Equilibrio y energía
Barcelona. 10/11/23. L’Auditori. Obras de Domènec Terradellas, Robert Schumann, Ludwig van Beethoven. Kirill Gerstein, piano. Marta Gardolińska, dirección. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña.
En aras de cumplir los objetivos de una temporada ambiciosa, que pasa por promover el repertorio de compositores catalanes, estrenar obras –sin dejar de programar los grandes clásicos– , y dar visibilidad a las mujeres del panorama musical internacional, el pasado 10 de noviembre tuvo lugar una de las grandes apuestas de este primer trimestre: el regreso de Marta Gardolińska, principal directora invitada de la OBC. La joven polaca, una de las voces más destacadas de la dirección por su “talento, su inquietud, y su creatividad”, se ha dejado ver durante el pasado viernes y sábado en la ciudad condal para dirigir la Cuarta de Beethoven, el gran título de la cartelera. Tras una exitosa estela en Estados Unidos, y con varios galardones en su maleta, la directora es la principal invitada para alternar a Morlot, en una temporada llena de retos y grandes propósitos. El pianista Kirill Gerstein, alabado por su “presencia musical y escénica”, era el convocado para interpretar el Concierto de piano de Schumann.
Y es que dos horas de música no dan para tanto. La geométrica tarea de diseñar programas que garanticen las expectativas de asistencia –aunque sea el público más fiel– y asumir objetivos, como los mencionados arriba, parece que es, como mínimo, cada vez más difícil, y requiere sacrificios. En esa exigente planificación –que lidia entre otras cosas, con la gimnástica horaria y los partidos del Barça (esta vez jugaba en domingo)–, está el encaje de intereses que deben satisfacer a todas las partes, y cumplir con los propósitos. Como se mencionaba, el de difundir el repertorio de compositores catalanes, es uno de esos en los que, la OBC y su sede se mantiene firme.
Con clavecín y plantilla de cámara, la OBC sorprendía con la obertura de Giuseppe riconosciuto, de Domènec Terradelles (Barcelona 1713 – Roma 1751), con probabilidad, uno de esos grandes maestros ensombrecidos por el olvido, figura clave de la ópera hispano-italiana del preclasicismo. Gardolińska cumplió con este aperitivo, de apariencia tranquila y poco exigente, con el cojín de un agradable continuo, y unas líneas bien definidas.
Le tocó el turno al famoso único concierto de Schumann, con el experimentado Krill Gerstein, obra que requiere un gran compromiso con el intérprete, no sólo por su técnica y profundidad expresiva, sino también por su famoso contexto “extra musical”; todo aquello de místico y de “maldito” que envuelve el tormentoso desenlace del maestro alemán. En los dedos de Gerstein, el tema inicial resonó con la delicadeza que se espera de un gran pianista. Uno que, además, no se desentiende de la orquesta, sino que conecta visualmente con ella, en continuo diálogo, bajo la enérgica batuta de Gardolińska. En el primer allegro el ruso, aunque de nacionalidad alemana y estadounidense, firmó una bella cadencia y dejó volar su mano izquierda sobre los graves del piano. Ambos invitados adormecieron a los asistentes –en el buen sentido– con el plácido intermezzo, y se coronaron con el allegro final, –a pesar de algún desliz en los metales–, con cascadas de arpegios fluyendo con rapidez y agilidad. El solista cerró un gran concierto, bien ovacionado, aunque sin bises, algo bastante comentado durante la pausa.
La Cuarta de Beethoven, una de esas “pares y tranquilas”, resonó en el gran auditorio con unidad, mejor cohesionada si cabe que en el concierto de Schumann. Gardolińska mostró su vitalidad desde la tarima, con rápidos y elegantes gestos que la los del atril parecían seguir con gusto. Así pues, y con precisión, especialmente la sección de maderas, la OBC cerraba el allegro final reafirmando la buena conexión con una directora briosa y despierta –quizá idónea para repetir con Beethoven–, y que, afortunadamente, volverá a las carteleras con las Variaciones Enigma, eso sí, habrá que esperar hasta abril.
Foto: © May Zircus
