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Una batuta llena de pasión

Pamplona-Iruñea. 14/12/2023. Auditorio Baluarte. Obras de Dimitri Shostakovich y Antonín Dvorak. Alban Gerhardt (violoncelo) y Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección musical: Pablo González.

Conviene acercarse de vez en cuando al ciclo de conciertos sinfónicos de la orquesta de Navarra porque esta entidad, quizás no tan conocida como otras de su entorno más cercano, presenta una temporada llena de alicientes y un nivel medio digno de aplauso. En el caso que nos ocupa, cuarto concierto de abono, el gran protagonista ha resultado ser Pablo González, una batuta de enorme profesionalidad y que cada vez que he tenido la oportunidad de disfrutar me ha dejado con la sensación de querer más. Cada uno de los conciertos previstos de la OSN es dueño de un título que, a modo de pórtico, nos presenta la idea fuerza que reúne las obras propuestas. En este caso, Pasión y provocación, es decir, Dvorak y Shostakovich, aunque luego se interpretaran en orden distinto.

Ya tuve la oportunidad de disfrutar de la versión de Pablo González de la Sinfonía nº 9 en Mi Bemol Mayor, op. 70. de Dimitri Shostakovich en 2021, en el Festival Internacional de Santander y no puedo sino reiterar que el director asturiano es muy hábil a la hora de dibujar una sinfonía tan especial. Porque creada en coincidencia con el mismo año de la finalización de la Gran Guerra Patria, nombre soviético de nuestra Segunda Guerra Mundial, el compositor huye de fastos, celebraciones y emociones para plantearnos un juego preñado de ironía, segundas intenciones y habilidad rítmica.

González ha sacado todo el jugo a esta naranja de menos de media hora e, incluso, ha ayudado a un torpe público a conocer con detalle el principio y fin de la misma; porque el maestro nos reclamó le dejáramos continuar la obra al finalizar el primer movimiento y cuando bastantes aplausos se iniciaron para más tarde hacernos saber que ahora sí, la obra había finalizado y se podía aplaudir -.o no- sin reservas. Y es que aun, siete décadas después de su composición, el personal estilo de Shostakovich sigue produciendo en gran parte del oyente más clásico una cierta inquietud y sorpresa, lo que habla mucho de la modernidad intrínseca de su obra. Apuntar los buenos momentos del corno inglés y el crescendo final, muy bien delimitado. Algunas dudas en los metales, sobre todo en el primer movimiento, no desmerecen la interpretación global.

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Toda la segunda parte estuvo dedicada al Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, op. 104, de Antonín Dvorak, obra de su periodo americano y que nos traslada, una y otra vez, a la célebre Sinfonía nº 9, la denominada del nuevo mundo. Aquí el alemán Alban Gerhardt acaparó toda nuestra atención, sobre todo por su energía y compenetración con la batuta; y es que Pablo González supo respirar con el solista, caminar a su lado y cederle el necesario lugar para su brillo personal. Muy interesante la participación de los solistas de la orquesta en el tercer y último movimiento, Allegro moderato, para culminar con una interpretación que, ahora sí, provocó un espontáneo aplauso del público.

El Baluarte presentaba una buena entrada y era de destacar, al menos en torno a mi localidad, la presencia de numerosos adolescentes a los que, supongo, alumnos de conservatorios y/o escuelas de música y que siguieron con educación, respeto e interés, el concierto. Lo mismo que les faltó a los de siempre, adictos a sus teléfonos móviles. Seguro que habrá algún que otro encuentro con la entidad navarra.

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Fotos: © Iñaki Zaldua