos para el fúnebre segundo movimiento, y abordó con energía el scherzo que, salvo dos o tres nimiedades en los metales, llegó a buen puerto para el Finale, donde destacó un contrapunto cristalino gracias a una alta sincronía en la sección de cuerda ante su director, sonriente y efusivo hasta la doble barra final. Cava y margaritas amarillas –acorde con el tono corporativo– despidieron la velada con prometedoras sensaciones.

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Fotos: © May Zircus